GLORIA FUERTES

 

Me dijeron:


—O te subes al carro

o tendrás que empujarlo.

Ni me subí ni lo empujé.

Me senté en la cuneta

y alrededor de mí,

a su debido tiempo,

brotaron las amapolas.


GLORIA FUERTES

CONTADOR DE HISTORIAS (hace 8 años)

 


                       A mi me gusta contar cosas, es más me encanta y por esa razón tan simple, disfruto escribiendo y sin pedir nada a cambio. Simplemente disfruto y punto. De las razones en que puede apoyarme, no encuentro que ninguna se base en que estoy marcado desde mi tierna infancia, es decir a mí nadie me leía o me contaba cuentos de pequeñito, ni me narraba historias, ni mi madre, ni mi padre, ni el resto de mi penosa familia. Entonces deduzco que me gusta contar historias porque precisamente nadie me las ha contado (bueno, es toda una teoría especulativa). Es una carencia, parecida a la que dan los bancos con las hipotecas, pero menos materialista y mucho más humana. Y por eso al carecer de ello y quizá también debido a que yo no supe contárselas a mis hijos y por las razones que fueran, pues por eso ahora me estoy despachando y soy un contador de historias.

                         Como más disfruto es cuando atrapo una pequeña idea o palabra y a través de ella hago un desarrollo descontrolado y utópico. Entonces me quedo atrapado en mi propia telaraña y me dejo mecer plácidamente en ella. Yo no puedo recurrir como otras personas hacen, a que el abuelo le leía o le contaba historias, más bien lo contrario, todo lo imaginativo, en mi casa estaba prohibido. Mi hermano en aquellos tiempos, era el más ensoñador de todos o por lo menos era el que podía expresarlo, digamos que era el muñeco para mis padres, y debido a sus juegos imaginativos, mis padres me decían, que era un buen chaval pero que vivía en las nubes. Y claro, venían a decir que yo era mucho peor que él. ¿Si ellos supieran que nube tenía yo?, que poblada estaba de seres y mejores personas y que juego me daba. Pero yo ni me atrevía a mentar al demonio, ya recibía de sobra, sin tener que decir: "yo estoy aquí".

                         Envidio a las personas que declaran que les contaban cosas en su infancia, lo envidio, pues creo que en la infancia es el momento ideal para que te cuenten historias y grandes cuentos. Eres como más libre y tu imaginación no está sometida a tantos tabús que con los años nos van delimitando y encapsulando. Como veis, me estoy resarciendo y abonando el terreno perdido, lo que demuestra que nunca es tarde si uno llega a saber sus carencias. Descubrirlas no es fácil, a mi me ha llevado muchos años, pero una vez que se descubren, aunque sea a los 56 años, no hay que perder más tiempo y toca arrimar el hombro. De verdad os digo, que todo parece mucho más sencillo cuando has descubierto el porqué de tu propio vacío.

ELLA Y ÉL

 


  El destino les separó y desde hacía unos meses vivían alejados el uno del otro y ésta era una situación nueva y no exenta de riesgos. Se habían conocido en la Facultad, mejor dicho, él se había fijado en ella y ella se había dejado fijar. Eran miradas furtivas que a veces se cruzaban en la cafetería de la facultad o en los pasillos o en las asambleas de estudiantes. Pasaron meses hasta el día en que él se decidió a cambiar la situación, iba siendo hora de saber si debajo de las miradas furtivas había algo más. Él había averiguado donde vivía ella y ese día se presentó en su casa. Llamó al timbre y salió ella, hubo un silencio tenso y tembloroso, pero él ya tenía sus palabras ensayadas y la emplazó a tener una pequeña conversación. Él temblaba por dentro, por fuera no sabía si se notaba (pero creo que sí).

