Yo pensaba que ya podía anunciar la llegada del Otoño y de nuevo y como me pasó muchas veces en mi vida, me tendré que joder. En el Mediterráneo no va a llegar el Otoño, llegará en Galicia, en Asturias, en toda la zona Norte, pero en ésta Isla seguiremos cociéndonos con las calores. No sé, a veces me da la impresión de que el Mediterráneo es una puto caldo caliente y que ésta Isla es sólo un Garbanzo que nada en medio del caldo. Son sensaciones o son percepciones, son ideas que pasan por mi cabeza, pero como mi cabeza no es muy normal, esas ideas salen deformadas. Pero son mías y sólo mías. Otras veces, pienso que éste mundo es demasiado pequeño y que casi nada nos sorprende, porque hoy sabemos que llueve no porque esté lloviendo, sino porque ayer nos predijeron que hoy llovería.
Cada vez hay menos espontaneidad y sin espontaneidad no hay sorpresas y si hay alguna que se atreve a romper esa regla, enseguida es calificada de osada, de atrevida, de asustadiza, porque el tiempo ya no lo medimos como parte de éste momento, sino que lo vivimos con antelación, con predicción, con ese antes que se adelanta a los acontecimientos. La espontaneidad mete miedo, pues pasa que nuestros cerebros aceptan las reglas del juego y si tú o yo decimos algo espontáneo, cuando menos que resulta ser agresivo.
Yo me he comido muchas mierdas por mi espontaneidad, por decir las cosas sin pensar, así como suenan o así como soltarlas a la primera, sin filtros, sin deformidades, sin dobles sentidos, sin más historia que mi sinceridad...Pero no gusta la sinceridad ni la espontaneidad, gusta más el quedar bien, el hablar sin decir nada, decir los tópicos de siempre y el jugar con las buenas palabras que no dicen nada. En el fondo somos como los políticos, mentimos vilmente y vendemos productos inexistentes. La vida no es la que vivimos, la vida es la que nos dejan vivir y creo y aseguro que esas dos vidas no tienen nada que ver.