No me quejo de mis atardeceres,
ni de las sombras que me cobijan
ni siquiera me quejo
del llanto, que a veces,
me llueve por dentro...
Me quejo y con todos los honores:
de la falta de ganas
del tedio asesino
de las horas muertas
del bocadillo sin nada,
del tiempo perdido,
de los días sin magia,
de los recuerdos nublados,
de la vida sin eso,
del tren que no pasa,
de las tardes aciagas y ácidas,
de las palabras vacías,
de los deseos maltratados,
de la última palabra que fue vaciada,
del verbo incontinente y grandilocuente,
del ególatra y del idiota,
de que no encuentro la palabra adecuada
y el verso perfecto.

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