
Bueno, pues estos señores marcaban perfectamente su territorio y si el otro yonqui de al lado, se pasaba un centímetro de su perímetro la bronca estaba montada. Sus broncas eran sonadas, con mucho alboroto verborreico y muy pasados de volumen, muchos tacos, mucho hijo de puta, mucho me cago en tus muertos o me cago en el coño de tu madre, pero casi nunca corría la sangre. Es decir tenían sus propios parámetros preestablecidos, para eso eran vecinos. El follón verdadero se montaba cuando aparecía algún intruso o sea algún yonqui foráneo, pues no había pacto previo y a veces si degeneraban y si corría la sangre. Aparte nque el yonqui foráneo para atreverse a invadir otro territorio tenía que estar muy enmonado, por tanto el tío iba tan desesperado que no le importaba tener que llevarse a alguien por delante. En teoría los gorrillas cuidaban de tu coche o sea lo vigilaban, salvo los largos lapsus en que se iban a buscar un chute.
Aparte que para que tu aflojaras el bolsillo, te hacían amenazas veladas o no tan veladas, según se vea: yo no me hago responsable de como quede el coche y por 1 o 2 euros, le aseguro que nadie le toca. Quedaba muy claro que si tu pasabas de él, el mismo sería el que se encargaría de rayártelo o de pincharle las ruedas. O sea que iban sacando a poquitos hasta que le diera para una papelina, volvían al curre y de nuevo a juntar para otra y así todo el santo día. Como decía el otro, cada uno se lo monta como puede.