                Sin más preámbulos, pasaron a la habitación de ella y él dijo lo que tenía que decir, lo que había ensayado mil veces: me gustas y me gustaría conocerte más y mejor y bla, bla, blá. Ella no quedó sorprendida y del tema no dijo nada, pero el tema quedó suspendido en el aire, como si ella aceptara el envite, pero sin decir que lo aceptaba. Se intercambiaron historias y conversaciones, y mientras las miradas profundizaban en los ojos del otro, tanteándose cada vez más a fondo. Pasarían 2 horas y ella decidió dar el siguiente paso: si quieres quédate a dormir, le dijo. Y él ya no contestó, simplemente se desvistió y se metió en su cama.

                Así pasaron meses y meses, se veían un par de veces por semana y hacían el amor sobre cualquier sitio e intercambiaban risas y palabras hasta la madrugada. Se llegaron a querer hasta la extenuación, hablaban del presente y del futuro inmediato, más allá de ésta barrera, había como un acuerdo implícito de que no se debía hablar de ello. Ella iba dos cursos por delante que él y le quedaba un año para acabar la carrera y así sin tocar el tema futuro eran felices. ¿Para qué tocarlo?, si ellos se podían querer igual o eso es lo que pensaban en aquél momento.

               Hasta que llegó el día de su despedida. Ella, había acabado los estudios y le  ofrecieron trabajar en un sitio lejano, lejano para aquellas, porque en realidad el sitio estaba a menos de 60 kilómetros, pero el problema estaba en la falta de medios de transporte y con la dificultad añadida de que era un lugar recóndito y perdido. Siguieron viéndose los fines de semana, como dos al mes e intercambiaban viajes en ambos sentidos. Unas veces era él que se desplazaba y en otras era ella.

               Pero la lejanía no se medía sólo por las distancias, la lejanía se medía y sobre todo se medía, por vivir en dos mundos distintos, en dos mundos casi antagónicos. Él seguía inmerso en un ambiente estudiantil y con su revolución siempre pendiente que además, le tenía ensimismado y ella sobrevivía en medio de un pueblo pequeño y perdido de la mano de dios. El destino ya se sabía cual era, sólo había que esperar el día en que se cumpliera. Las visitas de ella, eran un esfuerzo por su parte, pues salía de ambiente hostil, hostil para ella, no para sus habitantes y se metía de lleno en el irreal ambiente estudiantil. ¡Menuda esquizofrenia!. Él, cuando iba al pueblo, no dejaba de sentirse extraño y sólo se encontraba cómodo cuando se quedaban los dos a solas y si esto no le llegaba, pensaba en que sólo eran dos días y que después ya volvería a su refugio estudiantil.

               Esas pequeñas incomodidades se fueron agrandando en el tiempo y aunque ellos hacían esfuerzos para ocultarlas, estaban ahí y cada vez ocupaban más espacio. Y eso que no paraban de reírse, de hablarse y de quererse y de disfrutar de cada instante. Él la agasajaba con sus encantos, que él siempre pensó que eran físicos y día tras día se lo buscaba enfrente del espejo y no se enteraba que su encanto residía en lo que él irradiaba, su halo de cariño inmenso, su halo de ternura, su halo de querer vivirlo todo y a ella le encantaba y se dejaba querer y también quería y acababa desplegando sus plumas, sus plumas de princesa con labios de fresa.

             Él intentaba mantener la atención de ella y multiplicaba sus números de payaso. Tenía una gran variedad de números y en cada uno que hacía, los dos se morían de risa, se volvían como dos chiquillos. El encanto de ella, estaba más en su forma de ser, aunque también en su físico: pues también irradiaba y como irradiaba, su risa, sus ocurrencias, su mala leche, su ternura, su cariño, su boca, sus labios, su cuerpo, sus senos, sus ojos marrones y pequeños, su pelo ondulado, su mirada que derretía voluntades. Y claro, a los ojos de él, era la persona más bella que había bajo las estrellas.

