¡PARA! (Poema)

Quien me para hoy,
quien osa  intentarlo,
y quien me desafía,
 y me dice: para.

Quien se atreve,
quien me levanta su mano,
o quien me dice simplemente algo,
aunque sea una sóla palabra,
una maldita y única palabra,
o me haga una mueca,
o se ria a mis espaldas,
o quien me tose o me dice algo.

Nadie me va a parar,
pues ahora ya es tarde,
es demasiado tarde,
pues el tren ya pasó de estación,
y a su último vagón, ya ni siquiera se le oye.

Si yo me paro, yo me muero,
me quedaría como estatua de sal,
y seguro que cerca del mar Muerto,
alli tieso en medio de la nada,
allí perdido entre las arenas del desierto,
muerto y devorado por los buitres y las hienas.

 Así que si me pierdo,
buscaré un alma caritativa,
alguien que se interese por lo que soy,
y también por lo que  escribo,
alguien que me comprenda,
o por lo menos que me entienda,
alguien cercano y a la vez lejano,
algo sin forma y sin cuerpo,
algo etéreo y divino,
en fin, algo que no exista,
pero que se atreva a decirme la palabra mágica:
¡PARA!, ¡PARA! y ¡PARA!

MI JARDÍN DEL EDÉN (Poema)

Si tras la verja de mi casa,
hay espacios vacíos,
 por donde circula la vida,
dentro de la verja,
 está la vida en estado puro.

Y esto no lo digo por decir,
lo digo porque es cierto,
la vida se palpa en cada losa,
en cada pino y en cada fruto de un árbol,
y en cada pensamiento, palabra y deseo,
hasta en los gestos de un niño,
en sus gritos y en sus lloros,
todo es vida en mi jardín del Edén.

La vida florece por todos los rincones,
las flores se rien y divierten,
los jazmines se perfuman de esencia,
y la madreselva trepa y trepa, hasta alcanzar la cima.

Todo en éste jardín olvidado,
es un canto a la vida,
desde el perro hasta la tortuga,
desde un camaleón hasta la voz de un niño,
desde la puerta de entrada a la de salida,
aunque en éste caso, sea la misma puerta,
la única puerta, la puerta del jardín de mi Edén.

Mi jardín es una olla en ebullición,
y es una burbuja de aire,
y en mi jardin las flores no son flores,
son corazones que laten,
y la sombra de la buganvilla,
no es sombra, es una pura delicia turca.

La vida allí, en mi jardín,
está tejida por una araña,
y los hilos que la unen,
son hilos finos de terciopelo,
y en el centro de la telaraña,
aparecen colgadas,
cuatro letras brillantes como soles,
 y que el viento las mece con suma delicadeza,
y ellas cuatro, hacen una maravillosa palabra:
¡VIDA!.

La vida se respira y se mastica,
la vida se bebe y corre a raudáles,
la vida está borracha de vida,
la vida se enternece consigo misma,
se envuelve, se revuelca,
y la vida se rie a carcajadas de la vida.

Y éste es mi jardín del Edén,
un jardín que no tiene estatuas,
pues las estatuas carecen de vida,
en cambio hay tres niños preciosos,
tres niños que irradian vida por sus ojos,
y que presiden como reyes, como lo que son,
mi lindo jardín del Edén,
el jardín donde todo lo que hay, rezuma vida.

¡DIOS SALVE AL REY! (Poema)

Mis conclusiones son muchas,
quizá sean demasiadas,
pero son las que extraigo de mi cabeza,
y por supuesto de mi propia experiencia,
y las tengo enumeradas de la A a la Z,
 en el orden que toca,
y que nos ditan las reglas.

No entiendo mi necesidad, no la entieno,
no entiendo el porque tengo que decir cosas,
el porque tengo que hablarde mí,
y no hacerlo sobre un elefante,
o sobre un oso polar o sobre una valquiria,
e hilando un poco más,
llego sin darme cuenta,
hasta los mismos pies de su majestad, el Rey.

