y en cambio no se dijeron ninguna,
sólo se dirigieron la mirada,
y con eso les llegó, y les fué suficiente,
pues los dos sabían leer en los ojos del otro.
Un adiós roto por una sonrisa,no hubo más, ni siquiera un beso,
o un gesto de aprecio,
les llegaba con saber,
que nunca se volverían a ver.
Una despedida sin palabras,
muda y sin lágrimas,
densa y tensa,
dura y fria como el acero,
el último adiós y el adiós definitivo.
Se podían haber dicho tantas cosas,
y nada se dijeron,
y los dos miraron al suelo,
sin atreverse a levantarlos,
pues sus ojos ya eran un mar de lágrimas,
y sólo se dieron el último beso,
el beso que les condenaba a cadena perpetua,
pues los dos sabían,
que su condena era,
que nunca volverían a verse.
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