Antes tuve un momento de inspiración y me dije, aprovecha la
situación y ponte a escribir como un loco, pero resulta que no pude, ya
que tenía asuntos más importantes entre mis manos. Después el momento
ha pasado y ahora intento ayudarme a coger el hilo. Antes en el baño
estaba pensando en que yo viví un montón de historias y es más he
probado de todo en ésta puñetera vida. Y cuando lo pensaba me salía el
orgullo y eso si que es curioso, decir que yo me encuentro orgulloso de
haber probado de todo. Que tontería la mía, menudo descerebrado estoy
hecho, es como decir yo tomé de todo e hice de todo y por ejemplo, hasta
hice varios intentos de suicidio. Por mi regla de tres primaria, el tío
que hizo el intento de suicidio debía estar orgulloso de haberlo
intentado y tú con que cara te quedas, pues con la cara de un
gilipollas. Como si tuviera que ver el probar todo tipo de drogas con
una experiencia positiva, como si estuviese predeterminado que esa
experiencia resultó positiva, siempre. Cuando en realidad es más bien lo
contrario, la mayoría de mis experiencias con las drogas ha sido
negativa, aunque uno se esfuerza como un loco, en sólo quedarse con las
positivas.
Y es verdad que idealizamos las situaciones que
se rodean de drogas y además sólo nos acordamos del momento álgido de la
droga y no queremos recordar su bajada, o sus efectos secundarios, o su
dependencia, ni su resaca. Sólo nos quedamos con su cara bonita. y éste
esfuerzo por positivizar las drogas es más fuerte, cuanto más asfisiado
te encuentres, pues logicamente cuanto más agobiado estés, menos
salidas te quedan y la única que encuentras es agarrarte como puedas a
las drogas. También es verdad que en la época en que vivimos, en que
todo va a toda hostia, se buscan cambios radicales del estado del ánimo y
no se utilizan drogas o cada vez menos, que suban poco a poco y que se
les dé un tiempo para conseguir esa subida. Ahora no, ahora se buscan
las drogas con efecto automático y a veces hasta el alcohol se queda
corto para conseguir éste rápido efecto, el subidón, que se llama.
Después cada uno y según sus propias circunstancias, se ha aplicado a
cada droga en concreto y al final el resultado, es que cada uno se
engancha o se enganchaba a una droga distinta, aunque puede haber
mayoría que se sumen a una o que se relacione con determinados ambientes
o culturas, o clases sociales, que hacen de cada droga su bandera y
marcan su patrón de vida. Y ya sabemos que cuanto más automáticas, más
destructivas son: no es lo mismo inyactarse caballo, que fumarse un
porro o beberse una copa o muchas, pues el efecto de subidón engancha y
como engancha. Claro que cuando se empieza a tocar y a jugar con las
drogas duras, después te cuelgas con suma facilidad de las mismas, pero
también te cuelgas de las demás drogas. Es decir, cuando uno está bajo
el efecto del caballo, no quiere otra cosa que estar ciego de caballo,
pero cuando le escasea el caballo, le valen o suplanta con ellas, o sea
con el resto de las drogas. Aunque logicamente no en la misma medida, el
resto de drogas las usan para amortiguar el mono o si no llegó la
dosis, para estar al mínimo del ciego, o sea que la usan, para intentar
cubrir la parte que les falta para estar ciegos como piojos.