Ahora entiendo menos,
es más, no entiendo nada,
que hace el Rey en el medio,
y que tiene que ver conmigo,
o acaso el Rey, es mi amigo.

Todo en la vida acaba en lo mismo,
y acaba hablando de dios o del demonio,
o en asuntos más terrenales,
aparece el Rey omnipresente,
el Rey de los unos y de los otros,
el Rey en su cacería de cada día,
el Rey con su cadera de cristal,
y el Rey todopoderoso,
el Rey de la selva, el Rey de los osos,
el de los elefantes,
 y el Rey triunfante a lomos de su caballo blanco,
y todos al mismo grito,
 como el grito de muerte del legionario:
¡Dios salve al Rey!

PALABRERÍA (Poema)

Paro, paro y paro, y sigo pariendo,
y lo hago como una parturienta multípara,
de uno en uno y con sumo cuidado.
lo único malo es cuando me atranco,
entonces, se me acaba la paciencia,
y el parto queda suspendido,
suspendido como un hilo en el tiempo.

Noto y siento que aquí, en donde estoy,
no tengo otro entretenimiento,
que el jugar con el sentido de las palabras,
y además que remedio me queda,
si quiero escribir hay que estar aquí,
aquí, al pie del cañón,
y siempre dispuesto.

Me canso de tanta palabrería,
y de intentar dar sentido a mi vida,
es más, me siento agotado,
y siento como las palabras pasan de mi,
y como se van a jugar sin mí, una partida al mus.

Tanta palabrería vana y vacía,
tanto sinsentido diarreico,
tanto hablar y nada que hacer,
yo quiero hechos, hechos reales,
hechos que se palpen,
hechos con dos tetas como dos carretas,
en fin, hechos con forma y materia,
y hechos a la medida de cada uno.

A veces dudo de mi palabra,
o es al revés y la palabra es la que duda de mi,
el caso es que los dos dudamos,
y entonces nos enfadamos,
y  yo me voy o ella es la que se va,
pero ninguno de los dos se queda,
y al final dudo mucho más,
porque, en definitiva,
no sé quién es, el que realmente se va.

EL VIENTO (Poema)

Dicen que las palabras se las lleva el viento,
eso dicen algunos, y yo digo otra cosa distinta:
el viento no sólo mueve las palabras,
también agita los mares,
los mueve y los remueve,
y crea temporales y tsunamis.

Y su poder es tan inmenso,
que mueve a las montañas de sitio,
y las esculpe y les da forma,
y en sus laderas forja temporales de nieve,
y en sus entrañas aviva los fuegos de los volcanes.

El viento, el dios Eolo, el dios del viento,
como mueve las dunas del desierto,
como construye y destruye con sus manos de aire,
y como sacude  sus arenas cuando se cabrea.

El viento curte y pule los cuerpos,
y al resto de la materia,
el viento no deja resquicio,
pues entra por cualquier fisura,
y entra como entra,
y entra hasta la  cocina.

Ahora al viento ya le rinden respeto,
le construyen parques eólicos,
o lo que es lo mismo, parques temáticos,
 para que juegue, disfrute
y se entretenga un poco.

Quien le discuta su hegemonía,
sabrá tarde o temprano,
lo que son los huracanes y ciclones,
y se perderá lo que el viento,
cada día nos dice,
pues él es el dios más sabio,
es el que más habla y escucha,
es un ser poderoso, el viento,
además de fuerte y magnánimo,
pero el viento no es tonto,
y sabe quien le da la espalda,
y entonces el dios Eolo,
con sólo mover un dedo,
lo reducirá a cenizas,
que por cierto,
también se las llevará el viento.
Amén.

MI CASA (Poema)

Me queda poco para dejarlo todo,
dejaré mi casa, y a mis vecinos, también,
aunque a estos,
 tampoco los echaré de menos.

Dejaré mi cama y mi baño,
y por supuesto, dejaré mi rico salón,
rico en pensamientos e ilusiones,
sí, ese salón del que cuelgan las palabras del techo,
y en que sus cuadros, son una sopa de letras,
y el olor a tinta fresca, a tinta china negra,
y el sonido de las teclas y su discontínuo martilleo,
y la música de fondo con esos cuatro bafles,
y mi estufa y mi mesa de pino y mis flexos,
y mi mirada tierna, y mi..., y mi...
¿donde va a ir todo esto?.

