Ya estamos de vuelta, me despedí de todo lo que he podido, porque del lejano Faro de Formentor no era el momento, no era momento para hacer esas largas colas de coches llenas de guiris. Ni de Valdemossa, precioso pueblo, del que me despedí el otro día y por la misma razón que el otro día me despedí de mi Faro de Formentor, por saturación turística. Bueno pero fui a mi Monasterio de Lluc y ésta vez no me quedé por fuera, sino que me adentré en sus entrañas, pero tenía miedo, porque yo tenía mi propia composición del Monasterio y sabía que la realidad y la ficción se encontrarían y no precisamente para algo bueno. De hecho me gustó mucha más mi composición interiorista, había más plantas, más árboles, más patios interiores, más rincones en donde meditar, porque de eso se trata en un Monasterio, de buscar sitios que te ayuden a reflexionar y a meditar, aunque hay curas y monjes que piensan que solo sirven para rezar.
Y ¡joder!, ahora resulta que el Monasterio tenía piscina, que yo me negué a ver, pues ¿qué pinta una piscina en un Monasterio?. Veis, otro detalle para los guiris, para que apoquinen por un triste baño y para desangrarlos un poquito más. También tenía y tiene un Jardín Botánico...que solo leer su nombre la boca se me llenó de agua...un jardín Botánico...Uyyy!! qué bonito...pero el destino de nuevo me dio una bofetada, pues era un amago de Jardín Botánico, era un engendro, era un pequeño estanco y todo a su alrededor eran plantas de aquí, que crecían a su puta bola (de exóticas, ninguna y de las raras, menos) y eso era su concepto de Jardín Botánico, una pequeña selva deslustrada y deprimida y que sí, que necesitaba una mano de un buen jardinero.
Después y a pesar de éste palo me fui a despedir de mis sombras preferidas, de esos tres sitios frondosos y llenos de árboles. Y me llevé mi libro, mi último libro de éste viaje y en cada sitio cumplí lo prometido: me senté en una de sus mesas merenderos y me hice una larga y preciosa hora de lectura y esa fue mi despedida y sin un adiós y sin un hasta luego y solo con un alto y contundente: ¡Hasta siempre! me despedí sin mirar atrás...total sabía que esas sombras siempre me van a acompañar, que no necesito sus fotos, porque están perfectamente grabadas en mi memoria y ellas saben que de vez en cuando, las sacaré a pasear. Pues ahora son las 3 de la tarde y cae un sol de justicia y yo peleándome con las Uvas y Cerezas que acabo de comprar, pero está claro que ganan las Cerezas, las Uvas están revenidas, sin jugo, sin sustancia y ya veis lo que hace la apariencia, parecían las Uvas más lindas que había visto en mi vida y eso demuestra, que no es solo el pez el que muere por la boca.
Y ¡joder!, ahora resulta que el Monasterio tenía piscina, que yo me negué a ver, pues ¿qué pinta una piscina en un Monasterio?. Veis, otro detalle para los guiris, para que apoquinen por un triste baño y para desangrarlos un poquito más. También tenía y tiene un Jardín Botánico...que solo leer su nombre la boca se me llenó de agua...un jardín Botánico...Uyyy!! qué bonito...pero el destino de nuevo me dio una bofetada, pues era un amago de Jardín Botánico, era un engendro, era un pequeño estanco y todo a su alrededor eran plantas de aquí, que crecían a su puta bola (de exóticas, ninguna y de las raras, menos) y eso era su concepto de Jardín Botánico, una pequeña selva deslustrada y deprimida y que sí, que necesitaba una mano de un buen jardinero.
Después y a pesar de éste palo me fui a despedir de mis sombras preferidas, de esos tres sitios frondosos y llenos de árboles. Y me llevé mi libro, mi último libro de éste viaje y en cada sitio cumplí lo prometido: me senté en una de sus mesas merenderos y me hice una larga y preciosa hora de lectura y esa fue mi despedida y sin un adiós y sin un hasta luego y solo con un alto y contundente: ¡Hasta siempre! me despedí sin mirar atrás...total sabía que esas sombras siempre me van a acompañar, que no necesito sus fotos, porque están perfectamente grabadas en mi memoria y ellas saben que de vez en cuando, las sacaré a pasear. Pues ahora son las 3 de la tarde y cae un sol de justicia y yo peleándome con las Uvas y Cerezas que acabo de comprar, pero está claro que ganan las Cerezas, las Uvas están revenidas, sin jugo, sin sustancia y ya veis lo que hace la apariencia, parecían las Uvas más lindas que había visto en mi vida y eso demuestra, que no es solo el pez el que muere por la boca.