Acabo de ver una foto de cuando iba a los Hermanos Maristas de Vigo y
aluciné, porque en realidad, yo no tengo fotos de mi pasado, ni cercano,
ni lejano y como mi madre tampoco conservaba las fotos y de mi padre ya
ni hablamos, yo hasta ahora, suponía como era yo de aquellas, pero otra
cosa distinta es verte en una fotografía. Vi el resto de las caras y la
verdad que no me acuerdo de muchas, pero si me acuerdo de algunas y
estoy seguro que si los veo hoy en día por la calle, los distinguiría
perfectamente. Aunque esto es relativo, porque si comparo mi foto de
aquellas épocas con mi estampa actual, no es tan fácil reconocerme. De
todas maneras salgo con esas cara de no romper ni un plato y con cierto
deje de pillo y claro con mi único polo decente, como debe ser para una
foto, mi polo de perlé. Éste polo era más sagrado que la misma Virgen,
era mi traje de los domingos y el de los eventos de niño y lo mismo
servía para una primera comunión, que para un cumpleaños, que para ir a
misa y por supuesto, como es el caso, para una fotografía.
La foto de los Maristas, menudos recuerdos tengo. Algunos buenos y muy buenos y otros muchos, no tanto. Recuerdo los recreos en el colegio, los partidos de fútbol y de baloncesto y por supuesto, lo mejor que se me daba, el frontón. Aunque en baloncesto también fuí potente, no tanto en el fútbol, pues me faltaba saber, como se decia: saber canear y como además no era de complexión muy fuerte y me gustaba jugar en la media,( ya queriendo dirigir desde pequeñito) a mi me quitaban rapidamente el balón. Y eso que visión del juego tenía, pero era demasiado lento, por así decirlo o sea no era capaz de retener el balón hasta poder hacer un buen pase. Pero en mi mente la jugada era perfecta y por ahí iba por delante del resto o es que el resto no era muy rápido o yo no sabía entretener el balón y yo me apunto por esta última teoría.
En el baloncesto me vengué del fútbol, pues era bueno y me gustaba jugar de base (como no, para dirijir más) y sabía botar la pelota y encestaba con bastante facilidad. Como se llamaba de aquellas, el minibasquet, creo. Después el frontón ya aliviaba el resto de mis frustaciones que tenía con el fútbol, me encantaba, me entusiasmaba y jugaba que te cagabas,y ya me daba igual jugar con la mano o con la pala. Buenas partidas me tengo echado en aquel frontón un tanto desvencijado y en el que recuerdo la frase escrita en una de sus paredes: "Mens sana, in corpore sano", que de aquellas me parecía una estupidez y en cambio ahora, me parece de lo más acertado. En ese gran patio de los maristas jugué tanto, tanto jugué, que casi no recuerdo otra cosa, que jugar al fútbol, al baloncesto y al frontón. Al margen de estos tres deportes, sólo tengo algunos recuerdos más, de ese gran patio.
Recuerdo que en un lateral y en una zona más alta, había una fuente, a la que acudíamos a beber constantemente su agua fresca y aún tengo grabado las ofrendas a la Virgen María que acababan en la fuente y no recuerdo el porqué, pero supongo que porque habría sobre la fuente una estatua de la Virgen. Yo no recuerdo a la estatua, pero sí recuerdo el ir en procesión cantado. "El 8 de mayo( o era el 12 o el 2 de mayo, menudo cacao), la virgen María bajó de los cielos a vista de..." "Ave, ave María, ave, ave María" etc. y tengo un bonito recuerdo de ésta procesión dentro del colegio, pues la tengo relacionada con el inicio de la primavera, pues ya estaba el sol en plena ebullición. Aparte que los curas se ponían locos de contentos y no sé el porqué, aunque supongo que les pasaria lo mismo que a mi. Y por último, de ese patio recuerdo el silbido del cura que llamaba a filas para entrar de nuevo en las aulas, recuerdo su sonido y también su dolor de cabeza, pues si te añádías un poco más tarde a la fila, te caía un caponazo con el dichos silbato, que te dejaba marcado para el resto de tús días. Aunque también los curas tenían sus variantes, que iban desde una linda bofetada en la cara o en el culo (según las preferencias del cura), a un varazo sin más, el varazo iba siempre dirigido a la parte descubierta de las piernas y en la parte posterior, justo en la zona que queda libre cuando se llevan pantalones cortos, como se llevaban de aquellas.