Supongo que daré con mis huesos,
en una casa alquilada o realquilada,
que más dá, lo que sea,
el caso es que mi casa la dejo,
y eso me causa desazón y miedo.

A veces yo sólo me reconforto,
y pienso que es un cambio transitorio,
y que sólo serán dos meses,
aunque para mi equivalen a dos años,
dos años infinitos,
y de nuevo me resitúo,
y me insisto, en que sólo serán dos meses.

Para superar esto,
voy a ir a una terapia de grupo,
donde nos juntaremos todos los sin casa,
y hablaremos de nuestra desgracia,
y nos consolaremos mutuamente,
para acabar, como siempre se acaba,
 emborrachándonos hasta la madrugada.

UN AÑO DESPUÉS (Poema)

Nadie o sea nadie, nunca podrá decirme nada,
nadie, y eso lo juro hasta por mis muertos.
Quizá, y digo quizá,
hayan quedado flecos sueltos,
y son flecos de otros tiempos,
puede, es más, seguro que quedaron.
pero hablamos de otros tiempos,
y no hablamos de los tiempos actuales.

Entonces que voy hacer,
que puedo demostrarme a mi mismo,
y además, que hacer que yo no sepa,
y es que me pregunto si realmente lo necesito,
o yo mismo, estoy creandome esa necesidad.

Si supiera la respuesta,
no estaría escribiendo ésta tontería,
pues ésta pregunta se muerde la cola,
cada vez que me hago ésta pregunta,
yo vuelvo al principio de ella.

A veces es duro cambiar el sentido,
el sentido que tienen las cosas,
para ello hay que luchar contra la corriente,
y hacerlo a brazo partido,
y hasta que te caigan los dientes,
sin descanso y hasta morir en el empeño,
y es cierto que llegado a un punto,
la corriente, por fin, cambia de sentido.

Así que yo hace un año,
llegué a ésta parte del rio,
y justo alcancé un remanso sin corriente,
y  en ese preciso momento,
hace un año exactamente,
ese día, decidí cambiar el sentido de mi vida.

Y ahora, en el momento actual,
mi balance es netamente positivo,
pero a veces me dejé llevar un poco,
y me adormecí entre los laureles,
y creo que en definitiva,
 celebré demasiado pronto, mi vitoria.

Estoy rearmándome,
para seguir la lucha,
y volver reafirmado y apuntalado,
dispuesto a remar a contracorriente,
y alcanzar el punto más álgido.

En éste punto estoy,
un año despues del principio,
y es que ha pasado un año,
un año alucinante,
y rico en todos los sentidos,
un año prodigioso y mágico,
un año que me ha dicho al oído:
merece la pena vivir,
lucha y disfruta,
y sobre todo lucha,
y lucha por tú vida,
pues en realidad,
lo que más merece la pena,
es vivir cada día que pasa.

A LLORAR A CANGAS (Relato)

Hoy es Domingo pero domingo de verdad, un domingo de sol brillante y luciéndose el sol con ostentación y alevosía. Y aquí estoy yo, encerrado en mi casa y porque a mi da la gana de estarlo. Es verdad que estoy en la ruina de las ruinas, en la ruina de tocar el fondo, en la ruín ruina, pero estar en ella no significa que, por ejemplo, no pueda ir a la playa. Entonces podría ir, pero no quiero, pues hoy me siento raro, no deprimido, pero si muy jodido y preocupado y es como si yo tuviera un contrato moral, como si yo no pudiera salir de casa sin arreglar antes mis asuntos financieros. Que por un lado es lo que toca, pero por le otro lado, que arreglo yo un domingo quedándome en casa. Pues nada, porque por tener tengo claro lo único que puedo hacer y eso no lo puedo hacer hoy, lo tengo que hacer mañana.

