Últimamente me muero de ganas por viajar y me pasa por la cabeza: la Toscana, Portugal de mis amores, Marruecos y tirando para arriba, Suecia, Islandia y Finlandia. Son sueños de una noche de verano, son sueños producto del calor entre las sábanas, aunque el que sueña mucho, al final siempre retiene y aunque sea a un sólo sitio de estos iré a parar con mis desgastados huesos. De momento tengo casi asegurado ir a un sitio mágico, que no es ningún sitio de los anteriormente mencionados, es un sitio que ya conozco pero que vuelvo encantado de regresar a él, es Tarifa, la tierra del viento. Como tengo que ir por otros asuntos personales, pues aprovecho el viaje y es que me encanta la idea. Y si ya me dejaran la casa a la que he ido otras veces, entonces sería para volverme loco. Una casa que está en la montaña que hay por detrás de la playa y que linda con el Parque de los Alcornocales y que sus vistas son un espectáculo, se ve Tarifa y su linda playa, el océano Atlántico del Estrecho y como telón de fondo Marruecos con sus montañas besando el mar. Estoy enamorado de éstas vistas desde esa casa, es como un balcón que abre sus puertas al mundo.
Esas otras veces que aterricé en Tarifa, fue con mi familia y con un surtidillo muy variopinto de niños, o sea con mis tres hijos y algunos de sus amigos. Recuerdo los caminatas por el Parque de los Alcornocales. Los baños y paseos por sus playas. La duna de Bolonia. Las noches tumbados en la hierba viendo la cúpula del cielo y contando estrellas fugaces. El precioso pueblo de Tarifa ensweñando sus encantos, la gente que lo pasea de arriba abajo, el ambiente de kitesurf y de winsurf, la playa llena de cometas de todos los colores y el viento, el viento que azota contínuamente y que no te da un respiro, pero que te embriaga y te enamora. Ese mismo viento que antes alejaba a los guiris y hoy los atrae como moscas, el viento que moldea dunas inmensas y que remueve conciencias, un viento purificador y que a veces te hace enloquecer, el viento de Levante, él es el rey de éste recóndito lugar y es en concreto, el punto más al sur de Europa. Y enfrente África, África guardando con recelo ese halo de misterio, ese continente para mí aún desconocido, esa tierra llena de secretos ancestrales y que emite energía, aunque a la vez, también emite demasiada miseria, sólo viéndola desde enfrente ya sientes la llamada de la selva o del desierto o de las extensas estepas o la llamada desde el mismo, Kilimanjaro. África es otro continente en todos los sentidos y me siento atraído por las insinuantes curvas de su figura, es una atracción fatal, fatal pero me encanta observarla desde esa casa. Quizá en la otra vida, pueda viajar por África. ¿Quién sabe?.