LA MUERTE CELTA
Mi madre, que en paz descanse, hace años quiso vender dos nichos
(apartementos donde se dejan a los muertos), allí en mi tierra natal, Galicia, por eso de querer
vivir en vida, lo que no se vive de muerto. Cuando los puso a la venta, fue
curioso ver lo que le preguntaba la
gente que se interesaba: ¿qué si les daba el sol?, ¿qué si hacían esquina?, pues queda claro que los nichos adquieren otro valor al darles el sol o al hacer
esquina o estaban en alto, pues estos tienen más vistas. Lo del sol en Galicia está claro, porque allí no lo ven ni los vivos y lo de hacer esquina, aparte
de que no suena muy bien y puede confundirse con otros oficios que ya sabemos, pues aún a éstas
alturas no tengo claro su porqué verdadero. A lo mejor las esquinas dan suerte y el muerto se queda más vivo o también que si salen a dar una vuelta por el cementerio les es más fácil orientarse en el camino de vuelta.
Con esto de los cementerios y de los muertos, mi tierra es especial, pero especial al cuadrado. Hay culto a los muertos extraordinario y dicen que es herencia Celta, que los Celtas creían que el paso del alma viva al alma muerta era gradual, era transmutación sin saltos cualitativos. El alma del vivo se pasaba al del muerto sin sobresaltos, como un proceso natural, no eran necesarios el perdón, la confesión, la penitencia, la extremaución, ni de más gaitas.
Me acuerdo, que una vez en el periódico, salió publicado : "Un pueblo de la Costa de la Muerte se pelea por la adjudicación de unos nichos". Resulta que era un cementerio municipal, instalado en una hermosa Ermita, con vistas al mar Atlántico. Habían hecho un sorteo en el pueblo, para adjudicar los nichos, pues resulta que no hubo problemas hasta que se empezó el sorteo de los que tenían vistas al mar. Aquí empezó la gresca, unos decían que si estaba trampeado, que siempre tocaba los nichos mejores, a los de siempre, a los que tenían relación con el ayuntamiento, a los poderosos, etc. Seguramente hay gran parte de verdad en todo esto, pero tambien es cierto, que sólo se montó la bronca, cuando se habló de nichos con vistas marinas.
Está claro, que cabe una reflexión en todo esto: ¿Que más da que un nicho esté soleado, que haga esquina o que tenga vistas al mar?. Es así, ¿que más da?. Pues no, no da igual. Ahora nosotros estamos vivos, pero cuando estemos muertos nos gustaría tener una buena vista, aunque no podamos ver un pijo. Pero ahí está la enjundia, el quid de la cuestión, el aquél inexplicable. Si es verdad que el cuerpo se muere, pero por si acaso, si por lo que sea el alma no se muere, pues que pasa, que eso, que por si acaso queremos tener calidad en la muerte y buenas vistas, por supuesto.
Todo esto es complejo de explicar con palabras, como dice el otro, es más fácil de explicar las cosas con el axioma: de que si tú te crees todo éste rollo lo entenderás más fácil, pero para eso hay que creer primero y sino está claro que posiblemente nunca lo entenderás. Pues claro, todo esto se hace en definitiva, por si las moscas. Pues nosotros sabemos de lo que tenemos, sabemos de la vida, pero ni pajolera idea de la muerte, del más allá, ni del más allí.
Para los Celtas, estaba claro, el cuerpo muere, pero el alma se conserva y es más, nos podemos poner en contacto con ese alma por un tiempo determinado, pasado ese tiempo, se borra la conexión, si el alma no contesta, indica que no se quiere poner en conexión con los humanos. La unión Celta, entre la vida y la muerte, no sólo se realizaba a través del alma. También se hacía a través de la naturaleza, un ejemplo, era el árbol (y más la encina, el árbol más sagrado para los Celtas). Este jugaba el papel de unir la tierra, a través de sus raíces con lo divino y el árbol se conectaba con el cielo a través de sus frondas u hojas. El árbol era el equilibrio perfecto e imprescindible entre lo terrenal y lo celestial, además este intercambio era un proceso dinámico, pues se realizaba a través de su savia, susceptible de variaciones según época del año, de la luz solar y dependiendo de todo esto, según la cantidad de savia se realizaba más o menos intercambio. Era un proceso dinámico de intercambio constante.
Tontos no eran los Celtas,se comían el coco, pero no tanto, pues era como todo más sencillo, sin tanto pecado ni penitencias, todo como más suave y evolutivo. Los Celtas son los Celtas y yo prefiero que me incineren, pues ya me preocuparé antes de que me muera de separar el alma del cuerpo y mandar el alma por correo postal urgente al cielo...O sea yo soy un Celta resabido y listillo...

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