En un principio, en las drogas duras había una cierta ética y hasta
cierta ideología. Si uno iba de Cocaína, admitía su filosofía y se
relacionaba u hacía con sus efectos más notorios: la verborrea, la
teórica facilidad de relación, el aumento de ganas de sexo y también que
aumentaba la resistencia a los efectos al alcohol y eso creaba ambiente
y por tanto marcaba un tipo de relaciones. La consecuencia lógica de
éste tipo de drogas, era su consumo en sitios de música, como pub o
discotecas. Lo que no tenía sentido era ir ciego de caballo a un
ambiente de relaciones públicas. Como no lo tenía al revés, ir hasta las
cejas de coca y meterte en un cuarto oscuro, que era el ambiente ideal
para los yonquis. Por tanto había una división marcada entre estos dos
tipos de drogas: una de ambientes, y otra de filosofía de vida. Es mucho
hablar de estos temas y hablar de filosofía, pues la había al principio
y se concretaba, con que con el caballo se llegaba al fondo de una
persona, del fondo de los demás y del suyo propio, por tanto era droga
intimista, al contrario que la cocaína. Además según que tipo de drogas,
se daban más en algunas clases sociales. La cocaína era más de ricos y
de ambientes de ligoteo y el caballo era más de ambientes tirando a
pobres, aunque siempre se colaba algún niño pìjo. Y en el caballo, yo
menciono el principio de jugar con él, como más intimista, pero que más
adelante ya dejaba de ser intimista, ni era nada parecido, se convertía
en una lucha de supervivencia y se basada solamente en conceguir otro
chute. Droga dura si que era.
Yo recuerdo el arsenal que
tenían los yonquis: los hipnóticos, las benzodiacepinas de todo tipo,
incluso potentes antihistamínicos, los opioides orales (buprex) y más
adelante, la metadona, cuando empezaron con su dispensación en los
Centros pertinentes. Y el uso de éste arsenal era usado bajo varios
principios. El primero que si cualquiera de las pastillas anteriormente
mencionadas, servía para hacer un intercambio con una papelina de
caballo, esto era lo primordial, y se hacía el intercambio sin
pensárselo. Después se seguía con que si no hacía el intercambio, por
las razones que fueran, lo preferible eran las opioides orales, no tanto
por su efecto, que también, si no para cubrir el mono del caballo.
Tercero era la Metadona, también para cubrirsde el mono y cuarto, los
hipnótico o las benzodiacepinas, éstas últimas para sobar hasta el día
siguiente, para ver si había más suerte y al día siguiente caía un
chute. Y siempre se seguía éste mismo orden, claro si tenían el arsenal
completo, si no lo que tenían se metían lo que había y punto. Y si no
tenían nada, simplemente se jodían y a pasar el mono a pelo.
La
separación de ambientes determinado por el tipo de droga dura, con el
tiempo se fué diluyendo y no era raro ver a un yonqui de caballo,
chutarse cocaína o si no las dos drogas mezcladas ( el speed ball, le
llamaban) y al revés también se daba. Y en los cocainómanos
reconvertidos al caballo, era frecuente que se pasaran al caballo, sin
dejar la coca claro, pues simplemente por la duración de sus efectos.
Por tanto se ponían finos de coca y al final del día, cuando se habían
acabado sus existencias, se metían caballo, para estar ciegos hasta el
día siguiente. Después más tarde, se dió la moda de mezclar ambas
drogas, más o menos coincidente con los cambios de hábitos, es decir
cuando casi se dejó de chutarse y se empezó a fumar ambas drogas,
fumarse con papel albal y para que andar que si primero una y después la
otra, si ya matabas dos pájaros de un sólo tiro, poniéndotelas las dos a
la vez. Además a éstas alturas de la película, ya estaba generalizada
la toma de Metadona, que era cuidadosamente guardada para después de
quedarse sin droga. Por tanto la Metadona, aquí empezó a jugar su papel
de quitamonos y no el papel que le quisieron dar los teóricos de los
centros de desintoxicación.
Como veis al final, no hay
fronteras, pues todas las drogas duras se mezclan y se remezclan, ni hay
patrones sociales, ni hay filosofías vitales, ni hay nada de nada. La
droga dura es la propia filosofía y conseguir la próxima dosis es su
meta vital, es su filosofía en la vida.