             Pasaron meses y cada uno siguió viviendo en su esquina. Se seguían viendo los fines de semana, pero cada vez se alargaban más los espacios, por trabajo, por exámenes y por como decirlo, porque aquello se estaba muriendo y agónicamente. Y Llegó el día, el día en que se cernieron las tinieblas sobre los dos. El llegó al pueblo de fin de semana y como siempre se fueron a dar una vuelta, para reconocerse y tantearse un poco. Él empezó a notar algo extraño, nada en concreto, eran pequeños detalles sin importancia, pero sumados decían algo más. Lo notaba por la forma de dar besos, por las abrazos menos tiernos, por las caricias más huidizas, pero ella se cayó y no dijo nada, simplemente esperó a que esas malditas palabras salieran de su boca.

            Y así fue llegada la noche, ella no pudo aguantar más y le dijo, que se había enrollado con otro y es más, que le había planteado dudas sobre ellos dos. Él tenía que entender que ella estaba sola en aquél pueblo perdido y bla, bla, blá... y que en definitiva se iba con él a la ciudad donde él vivía. Él se quedó pasmado e incrédulo y eso que se lo esperaba, pero no de esa manera tan brutal y sin vaselina y que ella se fuera a una ciudad lejana y a vivir con él. Él no podría luchar por recuperarla, estaba totalmente vendido y un precipicio cubrió su cabeza. Él estaba tan desbordado que lo primero que se le ocurrió fue decir que bajaba al bar a por una botella de champán, necesitaba estar un rato a solas, pero puso la disculpa de que alguna forma había que celebrar lo vivido.

             Mientras bajaba ya empezó a notar las primeras nauseas del llanto espasmódico, pero supo o quiso contenerse. Subió de nuevo y al llegar descorchó la botella  e hizo un brindis por los dos y por todo lo que se querían y habían vivido juntos, no fueron capaces de beberse el champán, a ambos se les hizo un nudo en la garganta y estallaron en un mar de lágrimas. La noche transcurrió entre viejos recuerdos, entre caricias entrecortadas y entre promesas falsas de que ya nos veremos. El día se mostró por la ventana y aún seguían llorando y cada vez sus abrazos eran más dubitativos y penosos. Se despidieron con el primer barco que salía del puerto. Era un día de verano pero llovía a mares y eso aún aumentaba más la sensación de tristeza. Él subió al barco y con la promesa de no darse la vuelta, pero le fue imposible y por última vez se dio la vuelta y vio aquellos ojos pequeños y marrones, llenos de desbordantes lágrimas. El barco empezó a moverse y con las heridas del agotamiento y de la tristeza, se lanzaron su última mirada.

              Pasaron meses, quizás un año y no supieron nada el uno del otro. Los dos vivían con la apariencia de sentirse bien, aunque el dolor a veces era insoportable. Y ella se presentó un día en la casa de él y pasaron juntos esa noche. Hablaron y hablaron pero sin entrar en los sentimientos, los dos tenían miedo a entrar en ese terreno, pues los dos sabían que él no se podía ir con ella y ella que no se podía quedar con él. Aún ahora él se pregunta el porqué, pero había como algo preestablecido o quizá fuera porque la fuerza de su amor era precisamente esa, que si le querían dar forma se derrumbaría. Ella volvió otra vez, y juntos disfrutaron de sus cuerpos hasta el amanecer. La tercera vez que ella lo visitó, lo hizo en plan sorpresa y ella de buena mañana entró en su habitación y se quedo paralizada viendo que él no estaba sólo, que estaba con alguien. Ella empezó a darse la vuelta y él sólo le dió tiempo de pronunciar su nombre, y ella ya cerraba la puerta. Él se vistió como pudo y salió corriendo hacia la calle y llamándola a gritos y ella ya no estaba, simplemente había desaparecido.

