YO A LA VIDA, SE LO DEBO CASI TODO

 


Yo a la vida le debo infinidad de cosas.
Me enseñó a luchar y hasta dejarme los dientes por el camino.
Me enseñó a amar y hasta el infinito.
Me puso los más hermosos paisajes nunca antes vistos.
Me obsequió con bravos mares de azul y nácar.
Me regaló los más hermosos bosques mágicos.
Me puso una luna llena espeluznante.
Me bajó estrellas fugaces y algún anillo de Saturno.
Me puso faros en los acantilados.
Y me hizo andar por alfombras llenas de flores.
Por tanto, 
Yo a la vida se lo debo casi todo
y tenía que decírselo
y antes de que fuera demasiado tarde.

QUEDAN...


Quedan aquellos paisajes lunáticos,
con la luna colgando del techo de la noche.
Queda la puerta de mi habitación entreabierta,
por si entrabas a hurtadillas
y buscando mi cuerpo entre las sábanas.
Pero me fui acostumbrando al vacío de tu cuerpo
y a dormir con los fantasmas de mis sueños.

LA GUERRA...


La guerra es eso...guerra.
La guerra sabe a odio y vísceras.
La guerra salpica carne picada y sangre difuminada.
La guerra ensucia conciencias 
y nos ahoga en nuestra propia mierda.
La guerra huele a muerto y carne quemada.
La guerra es para el que siente que tiene que matar
y porque no sabe vivir en paz.

PARA VOLAR


Para volar...
hay que coger altura,
planear con la marea baja
y aterrizar donde te lleve la vida...


DEJAR PASAR EL TIEMPO...


Dejar pasar el tiempo...dejar pasar el tiempo...
¡menuda tontería!
El tiempo se come con los dedos
y a grandes mordiscos 
y hasta que la mandíbula se disloque.
Mientras vuelves a pensar en el paso tiempo...
vas chupándote los dedos
y ya está, 
ya tienes el tiempo disfrutado.

YO TE PIDO Y TÚ ME PIDES

 

Yo te pido y tú me pides
yo te beso y tú me besas,
tú me quieres y yo te quiero,
yo te escribo un bello poema y otro y otro y otro...
y cientos y miles,
y hasta que mis dedos se atrofien
o hasta que me digas, que me quieres,
o que por favor, que pare...que pare...que pare...
y entonces comprenderé
que prefieres el silencio
a la belleza de mis palabras.

Y CUANDO YO ESCUCHO ÉSTAS COSAS...

 


Cuando yo escucho frases como ésta: "no sé puede venir a España y vivir a costa de los españoles", me entran ganas de reventar el mundo. Claro que los hay aún más peligrosos y que más o menos dicen que: "que entre los refugiados se están colando un montón de terroristas islamistas" y después de dicho esto, se van a su casa a descansar y como si nada. O sea y en resumen éste clase de gentuza piensa que los refugiados son puta escoria y lo dicen insistiendo más y más en el tema y dejan como coletilla, el miedo que lógicamente se les tiene a esos pirados del Estado Islámico y a todos sus aledaños.
Ellos juegan con el miedo y porque saben que el miedo es nuestro peor enemigo y que por miedo puedes llegar a hacer aberraciones y monstruosidades colectivas. Y ellos sueltan su dejadilla y del resto se ocupa el puto miedo y entonces, todos a levantar vallas con cuchillas y listos para aprobar leyes coercitivas y xenófobas. Y resulta que les sale el tiro por la culata y los Islamistas asesinos se nutren de terroristas que nacieron en Europa y nacidos hace bastantes años. Pero a ellos eso les da igual y porque su primera y única intención, era sembrar miedo.
Y la barbaridad que se está haciendo con los refugiados les da exactamente igual y porque eso está muy lejos de nuestras fronteras y porque en el fondo, niegan su condición como seres humanos que son. No sé, yo tenía una prima que adoraba a sus perritos y hasta el máximo grado de la imbecilidad y en cambio, odiaba a los seres humanos y porque en el fondo y en la superficie, les resultaban seres repugnantes. Y eso mismo les pasa a estos pedazos de carne, que odian todo lo que huela a humano y todo musulmán es un terrorista y un aprovechado descarado que quiere vivir de los españolitos. Pues sed bienvenidos al infierno, pedazo de cabrones y porque si un día puedo, os rociaré de gasolina y os juro, que ese día dormiré a pierna suelta.

DEL MIEDO...VIVO ESCONDIDO...

 

De entre mis dedos brotan hojas y flores,
de entre mis sueños nacen otras historias,
de entre mis miedos
crecen enredaderas que buscan la luz del fuego
y alguna me presta su sombra para darme cobijo
y entonces es cuando me digo,
del miedo... vivo escondido...

