Lo de "Diíta" (ahora mismo lo acabo de oír), me recuerda a mis tiempos de estudiante de Medicina y cuando una amiga le decía a su pareja: ¿Qué Nacho, un Cinito? y para ver si iban al cine y el tío se cogía un encabrone que no veas. Te tengo dicho que se dice Cine y no un Cinito y bla, bla, blá. Vamos, que seguía todo una retahíla de improperios. Al año y por pura lógica cartesiana, se acabaron separando y por supuesto, los dos cabreados. Siempre me pregunté si la tía lo hacía a propósito y para encabronar a la bestia parda que tenía de pareja, pues al día siguiente hacía lo mismo y a la semana y al mes y así lo hacía siempre y lo mejor de todo, es que el tío siempre entraba a trapo.
Dos ovarios tenía la tía y porque después, para calmar a la bestia era una verdadera trabajera de paciencia. Supongo que las personas nos gustan por las dos caras, lo que pasa que esa cara del tío era como demasiado bestia y visceral o demasiado iracunda. Además al tío después le tocó chupar la coletilla y los demás también nos añadimos a la provocación y cada dos por tres le decíamos: ¿Nacho un Cinito?. Y el tío se veía obligado a tener que tragar saliva y porque sino y con nosotros (que éramos unos buenos cabrones), si se rebotaba, ya sabía lo que le esperaba, tener que tragar veinte mil veces la misma coña.
Hay palabras o frases que a uno le disparan y de una manera un tanto irracional, pues visto desde fuera, los demás piensan que es no es para tanto, pero que a tí te sacan de quicio. Yo en Cádiz y currando de Médico no soportaba la palabra "Quillo". Ya se sabe que Quillo en Cádiz se usa para todo, pero para mi en su mal uso, indica un exceso de confianza que no viene a cuento. O sea, yo empezaba usando el Usted y para mantener una prudente distancia con ese paciente al que de nada conocía y de repente por ejemplo, te decían: pues Quillo esto no es así...
Y por un lado rompían el usted y por tanto, destrozaban esa la distancia que prudentemente tú habías puesto y por el otro, se pasaban dos pueblos de confianzudos y como si tú fueras su amigo o su vecino o su hermano pequeño. A mi sinceramente me resultaba un acto agresivo y me hacía encerrarme en banda y entonces le decía: "o me trata de usted y como yo lo he tratado o coge la puerta y se va directamente a la calle". No soporto a los que les das la mano y te cogen el brazo o a los que conoces de un día y de tomar unas cuantas copas y de repente se te instalan en tú casa.
Bueno eso si tú los dejas y alguna vez me pasó esto, pero ahora ya estoy escarmentado y en mi casa entra el que yo quiero que entre y no hay llantos, ni hay penas que me produzcan compasión Pues si te ablandas un poco, después ya no hay quién los eche. Y vamos a ver, ¿quién se compadece de tí cuando tienes que aguantar en tu casa a un tío que casi no conoces?. Pues nadie y por eso ahora ya no permito que nadie se apalanque en mi casa y por su santa jeta. La familia y los amigos, lo que quieran y les dejo la casa hasta el coche y no le dejo los calzoncillos porque me gusta llevarlos firmados y mi firma es única y no me gusta compartirla con nadie.
Dos ovarios tenía la tía y porque después, para calmar a la bestia era una verdadera trabajera de paciencia. Supongo que las personas nos gustan por las dos caras, lo que pasa que esa cara del tío era como demasiado bestia y visceral o demasiado iracunda. Además al tío después le tocó chupar la coletilla y los demás también nos añadimos a la provocación y cada dos por tres le decíamos: ¿Nacho un Cinito?. Y el tío se veía obligado a tener que tragar saliva y porque sino y con nosotros (que éramos unos buenos cabrones), si se rebotaba, ya sabía lo que le esperaba, tener que tragar veinte mil veces la misma coña.

Y por un lado rompían el usted y por tanto, destrozaban esa la distancia que prudentemente tú habías puesto y por el otro, se pasaban dos pueblos de confianzudos y como si tú fueras su amigo o su vecino o su hermano pequeño. A mi sinceramente me resultaba un acto agresivo y me hacía encerrarme en banda y entonces le decía: "o me trata de usted y como yo lo he tratado o coge la puerta y se va directamente a la calle". No soporto a los que les das la mano y te cogen el brazo o a los que conoces de un día y de tomar unas cuantas copas y de repente se te instalan en tú casa.
Bueno eso si tú los dejas y alguna vez me pasó esto, pero ahora ya estoy escarmentado y en mi casa entra el que yo quiero que entre y no hay llantos, ni hay penas que me produzcan compasión Pues si te ablandas un poco, después ya no hay quién los eche. Y vamos a ver, ¿quién se compadece de tí cuando tienes que aguantar en tu casa a un tío que casi no conoces?. Pues nadie y por eso ahora ya no permito que nadie se apalanque en mi casa y por su santa jeta. La familia y los amigos, lo que quieran y les dejo la casa hasta el coche y no le dejo los calzoncillos porque me gusta llevarlos firmados y mi firma es única y no me gusta compartirla con nadie.