
Un día dudé y miré a los ojos de mis compañeros. Ellos me dijeron que adelante, que todo duele, pero que el fin merecía la pena. Más adelante, en un día gris otoñal, volví a dudar y ésta vez lo hice con más fuerza y de nuevo busqué los ojos amigos, los ojos que me dieran la respuesta y los miré y esos ojos yacían vencidos y muertos, y entonces me di cuenta, que ya no tuve que preguntar nada. Guardé mi ideario revolucionario en un rincón de mi ático.
Pasaron loa años y de vez en cuando me asaltaba la duda, pero me faltaban el valor y los ojos amigos. Así pasó el tiempo, hasta que un día de primavera, noté que la duda me atravesó como un rayo y tuve que desempolvar mi viejo ideario, aún no sé el porqué, ni el como y creo que no lo sabré nunca. El ideario estaba igual de como lo había dejado, con muchas ideas pero en orden caótico. Entonces me puse a leerlo y la duda me volvió de nuevo, la duda pendiente. Al final de darle lectura, lo primero que hice fue buscar los ojos de mis compañeros y de nuevo no estaban, pero ésta vez, sí que estaban los míos.

Así que por fin entendí el mensaje: no tenía que esperar a los ojos de nadie, sólo tenía que mirarme en el espejo y ver mis ojos claros. Y así es como empecé de nuevo mi tarea pendiente. Yo era el que tenía que darme la vuelta y revolucionarme por dentro y eso estoy haciendo en cada instante de mi vida. La otra, la revolución social aún está ahí, delante de mí, y no creo que yo la viva. De todas formas sigo buscando otros ojos iluminados, pero ello ya no me obsesiona, pues sé que algún día los encontraré y entonces ese día empezaremos de nuevo el camino hacia esa revolución pendiente y eso sí, no me pidáis que os la defina y concrete, pues eso rompería su encanto. Un sueño es un sueño y por tanto es sólo un deseo. Aunque a éstas alturas, donde los años pasan más rápidos que los días, nuestra revolución pendiente va a ser dentro del Geriátrico.
Desde ese día, que no fue hace mucho, apenas hace un año, yo ya soy otro y puedo verme todos los días en el espejo y disfruto con mi nueva compañera de viaje, la vida. Ahora la vida me está enseñando a sentir a cada instante, a acariciar y ser acariciado, a dar un beso y recibir muchos, a ser sincero y que los demás me entiendan y sobre todo me ha enseñado a participar con ella y de ella, a compartir, a amar, y a ser partícipe activo, que no pasivo. Por eso mi mensaje, ahora es abierto y sincero, y por eso os tengo algo que decir: que la vida la coges o la dejas, pero si la coges, aunque ya te parezca tarde, cógela hasta exprimirla la última gota de su savia. Y os juro que de verdad, la vida si merece la pena.