Antonio Muñoz Molina

 

No hay nada como la alegría de descubrir algo completamente nuevo, de comprobar que, por mucho que los años induzcan a la melancolía o a la simple desgana, el espectáculo de lo real siempre es inabarcable. Siempre hay ciudades y libros y música y películas a los que llegar por primera vez, que lo toman del todo por sorpresa, despertándole la limpia pasión de admirar y aprender. Entonces resulta que no haber leído algo todavía no es una deficiencia inconfesable, sino la oportunidad de una celebración. Un espejismo mezquino de la edad es suponer que el mundo está en decadencia porque uno ya no es joven. Un cierto grado de escepticismo es inevitable con el paso del tiempo, pero no hay nobleza en el cinismo. Que tú hayas perdido la capacidad de apreciarla no quiere decir que la belleza ya no existe.

TRAFICANTES DE TIEMPO (Irene Vallejo)


«Igual que tú, el niño siente la impaciencia del deseo —lo quiero ya—, pero no puede comprender la razón de la prisa. Para qué sirve la rapidez, cuando el placer consiste en entretenerse, remolonear y ser lentos. Qué inexplicables le parecen vuestras bruscas urgencias, los espabila, los venga vamos, los así no llegaremos nunca. Experto en demoras, se recrea en cada juego, en el peldaño de cada escalera, en cada excursión, como una historia interminable. Tu hijo intuye que el amor exige prodigalidad temporal. Si quieres a alguien, le das tu sosiego, tu desaceleración, tu olvido de los relojes.
Sin embargo, tu pequeño sibarita tiene serios competidores: cada instante, los dispositivos digitales y sus voraces pantallas batallan por secuestrar nuestras horas. Los gigantes tecnológicos codician miradas absortas para subastarlas en un frenético mercado de la atención. Las aplicaciones y las redes sociales son gratuitas solo en apariencia. No pagamos por ellas porque el producto es en realidad otro: nuestro tiempo. Hechizados por imágenes palpitantes y estímulos adictivos, regalamos información sobre nuestros gustos, movimientos, opiniones, miserias y sueños. Cuanto más, mejor: alimentamos bancos de minutos y bases de datos que las empresas venderán al mejor postor y que retornarán en forma de publicidad y propaganda personalizadas. Somos nosotros quienes estamos en venta.
En los años setenta, antes de la expansión de Internet y los primeros móviles, un autor de literatura infantil, Michael Ende, escribió una fábula visionaria sobre el saqueo de nuestro tesoro temporal. Los habitantes de una gran ciudad empiezan a recibir la visita de unos misteriosos hombres vestidos de gris, agentes de la Caja de Ahorros del Tiempo. Estos persuasivos recién llegados prometen suculentos intereses a la gente que deposite en su banco las horas ahorradas cada día: en lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente; reduzca el contacto cotidiano con su anciana madre a unas breves palabras; mejor aún, alójela en un buen asilo, pero barato, donde cuidarán de ella; no pierda ni una fracción de sus preciosos días en cantar, leer o en compañía de sus amigos. Los traficantes de tiempo van conquistando calladamente la sociedad, sin ninguna resistencia. La ansiedad, la urgencia y una prisa obsesiva se apoderan de la gente, que sigue ciegamente los consejos de los trajeados hombres grises tomándolos por decisiones propias. “Un negocio difícil, sangrarles el tiempo a los hombres, segundo a segundo. Nosotros nos lo quedamos, lo necesitamos, lo ansiamos. No sabéis lo que significa vuestro tiempo. Pero nosotros lo sabemos y os lo chupamos hasta la piel. Y necesitamos más, cada vez más”. Solo Momo, una niña huérfana que vive entre las ruinas de un anfiteatro romano, y la mágica tortuga Casiopea consiguen desenmascarar y derrotar a los grises banqueros que aspiran el humo de instantes usurpados.
Frente a nuestro empeño en digitalizar la educación, los gurús informáticos de Silicon Valley están criando a sus hijos sin pantallas. En los carísimos colegios privados de la meca tecnológica, los niños hacen sus cuentas con lápiz, cuartillas y arcaicas pizarras provistas de tizas de colores. Algo huele a podrido en California, cuando los propios cocineros prohíben a su familia saborear el mismo plato que nos ofrecen.
En la mitología clásica existió una divinidad llamada Momo, como la niña de Ende. La legendaria Momo encarnaba la burla irreverente hacia todos, incluso contra los habitantes del Olimpo: opinaba con ironía que la creación de los seres humanos estaba sobrevalorada. A su juicio, los dioses deberían haber previsto una pequeña puerta en el pecho que permitiera vigilar nuestras verdaderas ideas y sentimientos sinceros. No imaginaba que, algunos milenios más tarde, regalaríamos con ligereza datos vitales sobre nuestra salud, nuestras ideas políticas y nuestros secretos, auténticas semillas de control. Hoy, esa portezuela que soñó Momo existe, y ciertas empresas la abren para hurtarnos el tiempo y la intimidad con la ganzúa de nuestras horas cautivas»

LA VIDA...


 

SÁBADO

Sábado, primer sábado después de mi cumpleaños que fue el día 5 de febrero y ese día el mundo tuvo la mala suerte de saber que en una esquin...