GUERRA Y PAZ


No me gustan los niños soldado
ni las minas que destrozan personas.
No me gustan las guerras fraticidas
ni las que se encargan desde lejos
en el menú del que más tiene
y para destruír el país del más pobre.
No quiero guerra
y tampoco quiero violencia,
explotación o miseria.
Me gustaría ser pacifista
y estar completamente convencido de ello,
pero nada más salir de casa
me pasa rozando una moto
y me salió un grito de las profundidades del alma
y si en ese momento
llego a tener una metralleta en mis manos
coso al tío a balazos y le hago un traje nuevo.
Y os puedo jurar y así lo digo
¡qué no me arrepentiría de ello!.
Pero insisto...
quiero paz y no pido guerra.

YO LEO POESÍA


No sé,
yo leo poesía

y me paso el día leyendo poesía
y hasta que me duela el entendimiento
no soy capaz de parar.
Me encanta la poesía,
pero empiezo a estar un poco cansado
del eterno lamento de que solo estoy
y que solo me encuentro
y porque nadie me quiere...
Porque no sé como explicarlo,
yo estoy solo
y me siento solo
y me hago la comida solo
y me doy por el culo solo...
Estoy cargado de tanto lamento amoroso.
Antes que convertirme en un suace llorón
prefiero el amor figurativo
al sufrido amor de carne y hueso,
yo prefiero tirar de la cisterna
una vez que todo se acabó
que seguir tirando del carro de la pérdida
del que se ha quedado sin el amor de su vida,
primero, porque eso es una falsedad,
hay los amores que quieras mientras el cuerpo te aguante,
segundo, tú eres parte acitva de todo ello
y tu deber ante todo, es cuidarte y mimarte
y quererte cada día un poco más,
en fin, 
que no son dos temas incompatibles,
puedes querer cien veces
y al mismo tiempo
quererte a tí mismo cien veces más.

Irene Vallejo


El cuerpo es un símil de la realidad donde habita. Cuando a lo largo y ancho del mundo el confinamiento cerró las calles, empezamos a sufrir contracturas físicas y mentales. Somatizamos los duelos como dolores, y la ansiedad es una secuela cada vez más palpable de este paréntesis angosto e interminable. El miedo, las tensiones, el peso del trabajo y el poso de las soledades se traducen a un lenguaje de carne en nuestras piernas, estómagos, corazones y cabezas. Este malestar encajonado tiene raíces antiguas; “angustia” significaba en latín “desfiladero, lugar estrecho, abismo”. Lo mismo ocurre con la tensión que nos oprime: “estrés” procede de strictus, en el sentido de “estricto, apretado, estreñido”. La tristeza estrangula el aire, enmudece la voz. Hasta que, de pronto, como en un hechizo, ciertas palabras nos permiten abandonar el pasadizo helado y encontrar alivio.
Cuántas veces, tratando de levantar nuestro ánimo, hablamos con nosotros mismos para conjurar el miedo, igual que susurramos al niño temeroso de la oscuridad. Nos decimos que es preciso confiar, ser fuertes, no desistir. Esta capacidad para desdoblarnos en un yo sereno que trata de apaciguar al otro yo es una proeza sorprendente y antigua. Ya Homero contaba en la Odisea que, a veces, el llanto sacudía a Ulises, y entonces escondía la cara tras el manto, humedeciendo la tela en silencio. Al regresar a Ítaca, el navegante encontró su palacio ocupado por extraños y tuvo que mendigar en su propia ciudad. Derrotado, se dijo: “Corazón, sé paciente, en otras ocasiones sufriste reveses más duros, pero aguantaste”. Por primera vez en nuestra cultura, un humano habla no con sus semejantes o con los dioses, sino consigo mismo. El diálogo íntimo nació así, con una llamada a la calma y al sosiego.
Durante estos tiempos tormentosos, los duelos amputados han agudizado nuestro malestar. C. S. Lewis intuyó que el dolor por la muerte de un ser querido se expresa a menudo en el idioma de la angustia. Con más de 50 años, el devoto profesor de Oxford aceptó casarse con la poeta norteamericana Helen Joy Davidman —católica, divorciada y comunista—, que le pidió ayuda para evitar la expulsión del país cuando le denegaron el permiso de residencia. Por sorpresa, ese matrimonio de conveniencia en la madurez desembocó en un inesperado y hondo enamoramiento, que poco después truncaría el cáncer. Cuando ella murió, Lewis escribió en Una pena en observación: “Nadie me había dicho que la pena se viviese como miedo. La misma agitación en el estómago, la misma inquietud. No estoy asustado, pero la sensación es idéntica. Aguanto y trago saliva. Antes tantos caminos y ahora tantos callejones sin salida”. Lo conmovedor es que esas reflexiones anotadas en cuadernos, sus apuntes sobre la tristeza, se convirtieron en un libro que le ayudaría —como a tantas personas, todavía hoy— a escapar de la calle angosta, de la trinchera circular.
La ansiedad es una habitación estrecha. Luis Buñuel lo explicó en su película El ángel exterminador, donde unos amigos se reúnen a cenar en un lujoso salón y después, por una razón inexplicable, no consiguen atravesar el umbral para salir. Según el cineasta, habrían sido atacados por una plaga misteriosa e innombrable. Entre esas cuatro paredes se suceden la desesperación y el humor surrealista: una comedia trágica sobre la asfixia y el desasosiego. Cuando el túnel nos aprisiona, la risa ensancha los pulmones con aire fresco. Conversando con exiliados españoles en México, el director señaló la clave: “Los hombres cada vez se ponen menos de acuerdo y por eso se combaten entre ellos. Pero ¿por qué no se entienden? En la película es lo mismo, ¿por qué no llegan juntos a una solución?”. Según Buñuel, debería asombrarnos no que los personajes sean incapaces de salir, sino que no intenten colaborar. Hoy, más que nunca, hay que observar las penas, hablar con el corazón, reír en el desfiladero y atreverse a buscar ayuda. Hace falta coraje para dar rienda suelta a las palabras enjauladas. No siempre comprendemos cuánta fortaleza se necesita para vivir en la fragilidad.
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NO TE OLVIDES DE MÍ


