TODOS
Todos, alguna vez,
hemos tenido estertores y penas.
Todos, sin excepción,
hemos crecido dentro de cada caparazón
y solo de vez en cuando
nos hemos reído juntos y a carcajadas.
Todos hemos sido niños
y jóvenes y adultos
y ahora, que uno está en un estado de uva pasa,
es cuando uno se acuerda
de la belleza de la piel tersa y joven.
Cristina Peri Rossi
DAME...
Dame fuerzas,
dame hambre
y me comeré el mundo
y escupiré estrellas fugaces.
Dame la fuerza del más grande
dame la belleza de la vida
dame las ganas
y el tesón del martillo.
Dame los versos que me faltan
dame los sentidos sentimientos
dame el oro y la plata
y el bronce, lo dejo para el tercero.
IRENE VALLEJO ("Visión de los vencidos")
Cuando la realidad se tambalea, nos formamos una opinión sólida refugiándonos en los —imparciales— análisis de quienes piensan como nosotros. Sospechosamente, las versiones que coinciden con nuestros prejuicios nos resultan más verosímiles. Las redes y los buscadores de internet alimentan ese sesgo de confirmación: cada día más cómodos y convencidos dentro de nuestra burbuja, observamos a los discrepantes como gente malintencionada que sólo busca su provecho. Censuramos los intereses ilegítimos del prójimo, mientras encontramos en los nuestros pura lógica y sentido común. Rara vez hacemos el esfuerzo de entender las razones del otro, y eliminamos cualquier matiz intermedio entre atacar y acatar. La literatura occidental empieza a sangre y fuego: la primera palabra de la Ilíada es “cólera”. Sin embargo, el poema ofrece rostros más amables. Es insólito que los enemigos troyanos aparezcan representados con la misma dignidad que los griegos victoriosos. Los hexámetros ceden la palabra también a los adversarios, escuchamos sus miedos y sus dilemas; el aedo parece incluso simpatizar más con el fiable Héctor que con el inflamable Aquiles.
Cuenta la leyenda que, en la “operación retorno” tras la guerra, los dioses castigaron a los vencedores por sus fechorías en el saqueo y su crueldad con los derrotados. Tras los cortinajes de los desfiles y la fiesta, el triunfo siempre oculta la oscuridad de la barbarie. Como también haría Clint Eastwood en Cartas desde Iwo Jima, Homero evita la caricatura del enemigo pérfido e incluye la mirada del adversario. Lee más: Cristina Rivera Garza: “En México hay un grado macabro de impunidad”‘Bobi’, un texto póstumo de Roberto Calasso Somos seres de memoria y, desde que empezamos a contarnos el pasado, hemos escuchado sobre todo la voz engolada de los ganadores. Sin embargo, a veces, algunos textos salvados sacan a la luz los relatos del bando olvidado. Durante un verano de hace cinco siglos, Tenochtitlan se convirtió en una ciudad sitiada. En una recopilación de crónicas indígenas editada por Miguel León-Portilla, encontramos fuentes poco atendidas, como los Cantos tristes. Fueron compuestos a la antigua usanza por poetas nahuas supervivientes ante los escombros del mundo que habían conocido. Allí se narra cómo los españoles, por orden de Alvarado, atacaron a los mexicas “mientras se gozaba de la fiesta, y se enlazaba un canto con otro, como una algarabía de olas. Los soldados, con sus escudos de metal y sus espadas, rodearon a los que bailaban y dieron un tajo al que estaba tañendo. Lejos fue a caer su cabeza cercenada”. Todo desembocó en un largo asedio y una epidemia de viruela que hizo estragos. Tras tres meses de contagio y cerco, cayó la capital de México.
Los cantares recordarían durante mucho tiempo, como Ilíadas indígenas, el drama y el trauma de aquellos días: “Gusanos pululan por calles y plazas, en las paredes están salpicados los sesos, y era nuestra herencia una red de agujeros. Se nos puso precio. Precio del joven, el sacerdote, el niño y la doncella”. Sólo unos pocos españoles, como Bernardino de Sahagún, trataron de conservar el eco de aquellas voces heridas. También Troya fue atacada en el transcurso de una fiesta. El relato es conocido: un grupo de guerreros griegos se escondió en el vientre del famoso caballo. Los troyanos lo introdujeron en la ciudad para celebrar la paz, creyendo que los enemigos habían huido. Mientras danzaban indefensos, los soldados emboscados salieron a través de la escotilla de madera, y empezó la masacre.
Siglos más tarde, el dramaturgo griego Eurípides escribió una tragedia, Troyanas, donde las mujeres esclavizadas por los vencedores hablan, lamentan y recuerdan. La anciana reina de Troya dice: “¿Qué debo silenciar? ¿Qué he de llorar? No hay otra musa para los desventurados que la de clamar sus desgracias sin la compañía de los coros”. La historia es un tapiz entretejido de civilización y brutalidad, pero no olvidemos que entre nuestras tradiciones más antiguas late la mirada de quienes dieron la palabra al bando contrario sin encubrir la barbarie propia. Si no escuchamos la versión del otro, del adversario, incluso del derrotado, nosotros también perdemos: el rumbo y el humanismo.
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/vision-de-los-vencidos-por-irene-vallejo
Y EN ESAS ESTAMOS...
Sé que he pertenecido a un submundo
donde matar era la idea
donde la sangre era bendecida
y donde la violencia no tenía fronteras.
Sé que he vivido
bajo las alfombras
junto a las colillas y ácaros
y también sé...
que durante un tiempo viví del cuento.
Pero al final me hice persona
o me tuve que hacer persona
y tuve que vestirme de adulto
poner cara de enterado
y nunca escupir contra el viento.
Después
ya fue todo rodado,
adulto, padre, trabajador a destajo,
amante de lo claro y nítido,
entusiasta de la música,
admirador de lo bello,
disfrutón apasionado,
y un día y no sé como,
me tuve que poner el traje de viejo.
Y en esas estamos...
JUEVES, MÁS CERCA DEL FINAL (Hace 2 años)
JUEVES, MÁS CERCA DEL FINAL
CRISTINA PERI ROSSI
PRIMER DÍA DE VACACIONES DE HACE 6 AÑOS
Buff!!, menudo comienzo de vacaciones. Estoy hecho un paleto hasta los topes. Llegada en barco a Barcelona, cogí el coche y casi 4 horas perdido en busca del hotel y eso, ¡qué era céntrico!. Conduciendo cagado y cabreado, pues siempre hay algún listillo de la urbe que le da por pitar en plan histérico, que por cierto, suelen ser taxistas amargados y tocacojones. Vamos, que cuando yo ya esté en forma en ésta conducción toda loca y agresiva, les freno en seco, me bajo del coche y les parto la cara a ostias y se acabó la película del soplapollas urbanita...y ¿quién dijo miedo?.
ME ABURRO POR AQUÍ, ME ABURRO POR ALLÁ...
Me aburro por aquí, me aburro por allá, haciendo esto o lo otro me aburro igualmente. O sea me aburro por los cuatro costados y me siento ...

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Yo tenía cinco años. La maestra escribió en la pizarra: "Todos los hombres son mortales". Sentí un enorme alivio, un gran regocijo...