Después tengo diversos recuerdos mezclados, donde ya no sé situar el curso en el que estaba y por tanto las caras de mis antiguos compañeros me suenan, aunque no sé que decir de que curso, en concreto. Los compañeros, los curas y profesores. De los profesores sólo me acuerdo de uno al que llamábamos "el masa huevos", pues sus clases eran antológicas y lo eran por la cantidad de variantes que metía a su masaje de huevos. A veces, sin darte cuenta tú te retorcías con él, pues en sus movimientos para llegar al huevo más alejado, era a veces tan difícil y tan de contorsionista, que en cierta forma te implicabas, por lo menos mentalmente. Del resto de los profesores paisanos o sea civiles, no me acuerdo absolutamente de nada.
De las curas ya es otra cosa y me acuerdo de varios. Había uno que llamábamos el "Chosco", pues sólo tenía un ojo y éste era temible y sobre todo cuando nos llamaban a filas al acabar el recreo. Iba con un bastón, que más bien era un palo tosco y largo y arreaba una varazos que te salían los ojos de las cuencas y además era al que más le gustaba andar con el silbato, y su predileción era dejarte la marca del silbato en tú cuero cabelludo. Al recordarlo ahora, aún me produce el mismo dolor de cabeza que el producía con su silbato asesino. Y éste elemento, del que se deciá que era cura, pero cura renegado, o sea que había sido rojo y para camuflarse se había puesto la sotana de los Hermanos Maristas y por tanto tenía que ser el más patriótico de todos los curas y así lo demostraba asiduamente. Se decía que era el inventor del himno del colegio y no sé si lo sería, pero era el que nos dirigía cuando nos tocaba cantarlo: "El Pilar es el nombre sagrado, es el nombre sagrado. Que pronuncia con férvido ardor, con férvido ardor, las falanges maristas de Vigo, al compás de esta bonita canción... ".
A que es linda poesía, ni Miguel Hernández la podría hacer mejor.
Había otros personajes curiles. Estaba el cura que daba Francés y creo que también Geografía, y éste cura, empezando porque no tenía puta idea de Francés, ni por supuesto de Geografía, era un buen hijo puta, un abusador en toda regla, al que le iban los niños. Esto todos los sabíamos y cuando nos llamaba para hablar con él, pues ibamos temblando. De todas formas es curioso, que todos lo sabíamos pero apenas lo comentábamos, pues en cierta medida nos autoinculpábamos, supongo que por ser niño y llevar pantalón corto. Nos llamaba a su pupitre, el que presidía el aula y nos metía una sobada, que empezaba por la parte descubierta de las piernas y subía pr el culo, y tocaba y sobaba y volvía a tocar y a sobar de nuevo y así hasta que te podías escapar de sus garras. Y por última había un cura que le encantaba repartir hostias, a todos, pero a éste especialmente. Todas las mañanas y tardes, nos ponía a unos cuantos en fila india y e iba tranquilamente repartiendo y le encantaba dejar su palma de la mano marcada en tú cara. Y su mejor número era con la regla, que consistía dar con el filo de la regla en los pulpejos de los dedos y si te movías aunque fuera un milímetro, peor lo tenías, pues te tocaba la repetición. Cuanto nos hizo llorar éste hijo de puta, con que saña nos daba, con que ganas y que pasión ponía. Éste conmigo se cebó especialmente, pues se le dió que yo tenía que ir para cura y al principio no me atreví a decir lo contrario, cualquiera se atrevía, hasta que la cosa llego a un punto en que yo reventé y le espeté que no, que no quería ser cura y ahí empezó mi auténtico calvario y a partir de ahí no me libré ni un sólo día de mi buena ración de hostias. Y así aguanté como pude hasta los 14 años, en que por fin me libré de ésta panda de cabrones. Y un día cualquiera de otoño me fuí a un Instituto de Vigo, el día de mi azorosa vida que me sentí más libre.
