LA IRA (Relato)

La ira, la ira la relaciono con Dios, si con Dios, el mismo que está viviendo en el cielo y tien un chalet con piscina y con jacuzzi, y con vistas al campo de golf. Por cierto aún lo tiene hipotecado y acaba de pedir una carencia y como siga asi el Banco Vaticano le va a embargar el chiringuito. Bueno contrémonos, pues veo a Dios saliendo de una nube y sólose le ve la parte superior del cuerpo, más menos a la altura de su ombligo. Tiene ese triángulo de las bermudas encima de su sacrosanta cabeza y con ojo en el medio, como si Dios necesitara un ojo demás, si él lo ve todo.

                En el lienzo que expongo, tiene unas greñas blancas tipo jipy revenido y una barba blanca larga y desaliñada. Un brazo lo tiene doblado y junto al tórax y el otro, el brazo malo o brazo tóxico, está extendido y con el dedo índice señalando al mundo y claro a los pecadores, que somos casi todos los humanos y de la punta del dedo le salen rayos en plan metralleta, como si estuviera jugando a la Play station. La cara representa a Dios con un cabreo que no veas o cara de ira o de mala uva, con el ceño fruncido y mirada taciturna, cara de no perdonar a nadie, ni siquiera a su parentela. Ésta para mi es la representación de la ira, de la ira divina, la peor de las iras, aparte. claro, del IRA irlandés.

                Ante ésta cara de cabreo y su dedo mandando rayos y truenos, a mi me entra miedo y por eso tengo la idea de cuando esté en el Infierno, que ya no queda mucho, me irá hasta el cielo en un viaje organizado por el Imserso y así hablar con Dios para que se calme. Lo del Imserso lo tengo claro, pues el viaje es barato y en el Infierno se organizan muchas visitas al cielo.

                El Imserso del infierno, tiene muchos socios, pues la mayoría de sus miembros mueren en pecado, que suele ser mortal, pero mortal por ambas cosas, mortal de pecado mortal y mortal porque se mueren cuando pecan. En el viaje hacia el cielo se ponen autobuses que van por la autopista hacia el cielo y los condenados del Inserso abren las ventanillas para tirar todas las medicinas. Ya sabeís y si no sabeis yo os lo cuento, que Imserso tiene sus propias normas y una de ellas y que es la primera, es que están prohibidas las medicinas. Prefieren morir en el fragor de su última batalla, que estar meando cada media hora. La segunda, es que no hay ninguna dieta, se come de todo y a todas horas, que para eso es todo incluído. La tercera, es que el que no beba, es denostado a currar en las galeras. Hay que privar pues puede ser el último día. La única medicina permitida es la Viagra, pues ante todo y si se puede hay que morir follando.

               Al llegar al cielo nos instalaremos en el "Hotel nube divina", que es el más próximo a la casa de Dios. Aprovecharé el momento en que todos estén borrachos como cubas y me acercaré a Dios, para darle un cubo o carro de tranquilizantes. Pues en cielo hay la  ley seca: ni beber, ni tranquilizantes, ni drogas duras, ni siquiera un simple porrito. Y le rogaré que por favor se las tome para bajar su nivel de cabreo o nivel de ira. Después de mi misión ya cumplida, volveré de nuevo a la sala de celebraciones del Hotel y añadirme a la fiesta. Entonces me tomaré la Viagra, pues simplemente por si algo cae. La esperanza, es lo último que se pierde.

EL SECRETO DEL MAR (Relato)

  Un día paseando cerca del mar me encontré con una sirena, una preciosa sirena con un fuerte olor a perfume de mar. Le pregunté que era lo que tenía el mar y cual era su secreto para almacenar tanta belleza dentro de él y estar tan rebosante de felicidad y ella me respondió: que el mar tiene tanta belleza y está tan lleno de vida, porque el mar no necesita a nadie. O esa fué mi traducción de lo que ella dijo, pues ella me habló en el idioma marino, un idioma que no domino. Y con esa explicación se fué al mar tan tranquila, se sumergió y se perdió en lontananza. Yo seguí paseando y dando vueltas y vueltas a su respuesta: el mar es así porque no necesita a nadie. ¡manda carallo!, me dije.

                 Ese dia de paseo y en el que hablé con la sirena, no sirvió para resolver mis dudas, logicamente. Así que seguí tratando  de descifrar sus palabras y cada día me acercaba al mismo sitio en que por última vez la había visto y nada. Y pasaron las días y los meses y menos. hasta que me dí por vencido y seguí viviendo sin tener la respuesta. Y casi me olvido de ello, hasta que un día y por casualidad, porque iba dando un paseo con mi perro, la vi sobre una roca. No hizo falta preguntarle nada, ella respondió antes que yo le preguntara. Supongo que no habrás resuelto el jeroglífico porque noto que ya no piensas en él... - me dijo.  Y sin esperar mi respuesta, siguió hablando: el mar me ha mandado un recado y si tú quieres conocerle en persona y así resuelves tú rompecabezas, tendrás que acudir a su cita y el mar... te convoca a que asistas esta noche con la luna llena al Faro del acantilado. Estupefacto me quedé y por supuesto le dije que sí, que si iría.