             En años no se volvieron a ver y él seguía echándola de menos. Hasat que un día el se fué a Madrid a coger una plaza de opositor. Y en medio de aquél tumulto de opositores, a lo lejos vió un rostro que le resultaba conocido, no se lo podía creer, era ella. A él le pasaron ráfagas de recuerdos, al tiempo que la veía andar, y los recuerdos y las dudas y los pensamientos y todo se enmarañó y él se quedó petrificado. Él no hizo nada, bajó sus ojos hacia el suelo y no se atrevió a volver a mirar, estaba muerto de pánico. Pensó que él no era el de antes, aquél tio que irradiaba y expandía seguridad y ternura y que ahora era todo lo contrario: inseguro e incapaz de transmitir nada y después de éste negativismo, escogió la senda de la cobardía y cuando alzó su vista, ella ya no estaba y él se quedó conforme, pero no tranquilo. Y esto lo hizo sin saber que sería la última vez que la vería.

            Paso el tiempo y como dije no se volvieron a ver, bueno ella le hacía visitas esporádicas y a veces se cuela entre los sueños de él y él supone, que ella en sus sueños también le recibe. De todas formas, él llegó a pensar que mejor así, que esa relación fué lo que fué y se hizo tan grande porque siempre flotó en una nube de algodón y los intentos de bajar de la nube, siempre determinarían su fracaso. Así que ha quedado ahí, ahí guardada entre recuerdos de lo que una vez fué y de lo que pudo ser, entre los sueños que nunca realizan. Los mejores sueños son esos, los sueños que nunca se pueden realizar, sino perderían el halo mágico que les envuelve.

MAGIA

 


 Si te miro a los ojos.

Si de verdad te miro a los ojos,

puede que al verte, 

cierre los míos.


En realidad

me he cansado de buscarte.


Ahora, 

prefiero la negrura de tu mirada

a mi triste y penoso engaño.


Ahora, 

voy de mago,

toco algo con mi vara de magia

y a modo de ejemplo, 

toco un bosque 

y sin más, se convierte

en un bosque encantado.


Por eso ahora,

lo tuyo no me duele.

¡UNÍOS A MÍ!

 


Aguas de ríos inmundos,
estercoleros de las cloacas,
ratas del universo entero,
 gusanos de cementerio,
convocadme para unir nuestras fuerzas,
y hagamos una legión de marginados,
que marcharemos por las alcantarillas,
hacia el mismo centro de la tierra.

Avanzaremos por tierra, mar y aire,
 arrasaremos campos de cultivo y bosques,
roeremos las raíces de la tierra,
y morderemos sin piedad al enemigo,
y para cumplir con lo prometido:
"que en la faz de la tierra
no quede ningún ser vivo".

Después de la aniquilación total,
no quedarán ni las alimañas,
no quedará absolutamente nada,
ni siquiera los buitres carroñeros.
y menos quedará, 
el poder del dinero.

La vida será para el que sobreviva,
o él que se adapte a las alcantarillas,
será un mundo sin luz,
siniestro de oscuridad total.
Los que quieran sumarse,
que se alisten con presteza,
pues la revolución va a empezar,
la señal será
un fuerte temblor bajo nuestros pies.

LA NIEBLA

 



                     La niebla, la añorada niebla, mi vieja conocida y tan vieja como mi vieja existencia. Yo nací entre la niebla, es más fui concebido en medio de ella, en esa noche de verano en medio de una nebulosa (la niebla) de alcohol. Allí fui concebido, por un mal polvo y por no sacar la polla a tiempo. Así es de dura la vida, estar vivo por un mal polvo o por mal cálculo del método ojino (que como podéis ver casi siempre falla). 
                     Después viví dentro de la barriga de mi madre durante 9 meses, 9 largos meses, en los que viví plácidamente flotando entre líquido amniótico y sólo despertando por pequeñas sacudidas que mandaba mi madre. Eran como pequeñas convulsiones, como intentos de que la placenta se desprendiera del útero, con el fin que el embrión, que era yo, se quedara vacío o simplemente fuera expulsado. Vamos, es la historia de un embarazo no deseado, tampoco es tan raro no ser deseado, pero a lo que voy, que siendo yo un huevo notaba el rechazo, las ondas negativas me llegaban por la sangre materna  a través de la Placenta.

