CUENTOS DE CUARENTENA 2
LOS TRES CERDITOS
El animal mejor que yo recuerdo
es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo.
El cerdo es bestia lista, es bestia amable,
es bestia noble, hermosa y agradable.
Mas, como en toda regla hay excepción,
también hay algún cerdo tontorrón.
Dígame usted si no: ¿qué pensaría
si, paseando por el bosque un día,
topara con un cerdo que trabaja
haciéndose una gran casa... de PAJA?
El Lobo, que esto vio, pensó: Ese idiota
debe de estar fatal de la pelota...
¡Cerdito, por favor, déjame entrar! .
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Y por más que rezó la criatura
el lobo destruyó su arquitectura.
¡Qué afortunado soy! ‑pensó el bribón.
¡Veo la vida de color jamón!
Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo,
ni se salvó el hogar ni quedó el rabo.
es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo.
El cerdo es bestia lista, es bestia amable,
es bestia noble, hermosa y agradable.
Mas, como en toda regla hay excepción,
también hay algún cerdo tontorrón.
Dígame usted si no: ¿qué pensaría
si, paseando por el bosque un día,
topara con un cerdo que trabaja
haciéndose una gran casa... de PAJA?
El Lobo, que esto vio, pensó: Ese idiota
debe de estar fatal de la pelota...
¡Cerdito, por favor, déjame entrar! .
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Y por más que rezó la criatura
el lobo destruyó su arquitectura.
¡Qué afortunado soy! ‑pensó el bribón.
¡Veo la vida de color jamón!
Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo,
ni se salvó el hogar ni quedó el rabo.
El Lobo siguió dando su paseo,
pero un rato después gritó: ¿Qué veo?
¡Otro lechón adicto al bricolaje
haciéndose una casa... de RAMAJE!
¡Cerdito, por favor, déjame entrar!
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Farfulló el Lobo: ¡Ya verás, lechón!
y se lanzó a soplar como un tifón.
El cerdo gritó: ¡No hace tanto rato
que te has desayunado! Hagamos un trato.
El Lobo dijo: ¡Harás lo que yo diga!
Y pronto estuvo el cerdo en su barriga.
No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho,
pero aún no estoy del todo satisfecho,
‑se dijo el Lobo‑. No me importaría
comerme otro cochino a mediodía.
De modo que, con paso subrepticio,
la fiera se acercó hasta otro edificio
en cuyo comedor otro marrano
trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero,
de los tres era el menos majadero
y que, por si las moscas, el muy pillo
se había hecho la casa... ¡de LADRILLO!
¡Conmigo no podrás!, exclamó el cerdo.
¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo!
‑le dijo el Lobo‑. ¡No habrá quien impida
que tumbe de un soplido tu guarida!
Nunca podrás soplar lo suficiente
para arruinar mansión tan resistente,
le contestó el cochino con razón,
pues resistió la casa el ventarrón.
Si no la puedo hacer volar soplando,
la volaré con pólvora... y andando,
dijo la bestia, y el lechón sagaz
que aquello oyó, chilló: ¡Serás capaz!
y, lleno de zozobra y de congoja,
un número marcó: ¿Familia Roja? .
¡Aló! ¿Quién llama? ‑le contestó ella‑.
¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella
como acostumbro, ¿y tú? Caperu, escucha.
Ven aquí en cuanto salgas de la ducha.
¿Qué pasa?, preguntó Caperucita.
Que el Lobo quiere darme dinamita,
y como tú de Lobos sabes mucho,
quizá puedas dejarle sin cartuchos.
¡Querido marranín, porquete guapo!
Estaba proyectando irme de trapos,
así que, aunque me da cierta pereza,
iré en cuanto me seque la cabeza.
pero un rato después gritó: ¿Qué veo?
¡Otro lechón adicto al bricolaje
haciéndose una casa... de RAMAJE!
¡Cerdito, por favor, déjame entrar!
¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!
¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!
Farfulló el Lobo: ¡Ya verás, lechón!
y se lanzó a soplar como un tifón.
El cerdo gritó: ¡No hace tanto rato
que te has desayunado! Hagamos un trato.
El Lobo dijo: ¡Harás lo que yo diga!
Y pronto estuvo el cerdo en su barriga.
No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho,
pero aún no estoy del todo satisfecho,
‑se dijo el Lobo‑. No me importaría
comerme otro cochino a mediodía.
De modo que, con paso subrepticio,
la fiera se acercó hasta otro edificio
en cuyo comedor otro marrano
trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero,
de los tres era el menos majadero
y que, por si las moscas, el muy pillo
se había hecho la casa... ¡de LADRILLO!
¡Conmigo no podrás!, exclamó el cerdo.
¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo!
