Cuando veo a mis hijos y veo la edad que tienen, yo me pregunto si yo
era así de bueno. Y no me refiero que no rompan un plato, eso me
preocuparía muchísimo, que no rompieran ninguno, sino a que no les noto
la dosis de maldad que yo tenía a los 14 o 15 años. Y no sólo a ésta
edad, me refiero en toda la infancia. No sé si es porque no había tele o
carecíamos casi de juguetes y no había clases de nada, ni judo, ni
futbol, ni baloncesto, es decir no había actividades paralelas. Por
tanto nuestro juego era callejero y la necesidad agudiza el ingenio y
eso nos hacía sacarle punta a todo, demasiada punta, diría yo.Recuerdo muchas cosas y seguro que aún así me olvido de muchas otras. Recuerdo cosas simples, como quitarle el rabo a las lagartijas y no sé el porqué, pero el caso es que se las quitábamos, así, porque después le crecía o eso decían, que le crecía. El razonamiento es acojonante, como le crecía pues se la quitamos, esto podía servirnos para ir quitando las uñas a otros niños, pues si después crecían,...pero menos mal que de aquellas nos eocurrió éste símil. Recuerdo matar pajarillos a tiro de escopeta y llevarlos como trofeo y una vez enseñados, se los tirabas al perro y sino a una cuneta. Desde luego comer nos e comían, así que servían para medir la puntería de cada uno, así de sencillo.
Los gatos, a los gatos era cuestión de atarles algo en la cola, normalmente una lata de conservas vacía, pues con el ruido se volvían como locos y corrían más y cuanto más corrían la lata hacía más ruido. Al final, nunca supe donde acabó la lata y que hizo el gato para quitársela, supongo que algún rabo de gato quedó perdido en algún descampado. Los gatos también eran nuestros predilectos para ir ensallando nuestra puntería con piedras, eran como dianas móviles y tenía su arte darle una buena pedrada a un gato. Los perros cuandos se enganchaban follando y la cuestión versaba en darles un buen palo en el medio, como aullaban los pobres y como huían despavoridos. Por cierto, nunca pude comprobar si en realidad con el estacazo, se le había partido la polla (veis aún tengo la mente enferma).
De los burros ya he hablado,y el tema consistía en ir a tirarle piedras grandes como macetas y a apuntar a su polla inmensa, la cual rozaba con el suelo. Las pavos en navidad era un espectáculo, primero emborracharlos con cognac y después ver como le cortaban el cuello y por último, ver al pavo sin cabeza echando chorros de sangre y andando por la finca, hasta que claro, se desengraban . Pero eso lo veíamos como un auténtico espectáculo, como un advenimiento más de la Navidad. Las moscas eran pasto de las cerillas y ese olor a mosca quemada que desprendían, aún lo tengo en mi pituitaria.
Estos y otros muchos ejemplos de mi infancia, no se lo vi hacer a ninguno de mis hijos y menos mal, digo. Y llegada la adolescencia pues más de lo mismo, las escapadas de casa, el montar revueltas en el instituto y con las tías pasa exactamente lo mismo. Los veo como más apoquinados y como mas controladitos, aunque en éste terreno seguro que de ellos no sé todo lo que hacen, me lo puedo suponer, pero nada más. Y en éste tema estamos en lo mismo, aquellas épocas eran represivas a todos los niveles y a nivel sexual ya no digamos y por tanto no tenía nada que ver con la época de ahora.
Todo, al parecer, tiene relación con la represión social y sexual, pues ésta cuanto más fuerte es, más disloca a las personas y más bestias y primarias se hacen. Y eso es lo que quiero recalcar, que yo no reivindico nada de mi infancia respeto a éste tema, sólo describo lo que hubo y en la época en que ocurrió. Cada cosa tiene su tiempo, pero de tener que escojer, me quedo con la época de ahora, todo es más tranquilo y no es tan desgarrador, ni tan animal, ni tan bestial. Después, con ese desgarro, te quedan las cicatrices tan profundas, que te asustas como pudiste llegar a hacer determinadas cosas, pero insisto cada cosa tiene su tiempo y aquellos eran otros tiempos..