                     Nueve meses después, nací yo, en un triste día, triste para los demás no para mí, el día 5 de Febrero de 1956. Un día frío y lluvioso de invierno y lo primero que vi al asomar mi cabeza de recién nacido, fue el mar, pues lo tenía de frente. Más que verlo lo intuí, pues sobre el mar de la ría de Vigo, la niebla extendía su guante gris y blanco. De nueva la niebla, mi compañera y amiga. Mi infancia fue una lucha titánica entre los claroscuros: hubo días de luz brillante y apabullante, así como hubo otros días oscuros, negros y tenebrosos. A veces recuerdo éstas épocas, como cuando en verano uno estaba a la sombra de una parra  de un viñedo y las hojas de la vid las movía el viento, eso creaba una lucha de claroscuros, el sol y la sombra, la sombra y el sol, haciendo un juego de luces y sombras alucinante. Mi infancia transcurrió entre los dos polos y en su conjunto, recuerdo mi infancia con niebla o sea no salía el sol todos los días pero tampoco era la oscuridad absoluta. Las sombras, las sombras vivían en la niebla y de vez en cuando me daban miedo, pues se transformaban en monstruos de bocas oscuras y negras.

                     En mi pubertad y hasta los 25 años, me sacudí la niebla, me la quité de encima y no por un proceso de un profundo pensamiento, que va, era sólo que fuera y a mi alrededor, había demasiados estímulos para ser vividos. Por lo que me dediqué a revolucionarlo y me dediqué a vivir esa experiencia  a tope. Después de los 25 años y hasta hace un año, quitando algún año que otro en que disfruté como un loco (fueron más de los que ahora digo), la niebla volvió conmigo. Fueron años de duras luchas internas, de agobios de trabajo, de oposiciones, de más trabajo y de engaños y desengaños y de unas cuantas malas historias por mi parte. Ya digo que por el medio quedaron pequeños o medianos claros, que me sirvieron para cargar pilas, pero fuera de ésos períodos volvía la niebla, de nuevo la niebla y las sombras. Las sombras que siempre me acompañaron. Las que me mecieron dentro del seno materno. Las que me amamantaron. Las que me dieron la mano cuando fui niño. Las sombras de las dudas en mi pubertad (como en la de todos). Las sombras después de la Universidad. Las sombras de los pacientes. Las sombras que dejan los muertos al irse. Las sombras  de rastros perdidos. Las sombras de amores rotos. La sombra que deja el olor a sangre o la de un hueso aplastado y roto y su dolor inhumano. La sombra  de los espíritus que a veces, vuelven. Y por supuesto, la sombra del viento que siempre estuvo conmigo.

                     Mis fantasmas a veces acuden de nuevo a mi y entonces me cuentan y me dicen los secretos olvidados. Ellos son los que me contaron mis vivencias en el útero materno, en mi infancia, y en el resto de mi recorrido vital. Ahora a los fantasmas los veo en los cruces de las calles, en los semáforos, y hasta en los ojos de un niño y gritan y gritan como una sirena de ambulancia y allí vamos hacia otra posible muerte y a resucitar a un Fantasma y masaje y  reanimación, todo es pura adrenalina, la que se le pone al fantasma que se quiere marchar y la que nosotros segregamos y sangre y ojos abiertos pero muertos y aspirar y hacerle respirar y cuidado no tires ese frasco y sigue dando el masaje y sudor y sudor hasta que el sudor te niebla la vista y de nuevo la niebla, la niebla de la adrenalina y de los vahos. Y el tío sale o no sale (con o sin vida, me refiero), pero tú ya te llevas a otro fantasma a casa y días y noches en que se aparece en cada esquina y lugar. En fin, fantasmas  que no te dejan dormir, insomnio, angustia vital, y  ansiedad a toneladas. .Es la trilogía que no te deja dormir, la trilogía maldita.