‑le dijo el Lobo‑. ¡No habrá quien impida
que tumbe de un soplido tu guarida!
Nunca podrás soplar lo suficiente
para arruinar mansión tan resistente,
le contestó el cochino con razón,
pues resistió la casa el ventarrón.
Si no la puedo hacer volar soplando,
la volaré con pólvora... y andando,
dijo la bestia, y el lechón sagaz
que aquello oyó, chilló: ¡Serás capaz!
y, lleno de zozobra y de congoja,
un número marcó: ¿Familia Roja? .
¡Aló! ¿Quién llama? ‑le contestó ella‑.
¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella
como acostumbro, ¿y tú? Caperu, escucha.
Ven aquí en cuanto salgas de la ducha.
¿Qué pasa?, preguntó Caperucita.
Que el Lobo quiere darme dinamita,
y como tú de Lobos sabes mucho,
quizá puedas dejarle sin cartuchos.
¡Querido marranín, porquete guapo!
Estaba proyectando irme de trapos,
así que, aunque me da cierta pereza,
iré en cuanto me seque la cabeza.
Poco después, Caperu atravesaba
el bosque de este cuento.
El Lobo estaba en medio del camino, con los dientes
brillando cual puñales relucientes
los ojos como brasas encendidas,
todo él lleno de impulsos homicidas.
Pero Caperucita ‑ahora de pie
volvió a sacarse el arma del corsé
y alcanzó al Lobo en punto tan vital
que la lesión le resultó fatal.
El cerdo, que observaba ojo avizor,
gritó: ¡Caperucita es la mejor!
el bosque de este cuento.
El Lobo estaba en medio del camino, con los dientes
brillando cual puñales relucientes
los ojos como brasas encendidas,
todo él lleno de impulsos homicidas.
Pero Caperucita ‑ahora de pie
volvió a sacarse el arma del corsé
y alcanzó al Lobo en punto tan vital
que la lesión le resultó fatal.
El cerdo, que observaba ojo avizor,
gritó: ¡Caperucita es la mejor!
¡Ay, puerco ingenuo! Tu pecado fue
fiarte de la chica del corsé.
Porque Caperu luce últimamente
no sólo dos pellizas imponentes
de Lobo, sino un maletín de mano
hecho con la mejor... ¡PIEL DE MARRANO!
fiarte de la chica del corsé.
Porque Caperu luce últimamente
no sólo dos pellizas imponentes
de Lobo, sino un maletín de mano
hecho con la mejor... ¡PIEL DE MARRANO!
Ilustración de Quentin Blake
CUENTOS DE CUARENTENA 1
CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO.
Estando una mañana haciendo el bobo,
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"...
¡Tendré que merendarme otra señora!"
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto,¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirando con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
"¿Puedo pasar, Señora?", preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando "¡Este me come de un bocado!".
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
"Sigo teniendo un hambre aterradora"...
¡Tendré que merendarme otra señora!"
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
"¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!"
-Que así llamaba al bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: "¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto,¡me impresionan tus orejas!"
"Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas". "¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!". "Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto,
para que pueda verte, Don Ernesto
el oculista", dijo el animal
mirando con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: "¡Que imponente
abrigo de piel llevas este invierno!"
El Lobo, estupefacto, dijo: "¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa".
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revolver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque...¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
cruzando por el Bosque...¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
Ilustración de Quentin Blake
TARDE DE DOMINGO

Tarde de domingo,
tarde que incluso en tiempos de cuarentena
yo la veo venir desde lejos,
la veo venir desde muy...muy lejos,
quizá desde el mismo lunes
sabía que el próximo domingo me visitaría con su tarde,
algunos le llaman tarde melancólica,
otros la denominan tarde lánguida y decadente
y algunos otros, como yo,
no le ponemos nombre ni apellidos
es tarde de domingo y nada más,
no hay epítetos, no hay adverbios,
no hay admiraciones,
estamos ante una tarde de domingo, sin más,
además,
es exactamente igual que cualquier tarde de domingo,
no importa el mes,
no importa la estación,
no importa el año,
ni importa si llovió o si salió el sol,
porque en una tarde de domingo,
todos los recuerdos se hacen otoñales,
la luz se difumina tras el mismo cristal de la misma ventana,
y al final del día
siempre me inunda la necesidad de pensar que nos queda la esperanza,
(por supervivencia, supongo)
que tal vez la semana que viene....
que tal vez el próximo mes...
que tal vez el año que viene...
que quizá próximamente...
que siempre quedará un poco de aire
después de respirar en un tubo de escape...
lo siento por la negrura de mis pensamientos,
pero es que la tarde de domingo
destroza mis ánimos
y me deja como una colilla que no sirve para nada
(bueno sí, para ser pisoteada),
hoy me siento más caracol que otra cosa,
hoy me siento cornudo (no sé porqué), baboso y arrastrado,
pero ese pensamiento en una tarde de domingo,
es algo tan de tarde de domingo...
que no altera ni la raíz de mi pelo,
no me pone ni triste ni contento,
me pone neutro en mi mar de dentro,
hoy siento el corcho en la yema de mis dedos,
además de náuseas por tanto ozono que he ingerido en ésta otra tarde de domingo.
