NOS VEREMOS EN EL OCASO

 Nos veremos en el ocaso...
nos veremos cuando todo se haya terminado,
y cuando apenas quede nada, 
quizá queden 
polvo y los gusanos...
o quizá sean 
huesos y un montón de pellejos...
El fin del mundo será en un ocaso.


 



ÁNGEL GONZALEZ

 Leo poemas al azar,
leo casi sin pensar en lo que leo.
Cuando me encuentro un verso
triste,
siento en el alma como una
caricia.
No es que me alivie la tristeza
ajena;
es que me siento menos solo.



Melisa Linares

 Hay que aprender

a mantenerse a salvo

Enfrentar la titánica tarea

de no andar todo el tiempo

con el corazón en las manos

como si no valiera lo que vale

Como un permiso para recibir

todas las miserias del mundo.

Ya no estamos para bancarnos

la épica de golpearnos el pecho

y gritar que tiren a matar.


 


LOS OJOS LO DICEN TODO

 Acabo de ver mis ojos en el espejo y noto su agradecimiento, se iluminan nada más verme. Los ojos lo dicen todo, los ojos hablan, ríen, dudan, lloran, piensan, los ojos son los que mejor muestran la vida. Me acuerdo de aquella canción que decía: "No mires a los ojos de la gente, hacen daño y siempre mienten..." y yo pienso que hasta creí en esa letra, mejor dicho en su mensaje descarado, que no te fíes de nadie. En cambio ahora pienso lo contrario, los ojos no mienten, los ojos no saben mentir y lo que realmente mienten son los gestos y sobre todo mienten las palabras.

Si alguien te está mintiendo con sus palabras, lo mejor es mirarle directamente a los ojos y así sabrás si realmente te miente. Cuantas veces hemos visto que en situaciones de duda se le pide al interlocutor que le mire a sus ojos, y lo hace para descifrar lo inexcruptable y lo inexcruptable está escrito en los ojos, en sus pupilas, en el movimiento de los párpados o parpadeo, en la mirada huidiza y si uno llegará o pudiera llegar, al fondo de los ojos del otro, vería que lo que piensa está escrito y grabado en la Retina y en letra impresa.

Mirar fijamente pone nervioso al contrario, hombre y a veces es lógico, pues si lo haces demasiado fijamente, el otro tiene la sensación de taladro o sea que tus ojos están llegando hasta el fondo de su cogote. Pero no hace falta llegar tan lejos y se puede mirar fijamente sin taladrar y para ello hay que fijarse suavemente en los detalles antes mencionados: sus pupilas, su parpadeo y con eso suele llegar, sin tener que penetrarle en su cerebro. Y eso se consigue mirando fijamente a ratos o sea, concediendo descansos y para que el otro menda se relaje y también intercalando miradas dulces con miradas penetrantes y así cuando el otro, tiene sus ojos relajados ¡zas! le metes tu mirada penetrante y después le pones otra vez la mirada dulce y así poco a poco y entre descanso y descanso vas leyendo su pensamiento.

Los ojos lo dicen todo, pero lo que no se puede arreglar es que la gente mienta. Mentían, mienten y seguirán mintiendo, aunque no todos, por suerte. Yo aquí sólo recalco el poder que tienen nuestros ojos, el poder mirar más allá de las palabras, de los gestos, de las expresiones mimetizadas y de las miradas despreciativas.




YO ESPERO...

"Un día más me quedaré sentado en la penumbra de un jardín cansado"...decía aquella canción de Radio Futura, que tanta escuchaba en mis viejos tiempos. Lo que nunca logré entender es lo "de un jardín cansado" y al imaginar lo que decía la canción, todo iba bien y me resultaba maravilloso, pero cuando llegaba lo "del jardín cansado" se iba toda mi imaginación por el desagüe del water. Un jardín cansado y como se come eso. Un jardín puede estar más o menos seco, húmedo, florecido, bravío, modélico, variado, lánguido, sombreado, pero cansado como que no. Cansado puedo estar yo o cualquiera de mis congéneres o el perro o el caballo o cualquier animal pero puede ser que sea porque tengo poca imaginación o me está fallando, pero no consigo tener esa imagen. A lo mejor no decía eso y era otra palabra parecida y que en este preciso momento no se me ocurre cual podía ser. O a lo mejor quería decir, que estaba cansado de estar en la penumbra del jardín. De todas formas, me da bastante igual el tema, han pasado años y no he resuelto esa incógnita y no me ha pasado nada más de lo que me tenía que pasar.

