¡Joder!, como pasa el tiempo, ya van casi dos años desde que ingresé por segunda y última vez, en la trena de los locos o en el psiquiátrico y como siempre pasa, parece que fue anteayer (esto decía en el 2.014. Ahora van en total, 12 años). Bueno siempre pasa cuando estás bien, pues si estuviera mal el tiempo no pasaría, al revés me vería constantemente en el mismo día del mismo mes y del mismo año. Pues nada, que han pasado dos largos años y a pesar de estar bien o muy bien, a veces me entran ganas de volver y supongo que será para sentirme comprendido. Pues allí se te reconoce por lo que eres, un pirado por los 4 costados y a veces, tienes esa necesidad de sentirte identificado con alguien que de alguna manera se parezca a tí.
No sé, pero verte con tus congéneres y sentirte rodeado por ellos y en ese ambiente donde lo único que importa es el estado del ánimo, pues parece mentira, pero te da seguridad identificatoria. Allí no importa lo que eres y tampoco lo que tienes, allí eres un tío más dentro de un loquero y que se supone por tanto, que eres un puto débil un tanto despreciado por ésta sociedad. Hay quién nos llama, débiles mentales. Pero allí da igual como se llame el título que te han colgado, allí solo importan los sentimientos que da el miedo a la normalidad. Miedo a vivir en ésta sociedad, miedo a las relaciones, miedo a las drogas, miedo al trabajo, en fin, miedo a todo.
Y un mes de terapia intensiva y el día a día dedicado íntegramente a las diversas terapias. El loquero, como todo lo fuerte e intenso, te deja marcado para el resto de tus días. Y es que nunca más volverás a vivir esas sensaciones tan de carne cruda, que no sé si es buena o mala, porque es bueno verte desnudo, pero es malo si sigues desnudo cuando el invierno se te viene encima. Me refiero que allí en el loquero, te conviertes en un tío hipersensible y delicado y cuando sales a la calle lo sigues siendo y ese es el peligro que realmente tiene, que en la calle no puedes ser tan vulnerable. En la calle, solo valen las mentiras y la hipocresía (¡hombre! todo no) y eso te obliga a ponerte la coraza, la coraza que llevamos cada uno en nuestra vida.

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