Soy un okupa de lo contrario

 



Soy un okupa de lo contrario.


Hoy habito en una orilla

y mañana diré

que siempre he vivido en la de enfrente.


Diré no...

siempre diré no 

y pase lo que pase

mantendré mi palabra bajo la lluvia

y hasta debajo de las sombras más oscuras.


Diré no por encima de todo,

sin miedo, sin causa y sin otro motivo

pero también lo haré sin más pretensiones,

diré simplemente

¡NO!

y porque soy un okupa de la contrario.

Federico García Lorca

 

Cuando yo me muera,

enterradme con mi guitarra

bajo la arena.

Cuando yo me muera,

entre los naranjos

y la hierbabuena.

Cuando yo me muera,

enterradme si queréis

en una veleta.

¡Cuando yo me muera!

WISLAWA SZYMBORSKA


 

DOS PALABRAS de Alfonsina Storni


Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo -¡oh, qué bella, la vida!-
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
que nerviosos, mis dedos,
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran cortar estrellas.

¡estoy bien y he pasado página!.

 

Deja que te diga una cosa:

Rozamos lo divino pero no pudimos entrar en él.


Creo que si ahora te viera

miraría hacia el infinito

te traspasaría como un rayo atraviesa una nube

y dejaría constancia que aquél hecho tuvo una fecha.


Ahora eres una pequeña parte de mi propia historia,

eres una página, un acento, una coma,

una frase, un verbo, un adverbio,

un punto y coma, 

y eres la misma pausa que antecede al pasar de página....


Y mi querida amiga

¡estoy bien y he pasado página!.

Yo sé lo que es perder.

 

 
Yo sé lo que es perder. Conozco su insoportable sabor amargo, su pestilencia, su hedor a carne putrefacta, sus malas y peores historias y por supuesto, sus insondables agobios. Yo sé lo que es perder y sentirse perdido. Yo sé como es su niebla perpetua y el no poder ver el sol y que el día se cubra de una interminable angustia, mientras la noche se convierte en agujero negro y oscuro. También fui perdedor, perdedor de algo o de todo. Muchas veces he sido perdedor sin saber el porqué ni el como ni el porqué. Y es verdad que cuando te envuelve el lado oscuro de la vida, sólo quieres salir de él, pero y aquí está lo más importante, no sabes como lo tienes que hacer.

Cuando estás jodido y bien jodido, no soportas todo lo que suena a positivo, no aguantas que alguien te diga que tienes que ver cosas positivas. No hay peor historia que ver a un tío hundido y revolcándose en el fango de la mierda, decirle lo bonito que son flores y mira que precioso amanecer. Tampoco los psicólogos dan en el clavo, ellos sólo diagnostican con su sello y te remiten a un tratamiento pastillero. Te emboban, te atolondran, te hacen dormir sin sueños y con una resaca mañanera de mil pares de cojones.
Y ahora en cambio, soy ganador, y soy ganador sin saber de nuevo, ni el como ni el porqué. Lo soy porque me siento así y puede, que porque antes fui perdedor, pero eso tiene su engaño, pues perfectamente podía pasar que siguiera sintiéndome un perdedor frustrado.

Por tanto y en conclusión, que no sabemos el porqué uno va por la vida de campeón o de puto y deprimido perdedor. Y esto es bueno saberlo, pues sabiéndolo te ahorras tener que escuchar los discursos positivistas y negacionistas y porque da lo mismo y porque no van a cambiar tu estado vital de ese momento. Claro que si estás en el lado campeón, te importa una mierda que alguien te quiera hundir y porque a los campeones todo le resbala y es más, te retroalimentan, es decir, te dan más fuerza. Y bueno, queda el estado neutro, el que ni fu, ni fa, el que no muestra sus emociones, al que todo le da lo mismo, pero yo creo que en ese estado nunca he estado y por una cosa muy simple, el mundo está lleno de grandes emociones y yo no voy a ser el capullo que vaya a perdérmelas, ni cuando era una oruga, ni cuando, como ahora, soy un cohete de la NASA en busca de las márgenes del universo.