 No te olvides de mí.

Yo sigo aquí.

Y no estoy a la espera de nada ni de nadie

pero de alguna manera lo tenía que decir:

no te olvides de mí

y porque no todo tiene que tener un sentido

y una causa y un porqué.

A veces no pensar en nada, ayuda

y en cambio otras veces,

cabrearte estremece tu forma de ser

y así acabarás por descubrir

que hay otras formas de sentir.

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NADA SABEMOS (Amalia Bautista)

 

Nunca sabremos si los engañados
son los sentidos o los sentimientos,
si viaja el tren o viajan nuestras ganas,
si las ciudades cambian de lugar
o si todas las casas son la misma.
Nunca sabremos si quién nos espera
a quién tenemos que aguardar en medio
de un frío andén. Nada sabemos.
Avanzamos a tientas y dudamos
si esto que se parece a la alegría
es la señal definitiva
de que hemos vuelto a equivocarnos.

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ERNEST HEMINGWAY


“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos”.

VÉRTIGO


Tengo prisa por acabarlo todo,
tengo conmigo la pasión de la velocidad,
o el mismo vértigo que tiene el rayo,
o donde las flores se desglosan en colores
y en donde las sombras
se confunden con la realidad.
Tengo muchas necesidades e inquietudes,
para que contaros,
me sabe mal decirlo,
me sabe mal,
pero yo no estoy cómodo en donde estoy,
yo quiero y persigo estar en otra dimensión.
Y nada puede calmarme, nada,
mi ansiedad es como una bola gigante,
mis deseos son tantos y tan inalcalzables,
que no tengo reparos en reconocerlo,
mi batalla está perdida antes de salir.
Mis penas, mis dudas y mis preocupaciones,
todas forman parte del mismo juego,
mis alegrías, mi entusiasmo y mis pasiones,
también son una parte de lo que es mío,
y es difícil e imposible separar las dos partes,
cosa que no pretendo... por cierto,
yo las reconozco como mías y a las dos por igual,
pues ellas, junto a mi envejecido cuerpo,
forman al único ser al que realmente conozco,
y a ese ser solo lo identifico conmigo,
soy yo y soy yo con todo lo que conllevo y arrastro.

"AQUÍ NO HA PASADO NADA" (En plena pandemia)