LOS MARISTAS (Relato)
Acabo de ver una foto de cuando iba a los Hermanos Maristas de Vigo y
aluciné, porque en realidad, yo no tengo fotos de mi pasado, ni cercano,
ni lejano y como mi madre tampoco conservaba las fotos y de mi padre ya
ni hablamos, yo hasta ahora, suponía como era yo de aquellas, pero otra
cosa distinta es verte en una fotografía. Vi el resto de las caras y la
verdad que no me acuerdo de muchas, pero si me acuerdo de algunas y
estoy seguro que si los veo hoy en día por la calle, los distinguiría
perfectamente. Aunque esto es relativo, porque si comparo mi foto de
aquellas épocas con mi estampa actual, no es tan fácil reconocerme. De
todas maneras salgo con esas cara de no romper ni un plato y con cierto
deje de pillo y claro con mi único polo decente, como debe ser para una
foto, mi polo de perlé. Éste polo era más sagrado que la misma Virgen,
era mi traje de los domingos y el de los eventos de niño y lo mismo
servía para una primera comunión, que para un cumpleaños, que para ir a
misa y por supuesto, como es el caso, para una fotografía.
La foto de los Maristas, menudos recuerdos tengo. Algunos buenos y muy buenos y otros muchos, no tanto. Recuerdo los recreos en el colegio, los partidos de fútbol y de baloncesto y por supuesto, lo mejor que se me daba, el frontón. Aunque en baloncesto también fuí potente, no tanto en el fútbol, pues me faltaba saber, como se decia: saber canear y como además no era de complexión muy fuerte y me gustaba jugar en la media,( ya queriendo dirigir desde pequeñito) a mi me quitaban rapidamente el balón. Y eso que visión del juego tenía, pero era demasiado lento, por así decirlo o sea no era capaz de retener el balón hasta poder hacer un buen pase. Pero en mi mente la jugada era perfecta y por ahí iba por delante del resto o es que el resto no era muy rápido o yo no sabía entretener el balón y yo me apunto por esta última teoría.
En el baloncesto me vengué del fútbol, pues era bueno y me gustaba jugar de base (como no, para dirijir más) y sabía botar la pelota y encestaba con bastante facilidad. Como se llamaba de aquellas, el minibasquet, creo. Después el frontón ya aliviaba el resto de mis frustaciones que tenía con el fútbol, me encantaba, me entusiasmaba y jugaba que te cagabas,y ya me daba igual jugar con la mano o con la pala. Buenas partidas me tengo echado en aquel frontón un tanto desvencijado y en el que recuerdo la frase escrita en una de sus paredes: "Mens sana, in corpore sano", que de aquellas me parecía una estupidez y en cambio ahora, me parece de lo más acertado. En ese gran patio de los maristas jugué tanto, tanto jugué, que casi no recuerdo otra cosa, que jugar al fútbol, al baloncesto y al frontón. Al margen de estos tres deportes, sólo tengo algunos recuerdos más, de ese gran patio.
Recuerdo que en un lateral y en una zona más alta, había una fuente, a la que acudíamos a beber constantemente su agua fresca y aún tengo grabado las ofrendas a la Virgen María que acababan en la fuente y no recuerdo el porqué, pero supongo que porque habría sobre la fuente una estatua de la Virgen. Yo no recuerdo a la estatua, pero sí recuerdo el ir en procesión cantado. "El 8 de mayo( o era el 12 o el 2 de mayo, menudo cacao), la virgen María bajó de los cielos a vista de..." "Ave, ave María, ave, ave María" etc. y tengo un bonito recuerdo de ésta procesión dentro del colegio, pues la tengo relacionada con el inicio de la primavera, pues ya estaba el sol en plena ebullición. Aparte que los curas se ponían locos de contentos y no sé el porqué, aunque supongo que les pasaria lo mismo que a mi. Y por último, de ese patio recuerdo el silbido del cura que llamaba a filas para entrar de nuevo en las aulas, recuerdo su sonido y también su dolor de cabeza, pues si te añádías un poco más tarde a la fila, te caía un caponazo con el dichos silbato, que te dejaba marcado para el resto de tús días. Aunque también los curas tenían sus variantes, que iban desde una linda bofetada en la cara o en el culo (según las preferencias del cura), a un varazo sin más, el varazo iba siempre dirigido a la parte descubierta de las piernas y en la parte posterior, justo en la zona que queda libre cuando se llevan pantalones cortos, como se llevaban de aquellas.