La foto de los Maristas, menudos recuerdos tengo. Algunos buenos y muy buenos y otros muchos, no tanto. Recuerdo los recreos en el colegio, los partidos de fútbol y de baloncesto y por supuesto, lo mejor que se me daba, el frontón. Aunque en baloncesto también fuí potente, no tanto en el fútbol, pues me faltaba saber, como se decia: saber canear y como además no era de complexión muy fuerte y me gustaba jugar en la media,( ya queriendo dirigir desde pequeñito) a mi me quitaban rapidamente el balón. Y eso que visión del juego tenía, pero era demasiado lento, por así decirlo o sea no era capaz de retener el balón hasta poder hacer un buen pase. Pero en mi mente la jugada era perfecta y por ahí iba por delante del resto o es que el resto no era muy rápido o yo no sabía entretener el balón y yo me apunto por esta última teoría.
En el baloncesto me vengué del fútbol, pues era bueno y me gustaba jugar de base (como no, para dirijir más) y sabía botar la pelota y encestaba con bastante facilidad. Como se llamaba de aquellas, el minibasquet, creo. Después el frontón ya aliviaba el resto de mis frustaciones que tenía con el fútbol, me encantaba, me entusiasmaba y jugaba que te cagabas,y ya me daba igual jugar con la mano o con la pala. Buenas partidas me tengo echado en aquel frontón un tanto desvencijado y en el que recuerdo la frase escrita en una de sus paredes: "Mens sana, in corpore sano", que de aquellas me parecía una estupidez y en cambio ahora, me parece de lo más acertado. En ese gran patio de los maristas jugué tanto, tanto jugué, que casi no recuerdo otra cosa, que jugar al fútbol, al baloncesto y al frontón. Al margen de estos tres deportes, sólo tengo algunos recuerdos más, de ese gran patio.
Recuerdo que en un lateral y en una zona más alta, había una fuente, a la que acudíamos a beber constantemente su agua fresca y aún tengo grabado las ofrendas a la Virgen María que acababan en la fuente y no recuerdo el porqué, pero supongo que porque habría sobre la fuente una estatua de la Virgen. Yo no recuerdo a la estatua, pero sí recuerdo el ir en procesión cantado. "El 8 de mayo( o era el 12 o el 2 de mayo, menudo cacao), la virgen María bajó de los cielos a vista de..." "Ave, ave María, ave, ave María" etc. y tengo un bonito recuerdo de ésta procesión dentro del colegio, pues la tengo relacionada con el inicio de la primavera, pues ya estaba el sol en plena ebullición. Aparte que los curas se ponían locos de contentos y no sé el porqué, aunque supongo que les pasaria lo mismo que a mi. Y por último, de ese patio recuerdo el silbido del cura que llamaba a filas para entrar de nuevo en las aulas, recuerdo su sonido y también su dolor de cabeza, pues si te añádías un poco más tarde a la fila, te caía un caponazo con el dichos silbato, que te dejaba marcado para el resto de tús días. Aunque también los curas tenían sus variantes, que iban desde una linda bofetada en la cara o en el culo (según las preferencias del cura), a un varazo sin más, el varazo iba siempre dirigido a la parte descubierta de las piernas y en la parte posterior, justo en la zona que queda libre cuando se llevan pantalones cortos, como se llevaban de aquellas.
