En este mismo piso había otro inquilino bastante peculiar. Había estado dos o tres años embarcado en barcos de pesca, de los que iban a ese gran caladero del "Gran Sol", allá al norte de Irlanda. Nunca supe que gran sol había al norte de Irlanda, pues con la que cae por esos lares, lo de sol, como que no. Después decidió estudiar Magisterio. Este chaval, traía costumbres de convivencia en barcos pequeños. De dormir por turnos y mojados hasta la médula y con sueño partido en trozos pequeños y en literas minúsculas y claustrofóbicas. De ahí, venía al agobio que tenía por los espacios cerrados y sin ventilar y cogió la costumbre de dormir con las ventanas abiertas. El siempre dormía con sus ventanas abiertas y daba igual la estación que fuera. Se zambullía en la cama y debajo de un montón de mantas, y sólo dejaba al aire su prominente nariz.Un día fui yo a su habitación a hablar de algo que ahora no me acuerdo. Y vi que desde su cama salía un cordel y que éste a su vez, salía por la ventana y que descendía por el patio interior de la casa. Le pregunté, ¿para que quería aquel cordel?. Y él sin abrir la boca, empezó a tirar del cordel. Al final de él había un rollo echo con los calcetines y el calzoncillo. Decía que como era muy limpio y ya le había dado dos vueltas a los calcetines y a los calzoncillos que no le quedaba otra que tirarlos a ventilar por el patio interior. Algo es algo, decía. Con el sólo hecho de subirlos y enseñármelos el olor a pescado podrido se quedaba corto y me dijo, con esa flema tan británica que le caracterizaba, que ahora aún olían, pues sólo llevaban al aire una hora, que por la mañana era distinto.
En otro piso y por tanto con distintos actores, pero como siempre, estando yo presente, hubo otro protagonista que dio pie a ésta historia. Este elemento procedía de un pueblo muy mono y también muy marinero. A él, le gustaba presumir de ello. Claro que a él, no le gustaba contar su procedencia familiar, el ocultaba que era hijo de uno de los más ricos del pueblo, no sé, era como una especie de complejo, complejo de ser de familia rica. El tío era bajito, con pelo rizado y corto, de rasgos más bien comunes y con gafas finas. Y en su día a día, no se caracterizaba por hablar mucho, más bien poquito y como muy abreviado (o sea como un poco cortito). Siempre estaba metido en sus cosas, ensimismado y con la mirada perdida. Y sólo cuando te hacía una pregunta, entonces sí te clavaba la mirada. Esta mirada, tan de él, denotaba por un lado inseguridad y por otro lado daba todos los síntomas de estar zumbado.Se pasaba todo el día encerrado en su habitación. No salía para nada, sólo para mear y de paso, se acercaba a la sala de estar y nos espetaba una pregunta sobre su miserable existencia. En una de sus tantas visitas cortas a la sala. Nos dice, que él con sus 23 años aún no había chingado nunca (tema recurrente éste), y que él se mataba a pajas, a una media de tres por día y que tenía miedo a que si se le presenta una ocasión, si sería capaz de chingar. Vamos traduciendo, si después de pajearse como un mono, aún le quedarían fuerzas para que se le empinara. Creo que fui yo, que soy muy cabrón, el que le contesté y le dije, que no se preocupara pues todo tenía una solución. La cual era, que no se pajeara durante un mes. Así tendría más ganas, si es que se podían tener y que se concentrara con sus tres sentidos en intentar ligar. Que se fijara esa meta y que luchara por ella. Me miró a la cara, muy serio y con mucha solemnidad aceptó el reto. Le quedaba por delante un mes de prueba y después nos reuniríamos para sacar conclusiones.
!!Menudo mes!!. El ya no se quedaba en su habitación. Era una fiera enjaulada, iba de habitación en habitación y de ahí y de continuo a la sala de estar. Su mirada aún estaba más perdida, pero él seguía firme en su decisión y ahora ya no había quien le hiciera cambiar de idea. Llegada la noche, acostumbrábamos a ir al pub de abajo. Pronto las chavalas que conocíamos, se empezaron a quejar de aquel tío. El de la mirada de loco, el que se les pegaba a su espalda como una lapa, el que babeaba mientras les miraba a las tetas, el que las desnudaba con la mirada, el que estaba más salido que un mono y que además no emitía ni siquiera un sonido y menos una palabra. Así que el asunto tomó otros derroteros.Había que cambiar de estrategia, aquello estaba a punto de petar. Decidí entonces, hablar en serio con él y le planteé que debía parar y cambiar de método, pues su táctica no surtía efecto. Le convencí, que el método idóneo para ligar era hablando, conversando y relajándose y por supuesto, sin gestos obscenos y sin demostrar su salidismo. Peligraba su vida y que desde luego así, no se iba a jalar ni una rosca. Esta conversación tuvo su efecto, pero por desgracia sólo le duró dos días. Al cabo de ellos, ya estaba de nuevo en la espalda de una chavala y con sus ojos encendidos clavados en unas tetas. Las tías, ya no podían más y pronto empezaron a despreciarlo, lógicamente, con sus palabras y gestos. Con éstos tropezones, pasó el mes completo y aquella situación ya no se podía aguantar más, por nosotros, (el resto de moradores del piso), pues aquella bestia furibunda, no paraba de andar todo el día de un lado a otro, como un gorila enjaulado y hablando sólo. También por las chavalas, pues ya alguna le había partido la cara y por él mismo y sobre todo, pues a éste paso le iban a explotar los huevos y la cabeza le iba a hacer !crack!.
Lo único que se pudo hacer fue hablar de nuevo con él y plantearle las cosas a la cara, y formularle una nueva estrategia. Y así se hizo, se le dijo que volviera a masturbarse, que se hiciera las pajas que quisiera, pero que por favor, por lo que más quisiera, que se encerrara de nuevo en su cochiquera y que como hacía antes, no saliera de ella. Que por ahora eso llegaba y que más adelante, seguro que la suerte cambiaba. Quizá algún día...la suerte le cambiara .De momento la terapia había fallado.
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