Tengo un desamor de carne y hueso,

que a veces se convierte en muñeco de trapo,
y que en otras, se me va mar adentro
despareciendo entre la niebla de la mañana
y los graznidos de las gaviotas,
como un barco pesquero que sale del puerto,
o como aquél día de suave brisa marina
y de lluvia constante y pertinaz,
en que me dijiste adiós desde el muelle
con lágrimas de plata
aunque a éstas alturas
ya no sé si eran gotas de lluvia sin más,
toda aquella pasión desatada
se acabó convirtiendo en desolación
y con el paso del tiempo toda tu imagen se fue borrando,
ahora, ya no me acuerdo del color de tus ojos,
tu pelo creo que era castaño ondulado,
pero no estoy muy seguro,
de tu cintura, si que me acuerdo,
era de avispa y con demasiado veneno,
tu lengua era bífida, afilada e incontrolable,
y tus pies eran pies de barro,
para mi, habías sido una diosa
y de todo aquello,
ni siquiera me ha quedado el sonido de tu risa.

que a veces se convierte en muñeco de trapo,
y que en otras, se me va mar adentro
despareciendo entre la niebla de la mañana
y los graznidos de las gaviotas,
como un barco pesquero que sale del puerto,
o como aquél día de suave brisa marina
y de lluvia constante y pertinaz,
en que me dijiste adiós desde el muelle
con lágrimas de plata
aunque a éstas alturas
ya no sé si eran gotas de lluvia sin más,
toda aquella pasión desatada
se acabó convirtiendo en desolación
y con el paso del tiempo toda tu imagen se fue borrando,
ahora, ya no me acuerdo del color de tus ojos,
tu pelo creo que era castaño ondulado,
pero no estoy muy seguro,
de tu cintura, si que me acuerdo,
era de avispa y con demasiado veneno,
tu lengua era bífida, afilada e incontrolable,
y tus pies eran pies de barro,
para mi, habías sido una diosa
y de todo aquello,
ni siquiera me ha quedado el sonido de tu risa.