Yo como no tengo puta idea de inglés, pero ni puta idea, estoy acostumbrado a imaginarte lo que dicen las canciones cantadas en inglés. No siempre he acertado y me he llevado buenas sorpresas, pero podíamos decir que en general, no meé tan fuera de tiesto y más o menos iban coincidiendo el contexto en en que yo las ponía, con lo que realmente estaba diciendo el tipo o la tipa. Nunca al 100% y porque eso es imposible, pero más o menos sabía si la cosa iba de cuernos o de amores incomprendidos o de baladas todas amorosas y babosas. En las canciones es muy difícil por no decir imposible, decir muchas cosas que interesen, además los temas suelen casi siempre los mismos o muy parecidos. En las canciones hay amor a expuertas, demasiado amor para enternecer mejor a algunos corazones y así vender más discos. Igual que hay las inversiones en bolsa, hay las inversiones en el amor y como se ve y se puede comprobar, se venden muy bien.

Dicen que la poesía peca de lo mismo y siendo en parte cierto, no lo es del todo. O yo no quisiera que así fuera. Vamos a ver, el amor está por encima de todas las cosas y por eso se habla tanto de él, pero no solo hay amor en esta vida que nos ha tocado vivir y también hay demasiado desamor, guerras, asesinatos, genocidios y podía seguir hasta conseguir una lista interminable. Yo espero seguir hablando de amor y porque se lo merece y de cien cosas más y porque tambín están ahí y delante de nuestras narices.




















Hazte raro

 

Hazte raro

cuando los demás te pidan que seas normal,

hazte raro, extraño, introvertido,

tímido, callado,

que nadie te tenga en cuenta

pero eso a tí ¿que te importa?.

Yo, disfrazado de normal

eso sí que duele

y porque sería uno más

saludaría todos los días

mi sonrisa sería compacta

mis palabras estarían medidas

mi amabilidad sería de plástico

y mis sueños dejarían de ser sueños.



















EL AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO (Gabriel García Márquez)


Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado.
Habían jugado con él toda la tarde, enterrándolo y desenterrándolo en la arena, cuando alguien los vio por casualidad y dio la voz de alarma en el pueblo. Los hombres que lo cargaron hasta la casa más próxima notaron que pesaba más que todos los muertos conocidos, casi tanto como un caballo, y se dijeron que tal vez había estado demasiado tiempo a la deriva y el agua se le había metido dentro de los huesos. Cuando lo tendieron en el suelo vieron que había sido mucho más grande que todos los hombres, pues apenas si cabía en la casa, pero pensaron que tal vez la facultad de seguir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza de ciertos ahogados. Tenía el olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que era el cadáver de un ser humano, porque su piel estaba revestida de una coraza de rémora y de lodo.
No tuvieron que limpiarle la cara para saber que era un muerto ajeno. El pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico. La tierra era tan escasa, que las madres andaban siempre con el temor de que el viento se llevara a los niños, y a los muertos que les iban causando los años tenían que tirarlos en los acantilados. Pero el mar era manso y pródigo, y todos los hombres cabían en siete botes. Así que cuando se encontraron el ahogado les bastó con mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que estaban completos.
Aquella noche no salieron a trabajar en el mar. Mientras los hombres averiguaban si no faltaba alguien en los pueblos vecinos, las mujeres se quedaron cuidando al ahogado. Le quitaron el lodo con tapones de esparto, le desenredaron del cabello los abrojos submarinos y le rasparon la rémora con fierros de desescamar pescados. A medida que lo hacían, notaron que su vegetación era de océanos remotos y de aguas profundas, y que sus ropas estaban en piltrafas, como si hubiera navegado por entre laberintos de corales. Notaron también que sobrellevaba la muerte con altivez, pues no tenía el semblante solitario de los otros ahogados del mar, ni tampoco la catadura sórdida y menesteroso de los ahogados fluviales. Pero solamente cuando acabaron de limpiarlo tuvieron conciencia de la clase de hombre que era, y entonces se quedaron sin aliento. No sólo era el más alto, el más fuerte, el más viril y el mejor armado que habían visto jamás, sino que todavía cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación.
No encontraron en el pueblo una cama bastante grande para tenderio ni una mesa bastante sólida para velarlo. No le vinieron los pantalones de fiesta de los hombres más altos, ni las camisas dominicales de los más corpulentos, ni los zapatos del mejor plantado. Fascinadas por su desproporción y su hermosura, las mujeres decidieron entonces hacerle unos pantalones con un pedazo de vela cangreja, y una camisa de bramante de novia, para que pudiera continuar su muerte con dignidad. Mientras cosían sentadas en círculo, contemplando el cadáver entre puntada y puntada, les parecía que el viento no había sido nunca tan tenaz ni el Caribe había estado nunca tan ansioso como aquella noche, y suponían que esos cambios tenían algo que ver con el muerto
(…)
Las mujeres lo compararon en secreto con sus propios hombres, pensando que no serían capaces de hacer en toda una vida lo que aquél era capaz de hacer en una noche, y terminaron por repudiarlos en el fondo de sus corazones como los seres más escuálidos y mezquinos de la tierra. Andaban extraviadas por esos dédalos de fantasía, cuando la más vieja de las mujeres, que por ser la más vieja había contemplado al ahogado con menos pasión que compasión, suspiró:
—Tiene cara de llamarse Esteban.
Era verdad. A la mayoría le bastó con mirarlo otra vez para comprender que no podía tener otro nombre. Las más porfiadas, que eran las más jovenes, se mantuvieron con la ilusión de que al ponerle la ropa, tendido entre flores y con unos zapatos de charol, pudiera llamarse Lautaro. Pero fue una ilusión vana. El lienzo resultó escaso, los pantalones mal cortados y peor cosidos le quedaron estrechos, y las fuerzas ocultas de su corazón hacían saltar los botones de la camisa. Después de la media noche se adelgazaron los silbidos del viento y el mar cayó en el sopor del miércoles.
El silencio acabó con las últimas dudas: era Esteban. Las mujeres que lo habían vestido, las que lo habían peinado, las que le habían cortado las uñas y raspado la barba no pudieron reprimir un estremecimiento de compasión cuando tuvieron que resignarse a dejarlo tirado por los suelos. Fue entonces cuando comprendieron cuánto debió haber sido de infeliz con aquel cuerpo descomunal, si hasta después de muerto le estorbaba. Lo vieron condenado en vida a pasar de medio lado por las puertas, a descalabrarse con los travesaños, a permanecer de pie en las visitas sin saber qué hacer con sus tiernas y rosadas manos de buey de mar, mientras la dueña de casa buscaba la silla más resistente y le suplicaba muerta de miedo siéntese aquí Esteban, hágame el favor, y él recostado contra las paredes, sonriendo, no se preocupe señora, así estoy bien, con los talones en carne viva y las espaldas escaldadas de tanto repetir lo mismo en todas las visitas, no se preocupe señora, así estoy bien, sólo para no pasar vergüenza de desbaratar la silla, y acaso sin haber sabido nunca que quienes le decían no te vayas Esteban, espérate siquiera hasta que hierva el café, eran los mismos que después susurraban ya se fue el bobo grande, qué bueno, ya se fue el tonto hermoso. Esto pensaban las mujeres frente al cadáver un poco antes del amanecer. Más tarde, cuando le taparon la cara con un pañuelo para que no le molestara la luz, lo vieron tan muerto para siempre, tan indefenso, tan parecido a sus hombres, que se les abrieron las primeras grietas de lágrimas en el corazón. Fue una de las más jóvenes la que empezó a sollozar. Las otras, asentándose entre sí, pasaron de los suspiros a los lamentos, y mientras más sollozaban más deseos sentían de llorar, porque el ahogado se les iba volviendo cada vez más Esteban, hasta que lo lloraron tanto que fue el hombre más desvalido de la tierra, el más manso y el más servicial, el pobre Esteban. Así que cuando los hombres volvieron con la noticia de que el ahogado no era tampoco de los pueblos vecinos, ellas sintieron un vacío de júbilo entre las lágrimas.
