
Yo estuve aquí y ¡tanto que estuve aquí!, pues fue donde yo nací. Nací en Vigo, en esta gran ciudad excavada en las laderas de montañas. Todo es cuesta en Vigo, todo son subidas y bajadas y muy pronunciadas, por lo tanto los vigueses no nos andamos con chiquitas, si subes subes y si bajas bajas, no hay zonas intermedias, no hay llanos, no hay dulces praderas donde pacen las ovejitas, allí o comes caza o comes pescado. Ciudad preciosa por su entorno, pues por dentro es una ciudad relativamente nueva, aparte que lo poco que quedaba en pie, ya se encargaron de joderlo unos cuantos alcaldes especuladores, lo dicho, en Vigo no hay puntos medios o especulas o eres del movimiento alternativo.
Vigo tiene unos potentes barrios periféricos y que ahora ya no sé, pero en sus tiempos tenían su propia identidad. Pues ahora yo puedo andar por Vigo como puedo andar por Lisboa, ya no me identifico con casi nada, las referencias me las da el mar, el mar sigue ahí y forma parte de una ría preciosa y eso es lo que me da la identidad de donde estoy. Hay cuatro cosas en pie que aún me sirven de faros, pero dado que el entorno las absorbió y las deglutió, me cuesta identificarlas.
Supongo a todo el mundo le pasaría lo mismo que a mi, después de tantos años sin vivir en ella, pues que me va a pasar, que la ciudad me la han cambiado. Mis mejores recuerdos de Vigo, están unidos al tranvía, que por supuesto años después, desapareció por culpa de un alcalde tiburón de lo antiguo y por tanto de lo que tenía alma, él prefería autopistas en vez de calles y de hecho yo creo que era la única ciudad del mundo, donde una autopista vomitaba directamente en medio de la ciudad, el "scalextric" se llamaba. Una autopista que pasaba a la altura de una segunda planta y que desembocaba donde interesaba, al lado del Corte Inglés. Insisto Vigo es Vigo y no nos andamos con tonterías.

Para mí Vigo vive de sus vistas, bueno vive de muchas otras cosas, pero lo único que te renueva el aire son sus espléndidas vistas y por supuesto sus alrededores, o sea el resto de la ría. De todas formas estos tampoco son lo que eran, pero aún les queda algo de su anterior aliento. Por supuesto y debido a sus pronunciadas cuestas los vigueses presumimos de tener una fuertes piernas, "piernas de escalada" y cada vez que me enfrento a una cuesta pronunciada, me acuerdo de mis queridas cuestas de Vigo. Cuestas que me enseñaron a pensar y a meditar, pues era la mejor manera de subirlas, montarte una película dentro de tu cabeza y sin darte cuenta, ya habías coronado la cima. Después ya era otra cosa, sólo era cuestión de controlar el freno.
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