Pero a terco no me gana nadie y seguro que me quedaré en casa, compliendo moralmente un compromiso fantasmagórico. Hoy estoy francamente preocupado y no puedo dejar de estarlo, por lo menos hasta que le vea un poco de salida. Tampoco os lo voy a contar, pues como se dice en mi pueblo: "A chorar a Cangas". Y lo de Cangas era un tema curioso, el porque se dice éste dicho. resulta que en Cangas del Morrazo, había un grupo de plañideras, todas originarias de allí, y a éstas les pagaban por asistir a los entierros que había por la zona o sea iban a llorar a los entierros y por ello recibían una recompensa económica. De éste grupo de mujeres plañideras de Cangas, viene el dicho "de a llorar a Cangas". O sea que todo tiene su aquél y su razón de ser.

   De Cangas tengo otros recuerdos ancestrales. Recuerdo de pequeño los veraneos en casa de mis tíos y el capullo de mi primo pijo. Anteriormente ya m explayé con ellos, por lo que  sólo voy a atar algunos cabos sueltos. Yo recuerdo su playa, ya de aquellas un tanto sucia, pero grandiosa y magnífica, y sus mareas bajas, que dejaban el rastro de las navajas, almejas y berberechos, de aquellas aún existentes en ésta playa. Años más tarde volví por ésta playa y tuve la lógica decepción, estaba echa una pena, estaba sucia hasta los topes y ya no probé a ver si quedaba algo de marisco entre sus arenas, pues aún que lo hubiera habría que tirarlo. En ésta playa me quemé bastantes veces, me quemé por el sol, claro, pues era zona frecuente de brumas mañaneras y ya se sabe como pega el sol cuando está nublado, además que al estar nublado uno no se entera de que te estás quemando y lo peor de todo, no era el quemarme, era la burla de mi tía y de mi primito el capullo. Menudos dos bichos se juntaban, que par de víboras y lo más jodido de todo era que ella presumía de ser una buena católica, y en cambio si que era una buena bruja., por no ponerle otros calificativos.

  Volvamos a Cangas que se me va la olla. También recuerdo el ballenero y como se ponía el pueblo en alarma cuandose acercaba el barco con su pieza. primero que se sabía por el hedor que despedía la ballena y después porque se propagaba la noticia como la pólvora. Después había que acercarse por cojones a la puta ballena, mejor dicho a la putrefacta ballena, pero no quedaba otra, la visita a la ballena estaba puesta en la agenda de mi primito. Al muy cabrón le encantaba ver como a mi se me cambiaba el color de la cara, como me ponía pálido, sudoroso y a vomitar como un cerdo. Él cuando me veía así le encantaba mofarse en público y delante de sus amigos demostraba una vez más que él era hombre hecho y derecho y yo una nena mariquita. Cuanto quiero yo a mi primito, lo adoro y si lo tuviera a mano en éste momento juro que lo colgaría del palo más alto.

  Después, por suerte, se acabaron los sufridos veraneos en Cangas, más o menos desde los 10 años o por ahí y aún no sé como salí vivo, pero como veis aquí estoy, vivito y coleando. Después de Cangas ya no supe mucho, hasta que un día por la radio, creo que era radio tres, comentaban una noticia sobre Cangas. Decían que habían pillado a unos cuantos matracas en el cementerio del pueblo y que los habían pillado porque se fumaban los huesos de los muertos. Tenían la teoría que el costo subía mucho más, si se mezclaba con el polvo de los huesos y ni cortos ni perezosos, se iban hasta el cementerio y abrían las tumbas. Entonces el comentarista en plan coña decía que a Cangas le habían cambiado la denominación de origen y que ya no era Cangas del Morrazo, que a partir de éste hecho pasaba a ser Cangas del Porrazo. ¡Ahí es ná!. Como veis yo me quedé encantado con dicho comentario, tanto que no se me olvidóm jamás en la vida. Cangas del Porrazo.

