Claro que,
claro que cuando yo me miro en el espejo,
me siento como un ser extraño,
y siempre tengo que comprobarme de nuevo,
que si, que me estoy mirando,
que si, que soy yo y no otro,
y siempre tengo que comprobarme de nuevo,
que si, que me estoy mirando,
que si, que soy yo y no otro,
y que nadie me suplanta,
que sí, que soy yo,
que sí, que soy yo,
sólo que soy yo, pero un poco más viejo.
Que soy el yo auténtico, el yo genuino,
el pensador de ideas vanas,
el escritor que no dice nada, ese soy yo,
y soy además,
el legendario, el cid campeador,
el beduino,
el alquimista y el altruísta,
el alquimista y el altruísta,
y ese yo que describo, si soy yo,
sólo que soy yo, un poco más viejo.
sólo que soy yo, un poco más viejo.
No me sienta mal del todo,
ese look de vaquero fumador de malboro,
ese cigarro sempiterno, siempre en mis labios,
y esa boca llena de humo y con esa sonrisa de pícaro,
ese cigarro sempiterno, siempre en mis labios,
y esa boca llena de humo y con esa sonrisa de pícaro,
esa sonrisa del que nunca rompió un plato.
No me sienta nada mal esa piel arrugada,
al revés,
parecen surcos de arados en un campo de trigo,
y eso le da caché a mi cara,
le da un aire a venerable sapiencia.
y eso le da caché a mi cara,
le da un aire a venerable sapiencia.
Si yo me miro de soslayo,
hasta me encuentro a gusto con mi cara,
es más, si veo de nuevo mi reflejo en el espejo,
y me fijo en que mis ojeras ya cuelgan de un fino hilo,
y que cuelgan, como dos bolsas de una telaraña,
tambien les veo y me recreo con ellas,
y juro, que les encuentro su encanto.
Ahora, delante de mi espejo mágico,
veo rasgos reconocidos,
veo señales de guerras y de mil batallas,
veo mi piel de estropajo reseco,
y aún así, me veo,
me conozco y hasta me reconozco,
y por fin y con una sonrisa socarrona,
y por fin y con una sonrisa socarrona,
me despido de ese viejo,
de ese viejo que vive,
de ese viejo que vive,
que vive detrás de
mi espejo.