Después tengo diversos recuerdos mezclados, donde ya no sé situar el curso en el que estaba y por tanto las caras de mis antiguos compañeros me suenan, aunque no sé que decir de que curso, en concreto. Los compañeros, los curas y profesores. De los profesores sólo me acuerdo de uno al que llamábamos "el masa huevos", pues sus clases eran antológicas y lo eran por la cantidad de variantes que metía a su masaje de huevos. A veces, sin darte cuenta tú te retorcías con él, pues en sus movimientos para llegar al huevo más alejado, era a veces tan difícil y tan de contorsionista, que en cierta forma te implicabas, por lo menos mentalmente. Del resto de los profesores paisanos o sea civiles, no me acuerdo absolutamente de nada.
De las curas ya es otra cosa y me acuerdo de varios. Había uno que llamábamos el "Chosco", pues sólo tenía un ojo y éste era temible y sobre todo cuando nos llamaban a filas al acabar el recreo. Iba con un bastón, que más bien era un palo tosco y largo y arreaba una varazos que te salían los ojos de las cuencas y además era al que más le gustaba andar con el silbato, y su predileción era dejarte la marca del silbato en tú cuero cabelludo. Al recordarlo ahora, aún me produce el mismo dolor de cabeza que el producía con su silbato asesino. Y éste elemento, del que se deciá que era cura, pero cura renegado, o sea que había sido rojo y para camuflarse se había puesto la sotana de los Hermanos Maristas y por tanto tenía que ser el más patriótico de todos los curas y así lo demostraba asiduamente. Se decía que era el inventor del himno del colegio y no sé si lo sería, pero era el que nos dirigía cuando nos tocaba cantarlo: "El Pilar es el nombre sagrado, es el nombre sagrado. Que pronuncia con férvido ardor, con férvido ardor, las falanges maristas de Vigo, al compás de esta bonita canción... ".
A que es linda poesía, ni Miguel Hernández la podría hacer mejor.
Había otros personajes curiles. Estaba el cura que daba Francés y creo que también Geografía, y éste cura, empezando porque no tenía puta idea de Francés, ni por supuesto de Geografía, era un buen hijo puta, un abusador en toda regla, al que le iban los niños. Esto todos los sabíamos y cuando nos llamaba para hablar con él, pues ibamos temblando. De todas formas es curioso, que todos lo sabíamos pero apenas lo comentábamos, pues en cierta medida nos autoinculpábamos, supongo que por ser niño y llevar pantalón corto. Nos llamaba a su pupitre, el que presidía el aula y nos metía una sobada, que empezaba por la parte descubierta de las piernas y subía pr el culo, y tocaba y sobaba y volvía a tocar y a sobar de nuevo y así hasta que te podías escapar de sus garras. Y por última había un cura que le encantaba repartir hostias, a todos, pero a éste especialmente. Todas las mañanas y tardes, nos ponía a unos cuantos en fila india y e iba tranquilamente repartiendo y le encantaba dejar su palma de la mano marcada en tú cara. Y su mejor número era con la regla, que consistía dar con el filo de la regla en los pulpejos de los dedos y si te movías aunque fuera un milímetro, peor lo tenías, pues te tocaba la repetición. Cuanto nos hizo llorar éste hijo de puta, con que saña nos daba, con que ganas y que pasión ponía. Éste conmigo se cebó especialmente, pues se le dió que yo tenía que ir para cura y al principio no me atreví a decir lo contrario, cualquiera se atrevía, hasta que la cosa llego a un punto en que yo reventé y le espeté que no, que no quería ser cura y ahí empezó mi auténtico calvario y a partir de ahí no me libré ni un sólo día de mi buena ración de hostias. Y así aguanté como pude hasta los 14 años, en que por fin me libré de ésta panda de cabrones. Y un día cualquiera de otoño me fuí a un Instituto de Vigo, el día de mi azorosa vida que me sentí más libre.
