
Yo solo me inspiro
y a nadie más necesito,
o eso creo,
yo solo,
y yo me lo guiso y yo me lo como,
y yo solo me hablo,
y me hablo bien alto,
y me cabreo conmigo mismo,
y me riño y me pego,
y hasta a veces me doy dos besos,
y porque me quiero y porque me odio,
y me quiero tanto y tanto,
que me retuerzo por dentro
y así me convierto,
en una serpiente que se enrosca en mi cuerpo.
Y me odio,
sí, también me odio,
y me odio cuando estoy solo,
y cuando estando solo también me odio,
y me odio por ir de listo
y por pensar que soy el único,
y el verdadero y el que escupe verdades,
y el que no duda, ni tiembla,
ni siquiera cuando tiembla la tierra,
y tal y como si fuera un ser extraordinario,
y por eso me odio,
por ser tan altivo y tan hombre
y tan poderoso
y quítame ésta paja del ojo,
y haz y pon y dime,
y mando y ordeno,
y mando más y mucho más,
que el mismo Napoleón Bonaparte.