—¡Bendito sea Dios —suspiraron—: es nuestro!
Los hombres creyeron que aquellos aspavientos no eran más que frivolidades de mujer. Cansados de las tortuosas averiguaciones de la noche, lo único que querían era quitarse de una vez el estorbo del intruso antes de que prendiera el sol bravo de aquel día árido y sin viento. Improvisaron unas angarillas con restos de trinquetes y botavaras, y las amarraron con carlingas de altura, para que resistieran el peso del cuerpo hasta los acantilados. Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque mercante para que fondeara sin tropiezos en los mares más profundos donde los peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia, de manera que las malas corrientes no fueran a devolverlo a la orilla, como había sucedido con otros cuerpos. Pero mientras más se apresuraban, más cosas se les ocurrían a las mujeres para perder el tiempo. Andaban como gallinas asustadas picoteando amuletos de mar en los arcones, unas estorbando aquí porque querían ponerle al ahogado los escapularios del buen viento, otras estorbando allá para abrocharse una pulsera de orientación, y al cabo de tanto quítate de ahí mujer, ponte donde no estorbes, mira que casi me haces caer sobre el difunto, a los hombres se les subieron al hígado las suspicacias y empezaron a rezongar que con qué objeto tanta ferretería de altar mayor para un forastero, si por muchos estoperoles y calderetas que llevara encima se lo iban a masticar los tiburones, pero ellas seguían tripotando sus reliquias de pacotilla, llevando y trayendo, tropezando, mientras se les iba en suspiros lo que no se les iba en lágrimas, así que los hombres terminaron por despotricar que de cuándo acá semejante alboroto por un muerto al garete, un ahogado de nadie, un fiambre de mierda. Una de las mujeres, mortificada por tanta insolencia, le quitó entonces al cadáver el pañuelo de la cara, y también los hombres se quedaron sin aliento.
Era Esteban. No hubo que repetirlo para que lo reconocieran.
(…)
Bastó con que le quitaran el pañuelo de la cara para darse cuenta de que estaba avergonzado, de que no tenía la culpa de ser tan grande, ni tan pesado ni tan hermoso, y si hubiera sabido que aquello iba a suceder habría buscado un lugar más discreto para ahogarse, en serio, me hubiera amarrado yo mismo un áncora de galón en el cuello y hubiera trastabillado como quien no quiere la cosa en los acantilados, para no andar ahora estorbando con este muerto de miércoles, como ustedes dicen, para no molestar a nadie con esta porquería de fiambre que no tiene nada que ver conmigo. Había tanta verdad en su modo de estar, que hasta los hombres más suspicaces, los que sentían amargas las minuciosas noches del mar temiendo que sus mujeres se cansaran de soñar con ellos para soñar con los ahogados, hasta ésos, y otros más duros, se estremecieron en los tuétanos con la sinceridad de Esteban.
Fue así como le hicieron los funerales más espléndidos que podían concebirse para un ahogado expósito. Algunas mujeres que habían ido a buscar flores en los pueblos vecinos regresaron con otras que no creían lo que les contaban, y éstas se fueron por más flores cuando vieron al muerto, y llevaron más y más, hasta que hubo tantas flores y tanta gente que apenas si se podía caminar. A última hora les dolió devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madre entre los mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través de él todos los habitantes del pueblo terminaron por ser parientes entre sí. Algunos marineros que oyeron el llanto a distancia perdieron la certeza del rumbo, y se supo de uno que se hizo amarrar al palo mayor, recordando antiguas fábulas de sirenas. Mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado. Lo soltaron sin ancla, para que volviera si quería, y cuando lo quisiera, y todos retuvieron el aliento durante la fracción de siglos que demoró la caída del cuerpo hasta el abismo. No tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás. Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más firmes, para que el recuerdo de Esteban pudiera andar por todas partes sin tropezar con los travesaños, y que nadie se atreviera a susurrar en el futuro ya murió el bobo grande, qué lástima, ya murió el tonto hermoso, porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres para eternizar la memoria de Esteban, y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que los amaneceres de los años venturos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en altamar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristra de medallas de guerra, y señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas: miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia dónde girar los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.





























