Son las 6 y media de la tarde y otro día que pasa con más pena que gloria. Es un día de transición entre una guardia y otra y por tanto son días amorfos y en los que no dejas soltar a tus pensamientos, porque en definitiva, tienes delante esa espada de Damocles, esa que dice que mañana tengo guardia y que tengo el deber de estar centrado. Yo creo que el trabajo es de lo poco que respeté en mi vida, a lo demás, lo respeté a veces, que no siempre y jugué muchas veces a vivir en el límite o en la frontera, de lo que debe hacer y de lo que no se hace.
Es decir, mi intención era sacar todo el jugo a las cosas y a las personas y como a veces no se puede y como yo tengo alergia al sentirme fracasado, pues me dedicaba a reventar las cosas. Y maldito juego el mío, porque dejé muchas personas en la cuneta y porque después, es imposible asumir un comportamiento incomprensible. Y por eso durante un tiempo me pasó, en que sólo quería olvidar mis comportamientos anteriores. borrón y cuenta nueva y como si las cosas se pudieran olvidar por propia voluntad.
Las cosas nunca se olvidan, las cosas si quieres superarlas, primero debes analizarlas y después asumirlas. Y en esa espiral un tanto macabra, me desenvolví durante unos cuantos años y hasta que un día exploté y la cabeza se desdobló en dos personalidades, una que quería asumir las cosas y la otra, que sólo quería olvidarlas. Vamos que entré en una esquizofrenia galopante y en consecuencia es cuando dí con mis huesos en un puto loquero, que por supuesto se dedicó a empastillarme y dejarme descerebrado, pero sí que tuvo un beneficio, que durante un tiempo me quedé en blanco satinado y eso me hizo partir
de cero...
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