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TRAFICANTES DEL TIEMPO (Irene Vallejo)

 

TRAFICANTES DE TIEMPO (Irene Vallejo)

«Igual que tú, el niño siente la impaciencia del deseo —lo quiero ya—, pero no puede comprender la razón de la prisa. Para qué sirve la rapidez, cuando el placer consiste en entretenerse, remolonear y ser lentos. Qué inexplicables le parecen vuestras bruscas urgencias, los espabila, los venga vamos, los así no llegaremos nunca. Experto en demoras, se recrea en cada juego, en el peldaño de cada escalera, en cada excursión, como una historia interminable. Tu hijo intuye que el amor exige prodigalidad temporal. Si quieres a alguien, le das tu sosiego, tu desaceleración, tu olvido de los relojes.
Sin embargo, tu pequeño sibarita tiene serios competidores: cada instante, los dispositivos digitales y sus voraces pantallas batallan por secuestrar nuestras horas. Los gigantes tecnológicos codician miradas absortas para subastarlas en un frenético mercado de la atención. Las aplicaciones y las redes sociales son gratuitas solo en apariencia. No pagamos por ellas porque el producto es en realidad otro: nuestro tiempo. Hechizados por imágenes palpitantes y estímulos adictivos, regalamos información sobre nuestros gustos, movimientos, opiniones, miserias y sueños. Cuanto más, mejor: alimentamos bancos de minutos y bases de datos que las empresas venderán al mejor postor y que retornarán en forma de publicidad y propaganda personalizadas. Somos nosotros quienes estamos en venta.
En los años setenta, antes de la expansión de Internet y los primeros móviles, un autor de literatura infantil, Michael Ende, escribió una fábula visionaria sobre el saqueo de nuestro tesoro temporal. Los habitantes de una gran ciudad empiezan a recibir la visita de unos misteriosos hombres vestidos de gris, agentes de la Caja de Ahorros del Tiempo. Estos persuasivos recién llegados prometen suculentos intereses a la gente que deposite en su banco las horas ahorradas cada día: en lugar de media hora, dedique un cuarto de hora a cada cliente; reduzca el contacto cotidiano con su anciana madre a unas breves palabras; mejor aún, alójela en un buen asilo, pero barato, donde cuidarán de ella; no pierda ni una fracción de sus preciosos días en cantar, leer o en compañía de sus amigos. Los traficantes de tiempo van conquistando calladamente la sociedad, sin ninguna resistencia. La ansiedad, la urgencia y una prisa obsesiva se apoderan de la gente, que sigue ciegamente los consejos de los trajeados hombres grises tomándolos por decisiones propias. “Un negocio difícil, sangrarles el tiempo a los hombres, segundo a segundo. Nosotros nos lo quedamos, lo necesitamos, lo ansiamos. No sabéis lo que significa vuestro tiempo. Pero nosotros lo sabemos y os lo chupamos hasta la piel. Y necesitamos más, cada vez más”. Solo Momo, una niña huérfana que vive entre las ruinas de un anfiteatro romano, y la mágica tortuga Casiopea consiguen desenmascarar y derrotar a los grises banqueros que aspiran el humo de instantes usurpados.
Frente a nuestro empeño en digitalizar la educación, los gurús informáticos de Silicon Valley están criando a sus hijos sin pantallas. En los carísimos colegios privados de la meca tecnológica, los niños hacen sus cuentas con lápiz, cuartillas y arcaicas pizarras provistas de tizas de colores. Algo huele a podrido en California, cuando los propios cocineros prohíben a su familia saborear el mismo plato que nos ofrecen.
En la mitología clásica existió una divinidad llamada Momo, como la niña de Ende. La legendaria Momo encarnaba la burla irreverente hacia todos, incluso contra los habitantes del Olimpo: opinaba con ironía que la creación de los seres humanos estaba sobrevalorada. A su juicio, los dioses deberían haber previsto una pequeña puerta en el pecho que permitiera vigilar nuestras verdaderas ideas y sentimientos sinceros. No imaginaba que, algunos milenios más tarde, regalaríamos con ligereza datos vitales sobre nuestra salud, nuestras ideas políticas y nuestros secretos, auténticas semillas de control. Hoy, esa portezuela que soñó Momo existe, y ciertas empresas la abren para hurtarnos el tiempo y la intimidad con la ganzúa de nuestras horas cautivas».

