Nadie me enseñó a tener cuidado
ni a ser más cauto, más observador,
más pausado y más reflexivo
y por eso a veces...
así me van las cosas.
Es verdad que esas veces me tiro al vacío de cabeza
esperando que la suerte me acompañe
que lo que venga después no sea tan duro
que lo nuevo sea una estrella brillante y rutilante
que derramaré ternura por los poros
que mis ojos se queden para siempre brillantes
que la hojarasca se mueva con el viento
que el mañana se llama, esperanza
que hoy es el día que lo precede
que lo siento y lo siento mucho
y es que hubo veces, que me vendí al diablo.