CUIDADO CON LAS PALABRAS (Alejandra Pizarnik)
¡ES INÚTIL QUEJARSE! (Federico García Lorca)
CLUB 21 (Pedro M. Martínez). Blog "glup 2.0"
Club 21
Club 21.
Fran Lebowitz me lo ha recordado. Camines lo que camines, New York es demasiado grande para abarcarlo. A mí el Club 21 (1) no me decía nada, su fachada sí me parecía elegante con esos 35 jockeys (2) no sé si brindando o llamando a los paseantes. Miré de pasada su carta y pensé que no era para mi economía.
No fue sino hasta el siguiente viaje, habíamos pasado la mañana comprando camisas entre la Quinta y la Sexta, embriagados por el embrujo de Manhattan. Nos pareció ver a Audrey Hepburn en el escaparate de Tiffany pero no era (aquella señora se parecía bastante, eso sí). Hacía mucho calor en la hora de comer, el azar (¿?) nos dejó frente el 21. ¿Entramos? Vamos allá. Yo llevaba una camisa de manga corta -No puede pasar así-. El club exige un mínimo de respeto indumentario. Aparece el maitre, encantador -no se preocupe, pasen, pasen, le dejamos una chaqueta-. Antes de comer es costumbre tomar un cocktail. -Dos dry Martini (3), por favor-. Como a Teresa le parece fuerte, me tomo los dos antes de una sopa con siete sabores diferentes. Nunca he saboreado nada igual. El segundo plato es igual de extraordinario. -Otro dry Martini, please-. A nuestro lado está sentada una señora que teclea su Mac y no quita ojo al pañuelo con el que Teresa cubre sus hombros. Empiezan a hablar. La señora viene de hacer una entrevista a Ivanka Trump y está contenta. Hablan y hablan y apenas entiendo porque a estas alturas de la ginebra ya no sé en qué idioma se comunican pero alrededor todo es maravilloso, hay pájaros volando y flores esparcidas entre nubes rosas Disney. Se hacen amigas. La señora del Mac nos invita a visitarla en Greenwich (Connecticut) y ese es el comienzo de una historia sorprendente. Lo contaré otro día, ahora estamos hablando del Club 21. Vuelve el maitre -¿todo bien?-, profesional y amable nos invita a conocer el restaurante y en un correcto castellano nos enseña rincones, cuenta historias y el Martini no me impide sentirme muy afortunado. Cuando pago olvido el precio porque entre otras cosas es correcto, asequible, más barato que muchos restaurantes de aquí (4). Volvemos al hotel, encantados, sonrientes, prometiéndonos otra visita al Club 21 en el próximo viaje.
Ahora el virus decide, Fran Lebowitz me lo recuerda y leo en el periódico que el Club 21 cerrará sus puertas definitivamente después de 90 años de historia (5). El mundo que he conocido se va a la mierda.
(6)
(1) https://www.belmond.com/es/restaurants/north-america/usa/ny/new-york/21
(2) Las estatuas de los jockeys de la fachada del restaurante Club 21 de Nueva York fueron creadas como elemento decorativo en el siglo XIX. No hace mucho algunas de ellas fueron remodeladas porque los rasgos que representaban a hombres afroamericanos fueron considerados racistas por el estereotipo que habían seguido en su factura. Ahora son políticamente correctas.
(3)¿Cómo preparar un buen Dry Martini?
La elaboración es sencilla: está compuesta por 4 parte de Ginebra, una parte de Vermouth seco, un twist de limón y una aceituna verde.
Para su elaboración debemos verter el Vermouth seco y la Ginebra en una coctelera con abundante hielo, removemos bien la mezcla, y servimos con cuidado en una copa de cóctel, a continuación, perfumamos la copa retorciendo la piel de limón, es lo que se conoce como twist y decoramos con una aceituna verde.
(4) me refiero a mi aquí que estaré gustoso de definirlo si alguien me lo pide.
(6) Dejo para otro día el momento surrealista en el que fui al servicio para cambiar mi camisa por una de las que me había comprado de manga larga. El diálogo o algo parecido con uno de los empleados, un señor de cierta edad, afroamericano, malhumorado, posiblemente mal hablado, él con una escoba, yo con el torso desnudo quitando las etiquetas a la camisa, mirándonos a los ojos y dedicándonos frases interculturales, él decía no sé qué de motherfucker y yo no me quedé atrás aunque en realidad no tenía nada contra su madre ni contra él. La cosa no llegó a mayores, solo los dos fuimos testigos.
ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...
Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...

-
Yo tenía cinco años. La maestra escribió en la pizarra: "Todos los hombres son mortales". Sentí un enorme alivio, un gran regocijo...