¿QUÉ SABEN ELLOS?

 

¿Que saben los seres normales de lo irreal,

que saben del cerezo en flor,

que saben del agua de lluvia acariciando tu rostro,

que saben de lágrimas negras por las mejillas,

que saben de la densidad de la niebla en la mañana,

que saben del mar en calma o de un tsunami,

que saben de un bosque mágico en medio de la noche?.


¿Qué saben ellos?...

¡qué yo no sepa!.

Yo imagino y ese es mi poder

mientras ellos solo hacen que piensan

porque realmente lo que les preocupa

es no saltarse el orden y las normas.

LLAMARTE (Mónica Alicia Spesso). Blog de "Emma Gunst"



 

 LLAMARTE

Tuve ganas de abrir la ventana
y  llamarte amor.
Pero tuve miedo
de que no fuera cierto.

¿MUNDO?


Y resulta que en éste mundo que nos hemos montado, ya no cabemos todos. Bueno cabemos, pero como el mundo está lleno de putos listillos que se lo quieren correr todo o que se quieren ascender todos los picos de la tierra y llegar a los 8 miles y a los 7 miles y para acabar en los 2 miles y porque ya no van quedando objetivos que puedan aumentar sus egos tan espectaculares. El Kilimanjaro todo lleno de tiendas de campaña. El Everest que parece una peregrinación a la meca o el mismo Camino de Santiago que parece un hervidero de gente. El mundo es una mierda que se está llenando de más mierda. Todos queremos ser más y mucho más y porque el viajar ya no es viajar en plan romántico y disfrutando de la intimidad de cada lugar y sitio.
Hoy en día se viaja en manada y todos haciendo lo mismo, haciendo selfis para que los demás vean donde coño estás. No importa lo que tengas delante y que esa vista resulte ser espectacular, porque lo que realmente importa es que tú has estado allí donde ya quisieran algunos estar. No importa el hecho de lo que tienes delante y porque lo que importa es que tienes que joder el precioso paisaje que tienes detrás con el puto careto que tienes de imbécil. Por tanto, el Yo manda por encima de todo. Un mundo lleno de Yos egoístas que lo quieren todo para ellos y todo lo demás es secundario. Y todo y absolutamente todo, sólo sirve de telón de fondo para sus putos selfis de mierda echos con su aifon de última generación.
Pero bueno, te vas por el río Orinoco y pasa lo mismo. Y te vas al Vietnam y más de lo mismo y te vas a la mierda y allí te los encontrarás a todos. El mundo se hace pequeño ante ese espíritu tan viajero y al que le encanta desplazarse en masa. Y ¿adonde va Vicente?...adonde le lleve la corriente de masas que funciona como inmensos bloques de hielo que a su vez serán desplazados por las corrientes marinas que a su vez, mueven el globo terráqueo. Y detrás de un guiri hay otro guiri y detrás de éste hay miles y millones de guiris haciéndose fotos y selfis. Siempre hemos pensado que la Tierra sería invadida por extraterrestres y nos habíamos equivocado, pues esos extraterrestres somos nosotros mismos que vamos invadiendo los mejores paisajes y como una máquina de guerra destructora, los vamos convirtiendo en sitios desencantados y deslustrados. Es decir, le chupamos la savia y los dejamos secos y tiesos.
¿Qué exagero?. Y un huevo. Y casi no queda sitio en el mundo donde en el mes de agosto, no esté invadido por las hordas de guiris. Son un ejército invasivo y destructivo, que como todo lo que funciona en masa no se atiene a razones medioambientales. Y los primeros serán empujados por los segundos y los segundos por los terceros y el penúltimo de la fila, por el último en funciones. Y así se mueve esa gran masa amorfa y sin forma, masa que no tiene cabeza, que no tiene principios y porque sólo tiene un objetivo, salir él o ella en sus putos selfis de mierda. Sin darnos cuenta de ello, hemos criado al monstruo dentro de nuestras propias entrañas y ahora el monstruo sólo quiere devorar selfis y a costa de la destrucción total de todo lo que se menea y respira.

¿SOMOS HUMANOS?