La foto de los Maristas, menudos recuerdos tengo. Algunos buenos y muy buenos y otros muchos, no tanto. Recuerdo los recreos en el colegio, los partidos de fútbol y de baloncesto y por supuesto, lo mejor que se me daba, el frontón. Aunque en baloncesto también fuí potente, no tanto en el fútbol, pues me faltaba saber, como se decia: saber canear y como además no era de complexión muy fuerte y me gustaba jugar en la media,( ya queriendo dirigir desde pequeñito) a mi me quitaban rapidamente el balón. Y eso que visión del juego tenía, pero era demasiado lento, por así decirlo o sea no era capaz de retener el balón hasta poder hacer un buen pase. Pero en mi mente la jugada era perfecta y por ahí iba por delante del resto o es que el resto no era muy rápido o yo no sabía entretener el balón y yo me apunto por esta última teoría.
En el baloncesto me vengué del fútbol, pues era bueno y me gustaba jugar de base (como no, para dirijir más) y sabía botar la pelota y encestaba con bastante facilidad. Como se llamaba de aquellas, el minibasquet, creo. Después el frontón ya aliviaba el resto de mis frustaciones que tenía con el fútbol, me encantaba, me entusiasmaba y jugaba que te cagabas,y ya me daba igual jugar con la mano o con la pala. Buenas partidas me tengo echado en aquel frontón un tanto desvencijado y en el que recuerdo la frase escrita en una de sus paredes: "Mens sana, in corpore sano", que de aquellas me parecía una estupidez y en cambio ahora, me parece de lo más acertado. En ese gran patio de los maristas jugué tanto, tanto jugué, que casi no recuerdo otra cosa, que jugar al fútbol, al baloncesto y al frontón. Al margen de estos tres deportes, sólo tengo algunos recuerdos más, de ese gran patio.
Recuerdo que en un lateral y en una zona más alta, había una fuente, a la que acudíamos a beber constantemente su agua fresca y aún tengo grabado las ofrendas a la Virgen María que acababan en la fuente y no recuerdo el porqué, pero supongo que porque habría sobre la fuente una estatua de la Virgen. Yo no recuerdo a la estatua, pero sí recuerdo el ir en procesión cantado. "El 8 de mayo( o era el 12 o el 2 de mayo, menudo cacao), la virgen María bajó de los cielos a vista de..." "Ave, ave María, ave, ave María" etc. y tengo un bonito recuerdo de ésta procesión dentro del colegio, pues la tengo relacionada con el inicio de la primavera, pues ya estaba el sol en plena ebullición. Aparte que los curas se ponían locos de contentos y no sé el porqué, aunque supongo que les pasaria lo mismo que a mi. Y por último, de ese patio recuerdo el silbido del cura que llamaba a filas para entrar de nuevo en las aulas, recuerdo su sonido y también su dolor de cabeza, pues si te añádías un poco más tarde a la fila, te caía un caponazo con el dichos silbato, que te dejaba marcado para el resto de tús días. Aunque también los curas tenían sus variantes, que iban desde una linda bofetada en la cara o en el culo (según las preferencias del cura), a un varazo sin más, el varazo iba siempre dirigido a la parte descubierta de las piernas y en la parte posterior, justo en la zona que queda libre cuando se llevan pantalones cortos, como se llevaban de aquellas.