COSAS DE AMORES EQUIVOCADOS

 

 


                            Aquél cálido verano en que te conocí. Lo recuerdas. A mi no se me olvida. Recuerdas la luna llena y su grandiosa luz. Recuerdas el atardecer sobre aquella playa. Recuerdas los pinos y su olor resinoso y como al llegar la noche la hoguera era nuestro mejor refugio. Te acuerdas, yo si me acuerdo y como me acuerdo. Me acuerdo de cuando me acariciabas o como te reías y enseñabas tus dientes de nácar. Me acuerdo de tus pechos y como iba desabrochando tu camisa. Me acuerdo de hacer el amor en la húmeda arena o al lado del dulce calor de la llamas o dentro de la tienda entre aquél caos de ropa y sacos. O cuando bailábamos a la luz de la luna y con los cuerpos completamente desnudos y acariciándonos como dos locos en medio de aquél pinar en el culo del mundo. Me acuerdo de tus besos y del olor de tu piel. Me acuerdo de tus ojos de color miel y de tu nariz aguileña y afilada. Me acuerdo de todo, de cada detalle, de cada segundo, de cada instante. Me acuerdo cuando hacíamos el amor en la bañera, de decirnos te quiero hasta el aburrimiento, de las noches en vela y todo por no dejar escapar ese momento. Ese momento que podía ser el último, ese momento que los dos sentíamos como el preludio de una posterior despedida.

                        Y así transcurrieron las noches y los días, los cuales parecían inagotables, pero los días iban desapareciendo y ellos arrastraban a las noches. Todo estaba escrito, todo estaba predeterminado, todo lo que hacíamos nos llevaba, sin saberlo, hacia la despedida y por eso intuíamos que lo nuestro acabaría escapándose como se escapa un puñado de arena entre los dedos. Por eso, cada momento lo exprimíamos con todas nuestras fuerzas y así, hasta caer los dos juntos extenuados. Yo recuerdo éstas cosas y podría recordar muchas más, pero no quiero aburrirte, mis recuerdos son míos y nadie me los puede quitar, ni tan siquiera tu podrías y menos te dejaría. Aunque a lo mejor tú también recuerdas todo como yo lo recuerdo y entonces y digo a lo mejor, aún podemos de vez en cuando volver a revivirlos los dos juntos, aunque sea a través de nuestros sueños. No hay otra forma de vivir con los recuerdos, si no es así, recordándolos y nada más que recordándolos, pues si uno quiere darles forma y hacerlos reales, lo único que hará es que el dolor inunde el mundo de tus sueños y a partir de ahí, los recuerdos se harán insoportables. Por eso es mejor así, seguir sólo soñando, sin más.

                       Y como es la vida. Tiempo después, mucho tiempo después (décadas después), me volví a cruzar con esa persona. Bueno, en la distancia, pero nos escribimos unas cuantas cosas (no muchas) pero si fueron las suficientes para darme cuenta que mi visión de aquella historia no coincidía y para nada, con la que ella tenía. Yo, como decirlo, había sido un novio más en su vida...vamos un noviete más...uno de tantos o uno entre  pocos (la cantidad me da igual y lo que me importa es la calidad del asunto)...pero al fin y al cabo, fuí un noviete de mierda. Como dijo ella: "fui su novio de la Uni" (universidad). Que tonto de mí y yo pensando que para ella había sido uno de los grandes amores en su vida y tal como ella lo fuera para mí. Pues nada, que vivimos más engañados de lo que pensamos y que uno interpreta el amor como mejor le viene y le conviene. Supongo que de aquellas estaba más necesitado de amor que lo estoy ahora y por eso cambié el argumento de aquella película.

