Bueno, pues ahora escribo en plan real y estoy en hora y en puro directo televisivo. Son las 8 y media de la tarde y creo que ya estoy vencido, pero vencido por el cansancio y a eso de las 7 de la tarde tuve que dejarlo, estaba saturado y hasta los huevos del blog. Me tuve que ir a dar una vuelta y de paso echarme unas cuantas partidas a los dardos, que perdí en todas y por una buena paliza y eso me dio mucho coraje. Porque yo no sé perder a nada, es que ni siquiera a las canicas cuando era un enano.
Y por mucho que se diga, eso de que uno se va haciendo más maduro, eso no es del todo cierto, uno madura para lo que quiere y para lo que necesita y en cambio en otras cosas, uno es más niño que un recién nacido. Y a mi me tocó la china del no saber perder y porque no es fácil el saber perder, es duro y duele mucho. Sí y ya sé que todo es relativo y que mientras digo esto, el mundo da vueltas sobre su eje, pero yo no pretendo resolver el enigma del mundo, sólo pretendo decir el como soy.

Y si señores soy así de imbécil en algunas cosas y eso puede ser negativo y al mismo tiempo ser parte de mi atractivo o de mi encanto. O es que acaso ¿no tengo ningún encanto?, pues según las últimas encuestas y a pie de urna, puedo y soy un tío encantador, no sé si encantador de serpientes y de víboras variadas, pero encantador al fin y al cabo. Porque encantador de tías si que no soy y porque sólo abrir la boca, la cago y sin remedio y físicamente no soy ningún Adonis, soy como el pan Bimbo, siempre tierno y fresco. Y ahí es donde reside mi encanto.