
Los niños sabían de que pie cojeaba, pero ninguno hablaba de ello, por verguenza, por miedo, por lo que sea, ellos tenían sellada su boca, era una de esas verdades mudas o un secreto a voces y que todo el mundo sabía, ¡que era el cura que metía mano!.
Y un escalofrío recorría mi columna y esa mano que sobaba tú cabeza y como iba bajando hacia el pantalón corto, después se recreaba con un borde descosido y ya sin más preámbulos, la mano estaba por dentro de la tela. Y el rubor y la verguenza del niño y la culpa, sí la culpa, porque el niño se sentía culpable y el cura parecía satisfecho y es que un día probó y le gustó, otro día volvió a probar y le gustó más y así y así fue tocando culos impúberes.
Total él se sentía el rey de la tierra, impunidad total, ponía en el escudo del cole.y él y sabiéndolo, que era un cura pervertido, un cura más de esa legión de pederastas y un cura más perdonado por el Papa. ¿ Y los niños?,los niños es otra cosa diferente,los niños tenían toda la vida por delante y es que el cura estaba seguro,que en el fondo a los niños les gustaba y sino, pues que no llevarán pantalones cortos,¡qué ya está bien de provocaciones!,....
De pronto llamó a alguien por su apellido a un niño de aquellos, un niño cualquiera de aquél montón que jugaban en el patio y en una esquina un niño se puso a temblar como una hoja que pende de un hilo muy fino...