CUANDO ME VAYA. Joan Manuel Serrat


Me iré despacio un amanecer
Que el sol vendrá a buscarme temprano
Me iré desnudo, como llegué
Lo que me diste cabe en mi mano
Mientras tú duermes deshilaré
En tuyo y mío lo que fue nuestro
Y a golpes de uñas en la pared
Dejaré escrito mi último verso
Y a la grupa del terral, mi chalupa
De blanca vela peinará el mar
¿Que soledad te vendrá a buscar?
Cuando me vaya
Cuando me vaya
Luna tras luna, llamándome
Bajarás donde el azul se rompe
El viento te abrazará de pie
Hurgando el vientre del horizonte
Una sonrisa se esfumará
Rozando el borde de los aleros
Tu boca amarga preguntará
¿Para quién brillan hoy los luceros?
Y las olas sembrarán caracolas
Arena y algas entre tus pies
Los besarán y se irán después
Hacia otra playa
Cuando me vaya
Me iré silbando aquella canción
Que me cantaba cuando era un crío
Un marinero lleno de ron
Por si en verano sentía frío
Me iré despacio y sé que quizás
Te evoque triste doblando el faro
Después la aldea quedará atrás
Después el día será más claro
Y ese día dulce melancolía
Has de arrugarte junto al hogar
Sin una astilla para quemar
Cuando me vaya
Cuando me vaya

El déficit es un mal bicho (Juan José Millás)


Hay quien para aplastar una cucaracha se quita el zapato y hay quien la aplasta con el zapato puesto. En todo caso, el zapato viene sirviendo, además de para proteger el pie, para reducir a mero grumo de materia orgánica a insectos imaginarios o reales. Quienes tenemos cierta edad recordamos a Nikita Kruschev aplastando con su calzado a la cucaracha del imperialismo yanki ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1960. Nos viene a la memoria asimismo el zapato que un periodista iraquí arrojó a Bush en 2008 otorgándole de este modo el tratamiento de un reptil. El zapato, en fin, fabrica metáforas con la facilidad con la que un rapero construye rimas. Todo lo que toca lo convierte en figura retórica, todo menos el duro suelo, que sigue siendo suelo después de ser pisoteado por él.
Ahora, en Estrasburgo, hemos visto al italiano Angelo Ciocca aplastando también con su zapato los papeles de Pierre Moscovici.
-Como me quite el zapato- amenazaban las madres de otra época a sus hijos, que salían corriendo cual sabandijas asustadas.
Por lo que vamos viendo, la utilidad aplastadora del zapato se ejerce más con él en la mano que en el pie. Un zapato en la mano deviene en un arma capaz de infligir un daño simbólico real, valga la paradoja. Al pisar los papeles del comisario de Asuntos Económicos, Ciocca los reducía a despreciables alimañas. Si los hubiera roto, el alcance de la noticia habría sido diferente. Lo increíble es que el zapato ignore esta capacidad suya para resignificar aquello a lo que agrede.
En algunas culturas es obligatorio descalzarse antes de entrar en las casas. Así, los zapatos de la familia y de los visitantes permanecen a la entrada extrañamente alineados, como un ejército en estado de alerta. Cuando me he visto en una de tales circunstancias, mientras tomaba el té con mis anfitriones árabes, imaginaba a ese ejército inspeccionando las esquinas del recibidor de la vivienda en busca de cucarachas a las que desarticular con un certero pisotón. De ahí que al abandonar el hogar al que había sido invitado, antes de calzarme, inspeccionara la suela de mis mocasines en busca de los restos del bicho. En el caso italiano, el bicho era el déficit, que continúa vivo y coleando.

NOS VEREMOS EN EL OCASO...


Nos veremos en el ocaso...
nos veremos cuando todo haya terminado,
y cuando apenas quede nada,
quizá quede el polvo y los gusanos...
o quizá, queden huesos y pellejos...

Nos veremos cuando los besos sean sin lengua y sin labios,
y cuando volar sea más fácil que últimamente,
y volaremos con las alas de la sabiduría del conocimiento
volaremos entre tus manos o en el espesor de tus cabellos,
volaremos por tus contornos a vuelo raso
y sin normas y a cielo abierto...
y para al fin, escondernos bajo la húmeda tierra
de la que todos hemos partido.

Y una última pregunta curiosa:
¿tú sabes si en el ocaso habrá flores?

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...