LA BELLEZA





¡Joder y joder!

como echo de menos mi tierra gallega,

teño morriña

teño saudade

teño mis santos cojones encogidos como higos,

o vamos a ver...

o yo paso de todo

o me moriré de ésta pena inmensa,

veo mi tierra gallega

con la morriña del que la añora,

veo a mi otra tierra gaditana

con el otro ojo todo cariñoso,

y a mi isla de menorca

sólo necesito palparla

para sentir su pálpito danzar como una bestia enfurecida,

mis viejos huesos están sobre ella

y mis carnes se desgarran

al ver tanta belleza comprimida,

en realidad casi todo es bello

si lo ves con el cristal de la belleza

y eso no quiere decir

que no pueda haber días negros y feos,

días pintados de negro y desde los pies hasta la cabeza,

que en el fondo...también me encantan

la belleza no siempre son arco iris de colores

y lunas llenas y atardeceres que te cagas,

la belleza a veces...

está dentro de una mano que no sujeta nada

o encima del tejado del paisano de al lado...

en realidad nadie sabe

de donde sale y de donde crece,

la belleza se presenta

y te da una lección sin previa presentación,

se pone delante de tus ojos

y de repente, 

se abre el telón de uno de los mejores placeres de la vida...

POR EL DÍA "DAS LETRAS GALEGAS"...17 DE MAYO...


EL OLOR DE LA GASOLINA (J.J. Millás)






El olor de la gasolina
Juan José Millás, en el diario EL PAÍS
24/11/2001
De pequeño había oído hablar muchas veces de la Sierra de Madrid. Algunos de mis compañeros la conocían, y la gente con dinero presumía de tener una casa en Cercedilla. Yo guardaba frente a estos comentarios la perplejidad muda de los niños cuando no entienden una cosa. Una sierra era una herramienta de trabajo. En casa había dos, una para la madera y otra para el hierro. Aprendí a serrar pronto, pues en aquella época hacíamos mucho bricolaje, aunque entonces no se llamaba así. No se llamaba de ningún modo. Si había que arreglar una puerta, cogías la sierra, cortabas por lo sano y punto. Un día mi padre se compró una Vespa. Yo no tardé en descubrirle el tapón del depósito de la gasolina, que se encontraba debajo del asiento. Se parecía a los tapones de las botellas de gaseosa, sólo que al abrirlo salía un olor que a mí me volvía loco. Entonces no sabía que tenía propiedades estupefacientes. Todavía no estoy seguro. En cualquier caso, conmigo operaba de ese modo.
En el verano, después de comer, cuando mis padres se echaban la siesta, yo iba al parking donde estaba aparcada la Vespa y asomaba las narices al depósito. Podía estar horas absorbiendo aquellos efluvios que ponían mi imaginación a cien. No era raro que bajo sus efectos imaginara que teníamos una casa en la Sierra en lugar de dos sierras en casa.
Por alguna razón que ahora no recuerdo, un día nos quedamos solos mi padre y yo. Debía de ser julio o agosto. Yo acababa de darme una dosis de gasolina y estaba en el sofá, con los ojos cerrados, presa de una ensoñación. Entonces vino mi padre y dijo:
-Nos vamos a la Sierra.
-¿Qué?
-Que nos vamos a la sierra tú y yo ahora mismo, a pasar la tarde.
Dicho y hecho. Nos montamos en la moto y después de una hora o así el paisaje dio un brusco cambio y se convirtió en un decorado. Mi padre me paseó por aquel escenario gigantesco, donde había una roca terrible y lejana, llamada La mujer muerta, y me invitó a una Coca-Cola, que en España acababa de ser comercializada. Luego, cuando empezó a atardecer, iniciamos el regreso. En esto, mi padre detuvo la moto en la cuneta y me pidió que me fijara en la luz.
-Fíjate en esta luz. Ahora mismo no es de día ni de noche. Éste es el momento de mayor incertidumbre del día. Puede pasar cualquier cosa.
Nos quedamos quietos, en silencio, conteniendo la respiración, pero no ocurrió nada. El sol cayó unos metros más y el atardecer se convirtió en noche pura y dura.
-Ya ha pasado el peligro -dijo mi padre-. Vamos.
Dio una patada al pedal de arranque, rugió el motor de la Vespa y cuando ya estábamos a punto de montarnos añadió:
-Dentro de muchos años, cuando tú seas una persona mayor y yo ya no esté entre vosotros, tendrás tu propio coche y pasarás por este paisaje más de una vez. Es posible que en alguna ocasión pases a esta misma hora y recuerdes este día en el que tú y yo vinimos juntos a la Sierra. Si es así, detén el automóvil un instante y permanece atento a lo que sucede en el aire: si ves pasar un pájaro negro, ese pájaro negro seré yo.
Me quedé impresionado con el suceso, que en mi memoria quedó asociado a las fantasías provocadas por el olor de la gasolina. Mi padre había dicho: 'Este es el momento de mayor incertidumbre del día'. No sé si fue la primera vez que oí esta palabra, incertidumbre, pero fue la primera vez que me estremeció. Su sabor es idéntico al de esa hora en la que la tarde no es carne ni pescado y puede sucederte cualquier cosa. Su compañera, certidumbre, no es mucho más tranquilizadora.
Olvidé la historia. Pero hace poco regresaba del norte de España en coche y pasé por la Sierra justo en el momento en el que la tarde parecía dudar entre resistir o entregarse a las fuerzas de la noche. Podía, en efecto, suceder cualquier cosa. Detuve el automóvil en el arcén y salí a la carretera con los pelos de punta. Había un silencio que debía de ser el silencio que precedió a los segundos anteriores a la Creación. Entonces, algo se movió a mi izquierda y de repente un pájaro negro atravesó la carretera y se perdió en la oscuridad, que parecía avanzar desde el horizonte. Entré en el coche y lloré como no había llorado cuando murió mi padre. Esta historia es falsa del principio al fin, pero habría sido hermoso que sucediera.

Vídeo promocional de Menorca a National Geographic

DOMINGO 17 DE MAYO

Hoy domingo 17 de mayo

aparte de ser "o día das letras galegas"

no tengo más hechos apuntados...

los inventados no los suelo apuntar,

porque son a bote pronto

y perderían la frescura de la improvisación

y la textura crujiente de lo reciente...

yo sé que hay que programarse

y tal día hago esto,

y en la semana siguiente haré lo otro

y si no lo hago... me cortaré los huevos...

pero toda buena programación

tiene que ir sumando nuevos hechos

y nuevas historias que vayan surgiendo

dentro de ese tiempo evolutivo,

es decir, hay que dejar espacio

a las ocurrencias esporádicas y espontáneas

e irlas añadiendo a esa programa abierto,

se trata de planificar siendo flexibles,

se trata de tener cintura y buenas articulaciones,

se trata de no convertirte en pensamiento único,

y tenemos las herramientas para ello,

tenemos nuestra destreza de ser humano,

tenemos la voluntad de perseguir la utopía,

y de ser personas dotadas de curiosidad innata,

nos gusta el orden relativo

y porque en la otra parte siempre tendremos

el desorden de nuestras experiencias del día a día,

y porque sólo el caos, las determina,

y todo en su conjunto,

nos hace ser ordenados

con toques de pura y fresca improvisación.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...