José Sacristán

 "Me identifico con la lucidez del perdedor. Sé que la guerra está perdida y me voy a morir rodeado de hijos de puta, de cabrones, de ladrones. Pero hay que salir a librar la batalla diaria de la dignidad para defender esas cosas que uno considera imprescindibles."


Milena Busquets

“En la vida te sorprendes empezando de nuevo una y otra vez, a los 18, a los 30, a los 40 o a los 50. Casi todo es efímero. Nunca dejan de cerrarse capítulos y de abrirse otros nuevos".
















Alejandra Martínez de Miguel (Blog de Emma Gunst)- ¿CUÁNDO VIENE TODO LO QUE VIENE?

 

Hacer pequeñas revoluciones
es lo fácil.
Subirte a un escenario,
gritar que no hay que tener miedo al miedo,
hablar de lo que conoces
es lo fácil.
Lo difícil es
forjar una ideología
consecuente con todos y cada uno de mis andares.
Lo difícil es
no pecar de narcisista
en esta rutina adquirida
de hablar de mí misma a todas horas.
Lo complicado es
escribir de aquello que aún no sabes,
romper tus zonas de confort,
decir no al orgasmo fácil,
huir de las escaleras mecánicas,
de las conversaciones mecánicas.
Lo difícil es
hacer algo con la contradicción.
Verbalizar que me tengo que hacer cargo
no es hacerse cargo.
Lo difícil sería
pintar mi mundo interno,
hacerme maravillosas autocríticas,
rozar lo social;
yo creía
que lo difícil sería eso:
el atreverse,
el primer paso.
Esto ya lo he escrito.
El segundo es la complejidad,
lo que hace genuino al arte,
lo que difiere de una explosión creativa,
los cinco mil porqués sin respuesta,
las preguntas,
el salto al vacío.
Lo jodidamente difícil es
crear algo diferente,
encontrar la forma,
no conformarte con la impuesta.
Planificar en el caos,
volver caótico lo estandarizado.
Pero es tan tan fácil,
tan fácil
acomodarse,
quedarse en el sofá,
dejar que sean otros,
que sean otras
quienes luchen,
quienes griten,
quienes revolucionen.
Quedarme en lo malo conocido,
en el placer de no enfrentarme al duelo,
de no querer más,
de echar de menos,
de qué más da si esto ya lo han escrito.
Esto ya lo han escrito.
Esto ya lo he escrito.
¿De qué más escriben las poetas?
Lo difícil es
saber que quiero cambiar el mundo
y solo tener mis manos.
Lo difícil es
levantarse cada mañana y enfrentarse al vértigo.
Lo fácil sería
dejarlo aquí
en esta cima inventada,
en el triunfo de lo inmediato.
El problema es
que solo acabo de empezar
y quiero más
y no sé cómo
pero confío
y camino.


























No, no sé puede volver atrás,


No, no sé puede volver atrás,

se puede volver pero no será lo mismo

y no ser lo mismo en este caso, es siempre a peor

ni los paisajes, ni los pinos, ni las personas

son las mismas que eran

te dirán, pero si no has cambiado tanto

y tú por cortesía, dirás lo mismo,

pero los dos sabiendo que una mentira

lleva a la otra

le preguntarás ¿qué ha sido de tu vida?

y te hará un breve resumen histórico

estoy divorciada, 

tengo dos hijos que ya son mayores

y he viajado mucho

Tú a su vez, harás el tuyo

estoy divorciado,

tengo tres hijos

y he viajado muy poco.

Después haréis un análisis de lo mucho que ha cambiado todo,

por aquí pasaba el tranvía

la roca en que nos sentábamos a ver la puesta de sol,

ya no está y encima de ella construyeron una casa

si ellos supieran cuantas tardes nos hemos pasado allí,

viendo el mar y la arena

pensando en que habría más allá del horizonte

y en qué sería de nosotros.

Pues hemos vuelto a aquél lugar

y habría sido mejor no haber ido

en tu cabeza tenías un recuerdo idealizado

y la realidad, nos dió esta inmensa bofetada.





