Después tengo diversos recuerdos mezclados, donde ya no sé situar el curso en el que estaba y por tanto las caras de mis antiguos compañeros me suenan, aunque no sé que decir de que curso, en concreto. Los compañeros, los curas y profesores. De los profesores sólo me acuerdo de uno al que llamábamos "el masa huevos", pues sus clases eran antológicas y lo eran por la cantidad de variantes que metía a su masaje de huevos. A veces, sin darte cuenta tú te retorcías con él, pues en sus movimientos para llegar al huevo más alejado, era a veces tan difícil y tan de contorsionista, que en cierta forma te implicabas, por lo menos mentalmente. Del resto de los profesores paisanos o sea civiles, no me acuerdo absolutamente de nada.
De las curas ya es otra cosa y me acuerdo de varios. Había uno que llamábamos el "Chosco", pues sólo tenía un ojo y éste era temible y sobre todo cuando nos llamaban a filas al acabar el recreo. Iba con un bastón, que más bien era un palo tosco y largo y arreaba una varazos que te salían los ojos de las cuencas y además era al que más le gustaba andar con el silbato, y su predileción era dejarte la marca del silbato en tú cuero cabelludo. Al recordarlo ahora, aún me produce el mismo dolor de cabeza que el producía con su silbato asesino. Y éste elemento, del que se deciá que era cura, pero cura renegado, o sea que había sido rojo y para camuflarse se había puesto la sotana de los Hermanos Maristas y por tanto tenía que ser el más patriótico de todos los curas y así lo demostraba asiduamente. Se decía que era el inventor del himno del colegio y no sé si lo sería, pero era el que nos dirigía cuando nos tocaba cantarlo: "El Pilar es el nombre sagrado, es el nombre sagrado. Que pronuncia con férvido ardor, con férvido ardor, las falanges maristas de Vigo, al compás de esta bonita canción... ".
A que es linda poesía, ni Miguel Hernández la podría hacer mejor.
Había otros personajes curiles. Estaba el cura que daba Francés y creo que también Geografía, y éste cura, empezando porque no tenía puta idea de Francés, ni por supuesto de Geografía, era un buen hijo puta, un abusador en toda regla, al que le iban los niños. Esto todos los sabíamos y cuando nos llamaba para hablar con él, pues ibamos temblando. De todas formas es curioso, que todos lo sabíamos pero apenas lo comentábamos, pues en cierta medida nos autoinculpábamos, supongo que por ser niño y llevar pantalón corto. Nos llamaba a su pupitre, el que presidía el aula y nos metía una sobada, que empezaba por la parte descubierta de las piernas y subía pr el culo, y tocaba y sobaba y volvía a tocar y a sobar de nuevo y así hasta que te podías escapar de sus garras. Y por última había un cura que le encantaba repartir hostias, a todos, pero a éste especialmente. Todas las mañanas y tardes, nos ponía a unos cuantos en fila india y e iba tranquilamente repartiendo y le encantaba dejar su palma de la mano marcada en tú cara. Y su mejor número era con la regla, que consistía dar con el filo de la regla en los pulpejos de los dedos y si te movías aunque fuera un milímetro, peor lo tenías, pues te tocaba la repetición. Cuanto nos hizo llorar éste hijo de puta, con que saña nos daba, con que ganas y que pasión ponía. Éste conmigo se cebó especialmente, pues se le dió que yo tenía que ir para cura y al principio no me atreví a decir lo contrario, cualquiera se atrevía, hasta que la cosa llego a un punto en que yo reventé y le espeté que no, que no quería ser cura y ahí empezó mi auténtico calvario y a partir de ahí no me libré ni un sólo día de mi buena ración de hostias. Y así aguanté como pude hasta los 14 años, en que por fin me libré de ésta panda de cabrones. Y un día cualquiera de otoño me fuí a un Instituto de Vigo, el día de mi azorosa vida que me sentí más libre.
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