EL SILENCIO
Qué espléndida laguna es el silencio
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
en el espejo de las aguas quietas
Mario Benedetti
No hay nada más odiado
que un café descafeinado al despertar
me parece ñoño como un coño desvaído y deprimido.
No hay nada más mierda
que el engaño disparado a quemarropa.
No hay santos, ni bendiciones,
hay arrugas y piel reseca por el tiempo,
hay aire contaminado por falta de vicio
eran otros tiempos... los nuestros
(cuando había vicio y deseo)
tiempos donde aliento y viento procedían del mismo túnel del tiempo,
donde la brisa fresca corría por tu camisa azul celeste
y por donde mis dedos trazaban autopistas al cielo...
Estábamos condenados al fracaso,
y por eso afirmo que no hay peor fracaso
que el fracaso intuido por el olfato
y que por suerte o por desgracia,
aún conservo
y más cuando sopla viento del norte.
Y es que entonces, lo veo todo más claro.
Qué sé yo de la puta vida,
no sé nada
y lo poco que sé...
no sé si fue cierto o me lo han contado,
no sé si hubo un antes y un después
y en que momento me confundí de destino
y porque amanecí desnudo y desorientado,
como si todo lo anterior hubiera sido una resaca incontrolada,
como si toda mi memoria
hubiera pasado por una depuradora...
Y es que no me acuerdo ni de su nombre,
se llamaba...se llamaba...
no sé como se llamaba semejante pesadilla,
tenía nombre de mujer,
tenía cuerpo de sirena,
su voz era un estertor agudo y suave,
como si fuera un quejido de amor ingobernable,
o como un aullido en una noche de luna llena.
EL ESPINO
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
Louise Glück
Yo sé que algo o no sé que cosa...
me comía por dentro,
que mis entrañas se convertían en un amasijo de carne y vísceras,
que mis dientes se caían por tanto furor y temblor,
que mis huesos se hacían huecos por el poder de la luna,
que mis compañeros de lucha
eran vampiros buscadores de sangre fresca,
que mis tomates eran granadas de mano a punto de petar,
que mis anhelos eran quimeras colgadas de un manzano,
que yo me salvaba y por una intuición malvada,
y que así acababa ese sueño, mi sueño...
el río desbordado de gente
mientras a mí me devoraban unos buitres carroñeros.
Si me descargas todo el amor que llevo dentro,
nadarás entre peces de colores
y caminarás sobre hermosas alfombras de flores y besos,
te harás la reina por tu grandeza
y todo lo que veas desde la almena más alta
del monte más alto,
serán tus posesiones
y en ellas incluyo cielo, tierra, mares e infierno.
Es todo un honor
pertenecer a esa legión de don nadies.
No somos nada,
todos sabemos a pollo,
olemos a muerto,
escupimos al aire y nos cae en la frente,
soñamos pero no nos despertamos,
no actuamos,
hacemos que actuamos,
pensamos pero no hacemos,
nuestra textura es de corcho,
y nuestra alma del más puro metacrilato.
Somos legión porque somos muchos
y sumamos y tenemos derecho a voto,
por eso nos reclaman tanto,
para que les votemos a ellos,
a ellos, a los de siempre
a los de la clase pudiente.
Llegará el día en que crezca la hierba bajo nuestros pies,
ese día caminaremos juntos y codo con codo
y lengua con lengua
y hasta ser una sola voz que diga,
se acabó ser un don nadie
y en ese mismo momento,
pasaremos a ser los nadies.
Los simples y sencillos nadies.
LA MALDICIÓN
Que te pierdas en un bosque.
Que tardes
muchas veces
muchos años
en dar con la salida.
Y que cuando logres escapar,
y me busques,
y no me encuentres,
comprendas al fin
que tú eras el amor,
y yo, el bosque.
ALFONSO BREZMES
Voces.
A veces oigo voces que resuenan como truenos
dentro de mi espacio subaracnoideo,
justo entre la aracnoides y la piamadre
y cerca del quiasma ótico
pasando por la silla turca
y para aterrizar con sus eternos ecos
en el lóbulo frontal del cerebro,
que es el que controla y mangonea todo.
Con el paso del tiempo
esas voces han dejado de ser mañaneras y resacosas,
ahora son noctámbulas y expresionistas,
les encanta exagerarlo todo,
engrandecen lo más pequeño,
y de una mota de polvo sacan un mundo nuevo,
en realidad, son voces imaginativas,
se saben buscar la vida,
se acomodan a todos los recovecos de mi cerebro
y cuando entra una corriente de aire por el suelo de mi boca,
aprovechan para echar más leña al fuego
y tanto calientan el medio ambiente
que hasta el insomnio se acerca a la hoguera que tengo en mi mente.
Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...