                 Llegada la noche mi corazón no cabía en mi pecho y su ritmo se aceleraba a cada minuto que pasaba. Así que a las 10 de la noche estaba sentado al lado del Faro y viendo a las olas como rompían bajo mis pies. En una de ellas el mar levantó su loma y me envolvió una inmensa ola que me arrastró tras ella. Pensé que ya estaba muerto, pero que va allí estaba, viendo al mar por dentro y enseñándome sus profundidades. Mientra tanto el mar me hablaba y con una música acompasada por el movimiento de sus olas, me decía: si tú buscas el secreto que yo tengo guardado en el fondo marino, tendrás que acompañarme, pero primero vacía tús bolsillos de todo lo que necesitas, aquí no necesitas nada y así hice. Vacié mis bolsillos por completo y acompañe al mar hasta sus profundidades.

                Cuando ya casi tocaba el fondo marino, el mar me dijo con sorna. ¿Te has acordado de respirar? y yo le dije la verdad:  pues no, no me he acordado. Y a continuación con una sonrisa irónica se despedió de mi, no sin antes decirme: ahora ya sabes mi secreto. No has necesitado respirar hasta que yo te lo he preguntado y sin más desapareció y me dejó depositado sobre la arena de una playa. Aún confuso por su respuesta dirigí mis pasos hacia mi casa. Entonces que me quiso  decir, ¿que yo puedo ser feliz si no necesito a nadie?, me interrogaba a cada paso que daba.

                Al día siguiente seguía pensando en sus palabras y entonces empecé a entenderlas. Yo  seré feliz si consigo no necesitar, si llego a ese estado en que uno flota sin necesidad de los demás. Tú propio estado, único e independiente, en donde los demás están y tú estás con ellos, pero ya nunca más te impondrán sus necesidades. Desde ese día veo a la gente distinta, la oigo y la escucho, les hablo y les hago caso, pero mantengo la distancias, las distancias necesarias para que cada uno tenga su vida. Y desde ese día entendí al mar y empecé a enterderme a mí. ¡Tampoco es tan difícil!.

UNA DESPEDIDA (Poema)

Se podían haber dicho tantas cosas,
y en cambio no se dijeron ninguna,
sólo se dirigieron la mirada,
y con eso les llegó, y les fué suficiente,
pues los dos sabían leer en los ojos del otro.

Un adiós roto por una sonrisa,
no hubo más, ni siquiera un beso,
o un gesto de aprecio,
les llegaba con saber,
 que nunca se volverían a ver.

Una despedida sin palabras,
muda  y sin lágrimas,
densa y tensa,
dura  y fria como el acero,
el último adiós y el adiós definitivo.

Se podían haber dicho tantas cosas,
y nada se dijeron,
y los dos miraron al suelo,
sin atreverse a levantarlos,
pues sus ojos ya eran un mar de lágrimas,
y sólo se dieron el último beso,
el beso que les condenaba a cadena perpetua,
pues los dos sabían,
 que su condena era,
 que nunca volverían a verse.

UN DÍA DUDÉ (Relato)

Un día dudé y miré a los ojos de mis compañeros. Ellos me dijeron que adelante, que todo duele, pero que el fin merecía la pena. Más adelante, en un día gris otoñal, volví a dudar y ésta vez lo hice con más fuerza y de nuevo busqué los ojos amigos, los ojos que me dieran la respuesta, y los miré y esos ojos yacían vencidos y muertos, y entonces ya no tuve que preguntar nada. Guardé mi ideario revolucionario en un rincón de mi ático.

              Pasaron loa años y de vez en cuando me asaltaba la duda, pero me faltaban el valor y los ojos amigos. Así pasó el tiempo, hasta que un día de primavera, noté que la duda me atravesó como un rayo y tuve que desempolvar mi viejo ideario, aún no sé el porqué, ni el como y creo que no lo sabré nunca. El ideario estaba igual de como lo había dejado, con muchas ideas pero en orden caótico. Entonces me puse a leerlo y la duda me volvió de nuevo, la duda pendiente. Al final de darle lectura, lo primero que hice fué buscar los ojos de mis compañeros y de nuevo no estaban, pero sí que estaban los míos.

              Asi que por fin entendí el mensaje: no tenía que esperar los ojos de nadie, sólo tenía que mirarme en el espejo y ver mis ojos claros. Y así es como empecé de nuevo mi tarea pendiente. Yo era el que tenía que darme la vuelta y revolucionarme por dentro y eso hago en cada instante de mi vida. La otra, la revolución social aún está ahí, delante de mí, y no creo que yo la viva. De todas formas sigo buscando otros ojos iluminados, pero ello ya no me obsesiona, pues sé que algún día los encontraré y entonces ese día empezaremos de nuevo el camino hacia esa revolución pendiente y no me pidais que os la defina y concrete, pues eso rompería su encanto. Un sueño es un sueño y por tanto es sólo un deseo. Aunque a éstas alturas, donde los años pasan más rápidos que los días, nuestra revolución pendiente va a ser dentro del Geriátrico.

             Desde ese dia, que no fué hace mucho, apenas hace un año, yo ya soy otro y puedo verme todos los dias en el espejo y disfruto con mi nueva compañera de viaje, la vida. Ahora la vida me está enseñando a sentir a cada instante, a acariciar y ser acariciado, a dar un beso y recibir muchos, a ser sincero y que los demás me entiendan y sobre todo me ha enseñado a participar con ella y de ella, a compartir, a amar, y a ser partícipe activo, que no pasivo. Por eso mi mensaje, ahora es abierto y sincero, y por eso os tengo algo que decir: la vida la cojes o la dejas, pero si la cojes, aunque ya te parezca tarde, cójela hasta exprimirla la última gota de su savia. Y os juro que merece la pena.

Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...