Después tengo diversos recuerdos mezclados, donde ya no sé situar el curso en el que estaba y por tanto las caras de mis antiguos compañeros me suenan, aunque no sé que decir de que curso, en concreto. Los compañeros, los curas y profesores. De los profesores sólo me acuerdo de uno al que llamábamos "el masa huevos", pues sus clases eran antológicas y lo eran por la cantidad de variantes que metía a su masaje de huevos. A veces, sin darte cuenta tú te retorcías con él, pues en sus movimientos para llegar al huevo más alejado, era a veces tan difícil y tan de contorsionista, que en cierta forma te implicabas, por lo menos mentalmente. Del resto de los profesores paisanos o sea civiles, no me acuerdo absolutamente de nada.
De las curas ya es otra cosa y me acuerdo de varios. Había uno que llamábamos el "Chosco", pues sólo tenía un ojo y éste era temible y sobre todo cuando nos llamaban a filas al acabar el recreo. Iba con un bastón, que más bien era un palo tosco y largo y arreaba una varazos que te salían los ojos de las cuencas y además era al que más le gustaba andar con el silbato, y su predileción era dejarte la marca del silbato en tú cuero cabelludo. Al recordarlo ahora, aún me produce el mismo dolor de cabeza que el producía con su silbato asesino. Y éste elemento, del que se deciá que era cura, pero cura renegado, o sea que había sido rojo y para camuflarse se había puesto la sotana de los Hermanos Maristas y por tanto tenía que ser el más patriótico de todos los curas y así lo demostraba asiduamente. Se decía que era el inventor del himno del colegio y no sé si lo sería, pero era el que nos dirigía cuando nos tocaba cantarlo: "El Pilar es el nombre sagrado, es el nombre sagrado. Que pronuncia con férvido ardor, con férvido ardor, las falanges maristas de Vigo, al compás de esta bonita canción... ".
A que es linda poesía, ni Miguel Hernández la podría hacer mejor.
Había otros personajes curiles. Estaba el cura que daba Francés y creo que también Geografía, y éste cura, empezando porque no tenía puta idea de Francés, ni por supuesto de Geografía, era un buen hijo puta, un abusador en toda regla, al que le iban los niños. Esto todos los sabíamos y cuando nos llamaba para hablar con él, pues ibamos temblando. De todas formas es curioso, que todos lo sabíamos pero apenas lo comentábamos, pues en cierta medida nos autoinculpábamos, supongo que por ser niño y llevar pantalón corto. Nos llamaba a su pupitre, el que presidía el aula y nos metía una sobada, que empezaba por la parte descubierta de las piernas y subía pr el culo, y tocaba y sobaba y volvía a tocar y a sobar de nuevo y así hasta que te podías escapar de sus garras. Y por última había un cura que le encantaba repartir hostias, a todos, pero a éste especialmente. Todas las mañanas y tardes, nos ponía a unos cuantos en fila india y e iba tranquilamente repartiendo y le encantaba dejar su palma de la mano marcada en tú cara. Y su mejor número era con la regla, que consistía dar con el filo de la regla en los pulpejos de los dedos y si te movías aunque fuera un milímetro, peor lo tenías, pues te tocaba la repetición. Cuanto nos hizo llorar éste hijo de puta, con que saña nos daba, con que ganas y que pasión ponía. Éste conmigo se cebó especialmente, pues se le dió que yo tenía que ir para cura y al principio no me atreví a decir lo contrario, cualquiera se atrevía, hasta que la cosa llego a un punto en que yo reventé y le espeté que no, que no quería ser cura y ahí empezó mi auténtico calvario y a partir de ahí no me libré ni un sólo día de mi buena ración de hostias. Y así aguanté como pude hasta los 14 años, en que por fin me libré de ésta panda de cabrones. Y un día cualquiera de otoño me fuí a un Instituto de Vigo, el día de mi azorosa vida que me sentí más libre.
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