Karmelo Iribarren


 

Que no voy de eso


 Que no voy de eso,

que esa lucha murió hace mucho tiempo,

que no te pido nada de lo que tú no me quieras dar,

no te pido ni el silencio de la noche

ni la densidad del mar muerto. 

Hay mares en los que es mejor no navegar

como hay vientos que me hacen temblar

y hasta hay personas que me hacen alucinar,

pero eso puedo decir, ahora

y más adelante, decir lo contrario 

algo veleta soy pero no tanto

tengo mis principios,

tengo mis ideas, mis obsesiones y mis manías

y tengo las mismas ganas de vivir

que cuando era un niño.




















 Que no voy de eso,

que esa lucha murió hace demasiado tiempo,

que no te pido nada de lo que tú no me quieras dar,

no te pido ni el silencio de la noche

ni la densidad del mar muerto. 

Hay mares en los que es mejor no navegar

como hay vientos que me hacen temblar

y hasta hay personas que me hacen alucinar,

pero eso puedo decir ahora

y más adelante, decir lo contrario 

algo veleta soy pero no tanto

tengo mis principios,

tengo mis ideas, mis obsesiones y mis manías

y tengo las mismas ganas de vivir

que cuando era un niño.

DÍA 25 DE XULIO


Día 25 de xulio y día da patria galega. Y aunque yo sea gallego de nacimiento, no puedo soportar la palabra "patria" bajo ningún concepto, aunque en mis viejos tiempos soportaba el rancio contenido de esa palabra, pero es de persona el reconocer que de aquellas tampoco me gustaba. Yo, la palabra patria la quitaba del mapa. Hizo demasiado daño esa palabras y lo peor de todo, es que sigue haciéndolo. A todos los patriotas que os vayan dando. Fomenta el odio con el país vecino y fomenta el complejo de superioridad de ese pueblo. Pero claro, yo digo esto y me miran raro y ¿y qué le pasa al tío este que no quiere oír hablar de nuestra patria?. Pues ese tío tan raro, soy yo y me enorgullezco de serlo. Y si solo dijera "día de Galicia" yo apoyaría esa moción a la totalidad, pero no señor, meten como una cuña esa maldita palabra que tanto daño nos hizo a lo largo de la historia de la humanidad.  Ante la palabra patria yo me siento un vende patrias y si alguno se siente demasiado ofendido, debería llamarme traidor. Y así todos contentos y porque a mí me da igual que me llamen traidor o héroe, y como no soy ninguna de las cosas, ¿sabéis lo que os digo?, que me llamen como quieran.

Nunca me gustaron los valores patrios y todo lo que conllevan. Mentalidad mezquina, cutre, envidiosa, chovinista. Después vienen los "todo por la patria" y los españoles o gallegos o vascos o catalanes, somos los mejores y estamos por encima de los demás. De hecho hemos dado de comer y todo gracias a nosotros, a mucho paria pobre muerto de hambre de otros pueblos más pobres o a muchos inmigrantes le hemos dado cobijo y se han comido nuestras migas, que por cierto, no saben agradecerlo. Y todo, será gracias a nosotros, a nuestro pueblo, a nuestra sangre patriótica y a nuestra patria que no es como las otras, se dicen para volver a sentirse mejores que los demás pueblos. Por la patria se mata y se montan guerras fraticidas y se inventan y fomentan los peores odios, los más viles y serviles, los más primarios y porque lo más primaria va dentro de la palabra patria.

No veo llegar el día en que se diga que se ha declarado inútil la palabra patria y por falta de uso. No lo veo y porque siguen saliendo patrias por todos lados. Por la puta patria te hacen tener que matar a alguien, a alguien que era como tú o como yo o como nosotros. Pero el odio y la rabia llevan a eso y en su honor hacemos desfiles militares y mostrando todo al armamento que es capaz de matar a más gente y desfilamos detrás de un trapo, al que llamamos bandera y en su honor volveremos a matar. Faltaría el himno y todo la verborrea patriotera que soltarían sus oradores por esa bocas llenas de rabia y baba. ¿Queréis patria?, pues iros con ella.




















IRENE VALLEJO


 

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...