Son las 4 de la tarde y acabo de terminar de comer hace un rato. Ahora estoy en ese lapsus digestivo, cuando la sangre se acumula en el estómago y deja vacía la cabeza, pero aún así intento escribir algo. ¿Y `porqué lo hago?, pues porque me da la gana, es la misma respuesta de siempre, la que se da cuando te quedas sin argumentos. Y hablando de argumentos, hay personas que presentan sus argumentaciones como verdades de fe y entonces es verdad lo que el dice o no existe la verdad, porque los demás siempre estaremos equivocados, siempre. Suelen ser sujetos que usan argumentos extrapolados o sea exageran todo lo que pueden, pero ese es su funcionamiento mental, están polarizados con el estás conmigo o con el estás contra mí. Gustan alardear de que son originales y de que son profundos pensadores y por supuesto usan terminología pseudocientífica, terminología cogida por los pelos y sacada de muchas horas en el Google.
Aparte estos señores poseen algo en común, es el que no escuchan, no saben y no quieren escuchar y si se ven interrumpidos en sus disertaciones, elevan el tono y se ponen a hablar más y a gesrticular como auténticos locos. Si ven que el contrario se defiende con uñas y dientes, entonces entran en argumentaciones demagógicas y sacan datos falsos de la manga y si cuela, se vuelven a sentir dominadores del cotarro. Porque el tema de fondo es ese, es dominar y dominar aunque estés delante de cuatro pringaos, pero en ello se basa su existencia, en dominar todo lo que tocan.
Algunos se disfrazan un poco más y entran en sus argumentaciones a trapo, pero cuando ven que la cuerda se tensa demasiado, reculan y para salir triunfales, se mofan de los demás, ¿Cómo podeis pensar que yo pensara eso?, si yo soy un provocador. Y así se quedan tan tranquilos, pueden decir lo que quieren y como quieren e incluso salirse por la tangente y al final te dejan a ti el mal sabor de boca: eres tú el culpable por no tener sentido del humor, su sentido del humor, aparte de llamarte tonto por no haberlo visto, con lo simple que es ver que te estaba vacilando, y ¡coño! es que pareces tonto, te dice el tio, como epílogo. Qué simpático, verdad, que gracia más graciosa.
Yo creo que en el fondo es resentimiento puro y duro, es el complejo del que no sabe relacionarse y se venga de los que más o menos lo intentamos y en cambio de cambiar su chip, lo retuercen y le sacan la punta. Reconozco que el arte de relacionarse no es sencillo y fácil, es complejo por todas las variantes que tiene, pero eso no quita que haya que seguir intentándolo. Hacerse un resentido hacia el mundo es fácil, con unas buenas dosis de engreimiento y una cucharada de mucho odio, se tiene la receta mágica, la receta de sentirse por encima de los demás. Son los Pokemon, pequeños seres de mirada turbia y que de su boca sólo salen llamaradas de odio y por desgracia, son muchos más de lo que pensamos.