 



Voy comprobando, que con el paso del tiempo, me estoy volviendo más tibio y más prudente y más complaciente y creo que también, más estúpido. No existen los todos y si existen los algos que a su vez suman y te hacen ser un poco más de un lado que del otro. Pero de aquél todo y un todo tan absolutista queda muy poco, por no decir, que no queda nada. Y de nuevo, el todo y la nada y sino va quedando el todo, tampoco va quedando la nada. Yo flutuo como las mareas vivas o no tan vivas, estoy en ese continuo sube y baja que tiene la vida y ahí, nunca me quedo quieto. Es decir si asciendo, ahí me mantengo un tiempo y después empiezo a bajar y ahí abajo me quedo otro rato. Por tanto la mayor parte del tiempo estoy en estado de transición hacia algún lugar y sitio y claro que toco los extremos e incluso podía decir, que hasta les he cogido cariño. Pero los extremos, de tan intensos que son y de tanta pasión que requieren te cansan y agotan y por eso es fundamental saber salir de ellos, a tiempo. Antes, no lo conseguía siempre, es más muchas veces no lo conseguía y por eso hubo años en mi vida que acabaron siendo extremos, patéticos, pobres, dependientes, débiles, frágiles y obsesivos y al menor soplo de viento, me rompía en mil pedazos. De aquellos polvos estos lodos, que diría el otro.
Pero ser frágil, al final y si sobrevives a ello, te hace ser más fuerte que nunca. Pero yo no presumo de ser fuerte, porque no lo soy y en cambio, presumo de haber pasado por todas o por muchas situaciones malas o peores y de seguir vivo y con una ganas de vivir que ya quisieran muchos o algunos. Yo ahora, todo lo veo más templado, menos pasional, más tranquilo y ya no voy de infarto. Lo único que me queda de todo ello, es una parte de mi instinto más asesino. Es el primer instinto que te sale (es el instinto más primario y visceral), ese que te hace palpitar como un caballo desbocado, que te hace petar la yugular como un tambor de hojalata, ese que te inunda los ojos de sangre fresca y que si no matas es porque realmente... estás en contra de matar y de sufrir y de torturar y porque al fin y al cabo, al final (y menos mal), siempre gana o casi siempre gana el pensamiento más humanista y ese pensamiento, es plácido, prudente, sosegado y sopesado. Y somos humanos (aunque muchas veces lo dudemos y por un millón de razones todas lógicas), pero la tendencia debe ser inclinarse del lado más humano posible. Y en esas... estoy yo ahora y con mucha paciencia y buena letra.

CESARE PAVESE


 

CESARE PAVESE

Si alguien vio de lejos la fiesta de la vida, ese fue Cesare Pavese, nacido en 1908 y muerto en Turín, por propia decisión, el 27 de agosto de 1950: inseguro, atormentado, víctima de sucesivas decepciones sentimentales, reconocido sin que eso le importara y lúcido y desvelado contra su voluntad, poco a poco fue acercándose al límite de la desesperanza.
Es verdad que se conjuraba en contra la época adversa que le tocó en suerte; entre tanto gris, queda, empero, su obra despiadadamente inteligente y que arrastró tras de sí la sensibilidad de una generación: la poesía de Trabajar cansa y la desolada indagación en sí mismo, prolongada durante quince años, que reunió en el El oficio de vivir.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos serán una
vana palabra, un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana cuando sola
sobre ti misma te inclinas en el espejo.
Oh querida esperanza, también ese día
sabremos nosotros que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

(Versión de Carles José i Solsora)



ESTOY APRENDIENDO A...



Estoy aprendiendo a ser mejor persona,
más completo,
más radical,
más decidido,
porque mi idea es decir las cosas a la cara,
porque si te echo de menos lo diré a voz en grito,
porque si te quiero lo escribiré con sangre de mi cuerpo,
porque el aire y el viento me hacen sonreír,
y porque la lluvia enternece mi vieja piel de pergamino.
Hay tantas razones para ser distinto,
hay tantas diferencias entre un mundo y el otro,
que yo levanto mi pulgar para decir que si,
que sí, que estoy contento,
que sí, que quiero más de lo que tengo,
que sí, que amo lo que me rodea,
que sí,
que soy una pieza más de ésta hemeroteca
en la que ahora estoy viviendo.

ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...

  Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...