Y es que tú eres muy ácido, me dicen algunas personas y yo de inmediasto contesto: ¿y que pasa?. Después me quedo con la mosca detrás de la oreja y pienso en ello. Y sí, soy ácido, ne sé si mucho o poco, pero sí lo soy. Y es que la verdad, yo nací en ambiente ácido o tóxico, según se vea y ante ese ambiente tuve que montarme la vida e hice mío un lema de uso bastante común: "la mejor defensa es un contrataque". Y al principio recibía más hostias de las que ya recibía previamente y entonces aprendí a escoger los momentos, pues no siempre era buena táctica el contraataque, a veces era mejor dejar pasar las cosas. Más adelante y con el paso de los años, ni una cosa ni la otra, pues de cualquier manera que actuara, la cosa siempre acababa igual, con una buena manada de hostias. Todo esto que digo es referido a mi santa infancia, mi infancia donde las hostias florecían mejor que las flores.Después me dí cuenta, que yo necesitaba del humor, pues el humor era mi motor y un buen estímulo vital y lo desarrollaba y plenamente fuera de la casa de mis padres. Pero en casa me volví un chaval huraño y sordomudo y no manifestaba nada y menos los sentimientos y eso exasperaba a mi madre y así me regalaba unas lindas frases: eres un cardo borriquero, tienes muy mal carácter y demás lindezas similares, vamos y la última y que alguna vez se le escapaba: que más valía que no hubiera nacido. Pero volviendo a lo del humor, pues eso, que poco a poco en casa fuí introduciendo un humos subliminal y una ironía sarcástica y al final me hice especialista en el humor ácido. Que por cierto, tenía que retorcerlo más de lo necesario y era por miedo a que mi madre se diera cuenta de que en realidad me estaba burlando y al final, aprendí otra cosa, el reirme yo mismo de mi mismo, pues me reía de mis salidas o pensamientos retorcidos.
Con los años y ya en época de estudiante, rebajé un poco el nivel ácido y practiqué más el humor libre o sea probé de todos los estilos. Salvo una excepción, ser contador de chistes, con eso no pude nunca, porque no sé contarlos o porque me siento ridículo contándolos. Lo de los chistes es un tema que me pone a cien y no las personas que saben contarlos y que reconozco su arte y me saco el sombrero, no señor. Con los que no puedo, es con los que quieren contarlos sin tener arte, con los contadores frustrados y es que además son unos pesados y plastas y empiezan contando uno y pueden seguir hasta cien. Claro que yo al segundo chiste o me voy o lo mando directamente al carajo. Volviendo al tema de antes, ahora he vuelto a recoger las semillas de mi antigua escuela de humor y por tanto estoy recomponiéndo y ajustándo mis dosis de acidez y os juro, que estoy en ello. Pero bueno, otro día os hablaré, que también tengo mi corazoncito...pequeñito, pero lo tengo.
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