Que nada, que yo no soy lo que quiero, que quiero más y más, que me pido, que me exijo, que me fustigo y sin látigo...aunque lo del látigo me gusta...digamos que si busco algo morboso siempre aparece un látigo y de cuero todo negro y con un diamante en su punta y para que se clave en la profundidad de mis carnes. Sangre y diamantes y podía decir: y champán, pero al champán lo tengo aborrecido y por las cogorzas que me cogía en mis viejos tiempos y en concreto, en fin de año (el champán no lo probaba el resto del año). Champán y fin de año, espuma con burbujas que le daban la vuelta a mi estómago, acidez, ardores y finalmente espasmos vomitivos. ¡Qué asco!.
Pero antes de la época del champán, hubo fines de año muy memorables, no todo fue champán en mi vida, hubo largas noches de fin de año y a pelo y sin probar gota de alcohol, como también después de esa época siniestra. Beber es un placer, pero deja de ser un placer en cuanto lo haces un placer o sea, cuando te pilla el anzuelo. También podía decir: látigo de cuero negro con punta de diamante y sin champán y a cada latigazo un ¡¡¡Uyyy, qué placer! y ¡sigue y no me dejes así!. Fustigarse está muy bien y sino que se lo pregunten a los del Opus Dei. Y amén.
¿Y os acordáis de aquel que se llamaba Coronel Tapioca y que vendía equipación de montaña o de campo?, el Coronel Tapioca con su puto bigote de facha, con su sombrero estilo panamá (creo que así se llama) y con una chupa que era todo bolsillos y como si todos fuéramos unos aventureros de mierda...pues resulta que el tío vendió y hubo un tiempo en donde casi todo dios y para ir al campo, se vestía de Coronel Tapioca. Por tanto no saquemos muchas conclusiones, porque nunca se sabe, porque un día un tío se viste de princesa y va y después, se pone de moda. Y de nuevo, por tanto vistámonos como nos sale de dentro y sino no nos vestimos tampoco pasaría nada.
Pero antes de la época del champán, hubo fines de año muy memorables, no todo fue champán en mi vida, hubo largas noches de fin de año y a pelo y sin probar gota de alcohol, como también después de esa época siniestra. Beber es un placer, pero deja de ser un placer en cuanto lo haces un placer o sea, cuando te pilla el anzuelo. También podía decir: látigo de cuero negro con punta de diamante y sin champán y a cada latigazo un ¡¡¡Uyyy, qué placer! y ¡sigue y no me dejes así!. Fustigarse está muy bien y sino que se lo pregunten a los del Opus Dei. Y amén.
¿Y os acordáis de aquel que se llamaba Coronel Tapioca y que vendía equipación de montaña o de campo?, el Coronel Tapioca con su puto bigote de facha, con su sombrero estilo panamá (creo que así se llama) y con una chupa que era todo bolsillos y como si todos fuéramos unos aventureros de mierda...pues resulta que el tío vendió y hubo un tiempo en donde casi todo dios y para ir al campo, se vestía de Coronel Tapioca. Por tanto no saquemos muchas conclusiones, porque nunca se sabe, porque un día un tío se viste de princesa y va y después, se pone de moda. Y de nuevo, por tanto vistámonos como nos sale de dentro y sino no nos vestimos tampoco pasaría nada.