"EXTRAÑO UTENSILIO" (Marwan)
ÓXIDO

Parece que la pendiente hacia arriba se aplana
y que empieza el descenso en número de
contagios
y en número de muertos,
la cosa o el asunto empieza a coger otro color,
pero seamos prudentes
y no cantemos victoria antes de tiempo,
a lo largo de ésta semana se podrán confirmar estos datos
o no,
porque la cara oculta del bicho está por conocer,
y a lo mejor muta y se hace más bicho...
aunque según los chinos,
con ésta enorme encerrona
y con otras severas medidas de aislamiento,
se puede ganar a la pandemia,
claro, que cualquiera se fía de los chinos
y de su puto número de muertos chinos,
porque tiene que haber más, muchos más...
pero bueno, eso en china
se arregla con un congreso del gran partido único
en donde se decidirá por unanimidad
y porque no les queda otro remedio
(porque sino les cortan el cuello)
que no eran muertos
y que todo formaba parte de un desfile popular,
todo formaba parte de una larga marcha como con Mao,
y como era tan larga
habían decidido llevarse los féretros consigo,
(para los que iban pringando por el camino)
por tanto, mi querido Trump
la competencia china, es desleal,
pero la suya es simplemente bestial,
usted suprime la competencia de un plumazo,
su pueblo tiene 50.000 muertos por el coronavirus,
pero a usted sólo te preocupa la economía,
claro que con 22 millones de parados más,
la cosa huele a crisis y a ruina
y de ésta no se libra ni dios,
vamos todos directos al agujero de la desesperanza y del hambre,
ahora, tocan tiempos siniestros,
paro, caídas de sueldos,
las pensiones más amenazadas que nunca,
los derechos laborales pisoteados,
las amenazas de despido estarán al día,
y todo se cubrirá de ese viejo óxido que conocemos todos,
óxido de la podredumbre y la ruina.
DOMINGO

Otro domingo más en ésta nebulosa en la que vivimos,
creo que es domingo y está nublado por sus cuatro
costados,
ésta noche llovió bastante,
yo escuché el caer de sus entrañables gotas
sobre una claraboya que tengo en medio del tejado,
me encanta escuchar la música de la lluvia,
por cierto,
ya estaba (la claraboya) cuando me vine a vivir a ésta casa,
y pensé como unas cien mil veces, sino más...
que el anterior propietario la puso
para escuchar esos grandes conciertos en primera fila,
claro que siempre hay una opinión disonante
que me dice a voz en grito...
¿y si la puso para que entrara luz en las escaleras interiores?,
pero como las dos ideas me encantan
me quedo con las dos teorías,
el tío quería claridad al subir las escaleras
y quedarse extasiado escuchando la música de la lluvia,
total,
no hay nadie que me pueda llevar la contraria,
por lo menos el guiri inglés (que era el anterior propietario)
se acabó hiendo a su isla natal
y después de haberse bebido varias bodegas de ginebra
y de salir con una mano delante y otra detrás...
Pero bueno, no nos quedemos todo el tiempo en casa,
y salgamos de casa metafóricamente hablando,
pongamos un punto negro en el cielo
y abramos el grifo del agua,
hay que inundarse de nuevas sensaciones,
hay que poner punto a quién ya tenías tachado,
y decirle en su cara virtual lo que realmente pensabas de él o de ella,
estamos de encerrona
además, nos la han ampliado hasta el día 9 de mayo,
pues con más razón hay que ser valiente y decidido,
y así cuando podamos salir de casa,
seremos más libres que ahora,
hay que aligerar ese equipaje tan pesado
que hemos ido acumulando en todos estos años,
hay que aprovechar la coyuntura
para que se entere ese compañero tan estúpido que no puedes ver,
o aquél amigo que sigue intentando hablar contigo,
cuando está más que claro, que tú no quieres hablar con él,
o al que te saluda cuando le conviene
y dependiendo de con quién esté
o decirle al vecino de al lado,
usted es un cretino integral...
es una pena,
pero tengo que dejarlo claro
¡hay tanto donde escoger!
pero centrémonos en uno,
después irá cayendo el resto
y dicen que una cosa lleva a la otra,
y en estos casos lo único que se debe hacer,
es ordenar las preferencias
y no atacarlas todas a la vez,
de uno en uno
y disfrutando de cada uno,
¡no hay piedad en tiempos de pandemia¡.
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