Claro...ahora todo dios se echa las manos a la cabeza. No puede ser lo que están haciendo con todos nuestros viejos y viejas. Se subastan los viejos de las residencias públicas al mejor postor o dicho de otra forma, al que pague mejor y cuando lo público se pone en manos de lo privado pues siempre tiene el miso resultado: por fuera todo presenta una pinta que te cagas, todo está limpio y reluciente, pero solo lo está para la galería o sea, para el familiar que entra a visitar a su padre o madre. Esos geriátricos son gestionados por verdaderos buitres sin escrúpulos que funcionan como funcionan ahora en tiempos de confinamiento. Es decir, tienen una zona limpia, reluciente y muy cuidada, para que la veo o la observe el visitante, que se supone que es el responsable del abuelito o abuelita residente o por lo menos es el que decide en parte y después tiene una zona sucia no, super sucia y asquerosa y ahí se mueve un poco de todo: comidas que si no son vomitivas cerca están de ello. Al cuidado sanitario del geriátrico siempre tendrán a un médico responsable cuyo nombre figura en un cartel a la entrada del centro, pero que en realidad sólo aparece por allí, una o dos veces por semana y 15 minutos cada día, por tanto se ahorran toda una pasta gansa en servicios sanitarios mínimos e imprescindibles (el médico en éste caso, solo cobra la peonada, es decir, las horas que ha ido). Enfermeros, tienen uno por el día. Por la noche vendrá su sombra.
Una parcela en medio de la nada y en el medio un gran o mediano edificio repleto de habitaciones tipo colmena y como si fueran niños pequeños que no se enteran de nada, los meten de dos en dos en cada habitación y sin conocer de nada al otro inquilino. Por un momento poneros a pensar en ello ¿qué pasaría si ahora a ti y a mi nos metieran en la misma habitación?. Pues muy sencillo, yo me cagaría en ti y en tu estampa y tú sobre mi ejercerías todo el poder de tu diarrea maloliente. Hay gente muy buena trabajando en los geriátricos, pero también hay un buen montón de gente quemada y por estar mal pagada y sobreexplotada y al final ¿quién lo paga?...pues el puto viejo o vieja. El ambiente de un geriátrico es bochornoso, viejos en mogollón, amontonados en sus sillas de ruedas y con cara de que coño han hecho para haber acabado allí y merecerse el ser castigado en éste geriátrico de mierda.
Allí todos son auxiliares y celadores y todos a trajinar como locos y de día y de noche y porque dice otra ley del capitalismo...que si tú quieres sacar los mayores beneficios posibles, pues entre otras cosas tendrás que ahorrar en personal. Todo esto se basa en lo mismo, en estrujar al viejo o vieja de turno y antes y como no, al enfermero, auxiliar, cocinero, pinche, servicio de limpieza y si me apuráis hasta el mismo jardinero. Como decirlo de otra forma: pagar mal y poco, trabajar a destajo, pulir las zonas que van a ser visitadas, tacañear al máximo en material de limpieza, adornar la entrada y otros puntos estratégicos y todo el resto es poner mucha cara y decir, que si en algo destaca su gestión (privada) es por el esmerado cuidado con el que se atiende a sus inquilinos. Además, hasta les ponemos a su servicio un psicólogo que atiende a personas de la tercera edad, viene una vez al mes y en sólo cinco minutos (que es el tiempo que se le paga) es capaz de ver si algún residente tiene algún síntoma de cualquier enfermedad mental que se precie. Y todo va del mismo palo, todo es una puta estafa que huele a podrido...pero como son viejos y ya no pintan nada...pues todos pasamos un tupido velo sobre éste escenario. Bueno pues prosigamos con nuestra política de "aquí no ha pasado nada" y nada que siga el coronavirus cargándose viejos....pues coño, hacen falta plazas en esos mataderos de viejos.

DIGO YO...

En el recuerdo
quedarán aquellas tardes de abril
tardes largas confinado entre los muros de mi casa
que por muros no será,
tienen más de 120 años y están más derechos que yo,
claro que su grosor es de muralla medieval,
y cuántas veces me habré preguntado,
¿cuánto sabrán éstas paredes?
han pasado familias y de distinta estirpe y condición,
han pasado guiris queriendo hacer un hotelillo pequeño y coquetón.
Y ahora en cambio, su poblador soy yo,
y dentro de éste confinamiento amurallado,
tengo a dos de mis hijos conmigo
e igualmente la casa sigue siendo grande e inmensa,
parezco un conde solitario en medio de su gran castillo,
pero bueno como dice el otro,
así me entretengo
y tengo para subir y bajar muchas veces
y cambiar de decorado otro montón de veces,
nunca sobra cuando todo te gusta,
"mi casa" como decía ET mientras señalaba el cielo,
y yo digo "mi casa" sin señalar a nadie,
en tal caso señalo igualmente al cielo,
pero porque me gusta su vestido azul
y me encanta su traje de noche,
sus estrellas brillantes
y su luna alucinante
y entre millones de individuos
estoy yo y metido en mi casa,
enterrado vivo (ya me entendéis) bajo esos muros,
y hoy es tan hermoso el día,
que me estremezco,
sol limpio,
claridad bestial,
luminosidad en su máximo,
colores más vivos que yo,
la calle tranquila y sosegada,
el gato del vecino maúlla en el silencio de la tarde,
las voces son casi mudas,
no hay coches,
no hay motos,
no hay ruido de infernales máquinas,
y sino fuera por tantos muertos que hubo (covid),
yo me preguntaría
si esto no está en el paraíso
digo yo... que el paraíso estaría muy cerca.
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Yo, si viviera en otra tribu

 Yo, si viviera en otra tribu con distinto nombre y con otros apellidos sería el puto amo de mi mundo andaría por las aceras de mi pueblo ve...