
Más adelante esa rebeldía la encaucé por caminos revolucionarios y entonces venga a organizarse y venga a tirar panfletos y venga a hacer pintadas, asambleas y manifestaciones y de vez en cuando alguna cama redonda. Más adelante me cayeron los pilares revolucionarios al suelo e intenté recomponer la cosa. Un poquito de aquí, otro poquito de allá y esto nuevo lo incorporo y esto lo quito del medio, es decir, hice un amaño con todo lo que tenía y de ahí salió un engendro bastante confuso. A veces era revolucionario, en otras era un jipi reciclado y en algunas, era un moderno de mierda. O sea un pupurri de tío.
Y así fui dando bandazos por la vida y tragando mucha saliva, pues la bilis nunca dejó de segregarse. Y así hasta hace poco años, unos 10 o 15 años y entonces me di cuenta que había que parar de dar bandazos y que tenía que asentarme. Desde esa sigo siendo un poco de todo, pero con un principio muy claro y del que ya nadie me mueve, ni me moverá nunca, tengo que ser yo mismo y por encima de todo y aunque en ello se me vaya la vida.