  Cangas de aquellas era un pueblo muy hevy y duro. Era un pueblo que vivía de la pesca y de todo tipo de pesca. Aparte del asqueroso ballenero, tenía dos fábricas de conservas, un par de pequeños astilleros y el resto vivía de lo pescado en el día. Por tanto era un pueblo hecho de cara al mar y eso forja su carácter de pueblo duro. por lo demás tenía una pequeña parte vieja bastante deslabazada y unas playas bastantes decentes, algunas maravillosas, como la playa de Barra, playa de la que ya hablé en el relato de "Las Acampadas". Pero había unas cuantas más, como la playa del faro de Cabo Home y unas cuantas más. Es una zona preciosa que si se puede se debía visitar. Yo desde aquí os invito a hacerlo.

QUE NO CUNDA EL PÁNICO (Poema)

Que no cunda el pánico, que no cunda,
no pasa más de lo que ha pasado otras veces,
no hay nada nuevo bajo el sol.
todo es conocido, y por desgracia,
hasta es demasiado.

Yo no me rindo así como así,
aunque me sienta cerca de ello,
pues siempre queda algo,
algo que te hace rebotarte,
algo profundo y desconocido,
algo que te provoca una rebelión a bordo,
ese mismo algo,
que te hace ponerte de pie,
y que te hace vomitar hasta la misma bilis.

Que no cunda el pánico, que no cunda,
pues estamos en el fragor de la batalla,
estamos abriendo frentes,
luchando, bregando, peleando,
aclarando las ideas,
fijando objetivos y quimeras,
dando los pasos convenientes,
y sobre todo, enarbolando nuestra bandera.

Si cunde el pánico,
si cunde, es mejor rendirse,
y entregarse al enemigo,
pero antes que ello,
antes que rendirse,
aún queda la última guerra,
la guerra de los mundos,
la guerra de las galaxias,
la guerra total y absoluta,
la guerra del Universo entero,
y es en esa batalla definitiva,
donde nos debemos dejar hasta las agallas,
pues es nuestra última oportunidad,
y por supuesto, que no cunda el pánico,
pues antes de caer ante él,
es preferible entregar a la muerte,
 nuestro último aliento de vida.

"Más vale morir de pie, que vivir de rodillas".

LA ANGUSTIA (Poema)

¿Sabeis lo que es la angustia?, ¿lo sabeis?.
Yo a la angustia la conozco demasiado,
fué mi compañera de viaje,
fué mi amiga, mi plañidera y mi consuelo,
y yo fuí, para ella, su alimento humano.

Hoy tuvo el detalle de visitarme,
y lo hizo en plan sorpresa,
se presentó sin más, sin esperármelo,
y lo primero que hizo fué mirarme a la cara,
 y yo por supuesto a ella,
le ví su sonrisa sarcástica,
su sonrisa que venía a decir:
ves como de nuevo estoy ante tí,
ves como tú no podías dejarme,
o que te creías tú, tú si tú,
acaso te creías el rey del mambo,
o pensabas que yo iba a desaparecer sin más,
o que te iba a dejar en paz,
y en paz para siempre.

Yo entendí que ya estaba vencido,
que ella sólo se regodeaba
 y por tanto se vengaba,
y a mi, que me quedaba por hacer,
que podía decirle,
acaso que ya estaba rendido,
y que sólo quería abrazarla,
e irme, para siempre, con ella.

La angustia, la angustia es cruel,
es un sapo con cien ojos,
es un monstruo insaciable,
es un ser voraz,
 y es un ser que no se para ante nada,
y menos ante nadie.

Es la angustia, la vieja conocida,
la que te hace que no tragues,
la que te aprieta el cuello,
la que te hace quedarte mudo,
la que te pide toda tú entrega,
y la que desinfla el estado de tú ánimo.

Yo soy experto de la angustia,
la conozco como la palma de mi mano,
y ella a mí, tanto como si fuera su propio hijo,
pues los dos fuímos uña y carne,
carne de las carnes,
dos seres en un mismo ser,
yo ponía mi esqueleto y cuerpo,
y ella se hacía cargo,
 de los cuidados de mi alma.

JULIO CORTÁZAR