A VECES ME BESA (Paula Ensenyat)

 



A veces me besa.
En el pecho se agitan
vendavales de agosto,
murmura el mar
y en lo profundo,
sorprendida,
sonríe la tristeza.

A veces,
la soledad
me besa
y yo
sonrío.


Paula Ensenyat

HÁBLAME

 

Háblame...por favor háblame,

y dime algo sentido,
algo que traspase paredes,
algo que rompa el silencio,
y sobre todo dime que me deseas como una loca.

Si tras la distancia que nos separan,
se encuentran dos almas gemelas,
que serán lejanas pero a la vez cercanas,
por favor dime algo con el alma
una palabra, un verso,
un poema o un hasta siempre.

Dime algo,
dime que me quieres,
y que las flores de tu jardín,
las estás cuidando para mí,
o dime que el vacío que tiene tu cama,
está esperando a que se acople mi cuerpo.

Dime algo, pero dímelo de una vez,
y de una vez por todas,
da con tu puño sobre la mesa,
y di las palabras mágicas:
yo  te quiero,
 y te quiero por encima del bien y del mal.

TODO GIRA

 


Todo gira alrededor del sol,
igual que yo giro alrededor de una idea.
Mientras yo giro sobre mi idea... 
 el mundo gira para mí,
y si así no fuera, daría igual,
yo soy un libre pensador
que casi no depende de nada físico.

Todo gira alrededor del sol.
La luna y el resto de astros,
también lo hacen
todos giran como esclavos encadenados,
y dan vueltas y más vueltas hasta la extenuación.

Yo a veces giro sobre mi mismo,
 por tanto, a veces me caigo,
pero si consigo mantenerme en pie,
y sigo girando y girando,
siento que me recargo por dentro.

Todos giramos,
 giramos los unos sobre los otros,
 damos vueltas y vueltas,
hablamos y nos estorbamos,
tropezamos y nos caemos,
pero nos volvemos a levantar.

Y así en una eterna cadencia,
así hasta que se nos acaba la cuerda,
y nuestro giro dejará de girar
entonces, vendrá la catástrofe final.

DISCULPADME

 

 

Disculpadme si me pierdo... disculpadme,
disculpadme si os he faltado... disculpadme,
disculpadme por favor...disculpadme,
no son remordimientos,
son pirañas que muerden hambrientas,
no son disculpas banales y vacías,
son disculpas densas, sinceras y claras,
no es hablar por hablar,
es hablar con conocimiento de causa y efecto.

Disculpadme si me repito... disculpadme,
no pretendo ser mala sangre,
mi idea es tranquilizar y acariciar mi conciencia,
y si tengo que rogar de rodillas,
lo haré sin duda alguna.

Disculpadme si os he ofendido... disculpadme,
mis ofensas a veces son dardos envenenados,
y como soy de gatillo fácil,
disparo sin pestañear.

Os pido disculpas por mis hechos
 por lo que estoy haciendo ahora
y de algunas cosas que hice en otros tiempos.
De lo que está por venir no me disculpo,
de momento no me arrepiento,
ya habrá tiempo
para disculpas y arrepentimientos.

Van Morrison - Bring It On Home To Me (Live At Porchester Hall, London /...

Lou Reed - Walk on the Wild Side (audio)

UN BUENOS DÍAS

 



Un buenos días y un beso
y un café humeante...

Y otro beso y más besos
porque el mundo debería funcionar a besos
y a cafés y a bellas historias que enamoran.

Un buenos días y una caricia,
una hermosa y delicada caricia
y muchas y todas locas y emocionales
y que cubran el telón del deseo infinito
eternamente.

Mientras bajo las sábanas...
doy un saludo a tus entrañas
simplemente
me las como a besos
y sólo dejo los huesos.

ALEJANDRA PIZARNIK


 

“Simplemente no soy de este mundo. Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva. No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie…”
Alejandra Pizarnik, Diarios

LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...