Pues nada, que otro intento de empezar el día y ya van dos y espero que éste sea el definitivo. Parezco un coche viejo que nunca arranca a la primera o que no arranca a la primera los días en que está saliente de Guardia. El caso es que ya estoy de nuevo aquí, aquí al pie del cañón y dispuesto a no dejar títere con cabeza y es la una y media de la tarde y me estoy cagando en todo, Adiós mañana y perdóname mi debilidad, pero cuando el sueño me llama, me siento igual que le pasaba a Tarzán cundo sentía la llamada de la selva, que se tenía que ir de ipsofacto.
Ya me estoy cansando de los buenos tíos o tías que cuando hacen algo mal y tú y ellos se justifican porque son buenas personas o porque van de ese pego. Son buenos, pero no son tontos y además si hacen algo mal tienen que demostrar su bondad y a lo echo, pecho y pongo mi careto. Siempre es mejor no confundir la bondad con la imbecilidad, porque si se mezclan salen bobos redomados. Además con la bondad se nace y después ya se verá, pero con la imbecilidad no, se adquiere por el camino. No hay imbéciles de nacimiento, uno se va haciendo o no, imbécil.
No sé a que venía éste reflexión, pero seguro que por algo venía. Pasa muchas veces, que no sabes porque piensas en algo y más adelante se te enciende una lucecita que te explica el porqué. Pero ahora toca la faena del hacer de comer. Y el día en que rompa las cadenas de tener que hacer la comida, seré feliz como una perdiz y en honor al dios Baco me beberé una cuba del mejor vino. Una cuba o dos, la cuestión es perder los sentidos de esa manera tan bucólica, que es caer al suelo borracho.