Si es el mismo cuento de siempre. Yo empecé de limpiabotas en mi barrio que era pobre y el más inmundo del mundo y aún así ahorré algo. Después pasé por varios oficios a la vez y cada cual más pringado y aún así seguí ahorrando. Al final entré de aprendiz en una oficina de una empresa y poco a poco me fuí abriendo hueco: seguí de recadero, pasé a ser oficinista de poca monta y por último me hice dueño de la empresa. Y aquí estoy yo, de emprendedor que empezó siendo un nada y todo ganado con el sudor de mi frente (aunque yo matizo: también por no tener escrúpulos y ser un ecplotados sinverguenza).
Y se olvidan muchas cosas de este cuento tan bonito y tan bucólico. Se olvidan de todo lo que pelotearon, de todo lo que se chivaron a espaldas de los demás, de todo lo que robaron a sus compañeros, de todo lo que mintieron para llegar según ellos, a la cima. Y ¿que van a premiar éste tipo de señores?, ¿van a premiar al compañerismo, van a apoyar que seas un tío legal, van a premiar que sea honrado o que sea un ser humano?, pues no señor, es fácil y demasiado sencilla la respuesta correcta. Premian al hijo puta, al que sea rata de alcantarilla y al que sea más carente de escrúpulos y tenga las mejores tragaderas. ¿Y es un mundo al revés o no?













