Y como he empezado de nuevo el día, pues comienzo como siempre. Hoy es Sábado y día 21 de Junio y hace un día espléndido, luce el sol y con fuerza. Día de verano a tope y en principio y sino me equivoco hoy día 21 debía empezar el verano oficialmente, pero que importa lo oficial si es más que evidente que estamos en Verano. Por estas fechas recuerdo las hogueras de la noche de San Juan y era como la fiesta de inaguración del verano. En San Juan se quemaba todo, lo bueno y lo malo del invierno y era como si se empezara de cero. De aquellas el San Juan se celebraba a tope y todo dios estaba relajado y disfrutando como locos.
De chaval en esa fechas era la preparación del veraneo. Y esa era de la mejores sensaciones que tuve en mi vida, la de cambiar de mundo y en cierta forma, también se relajaban las tensas relaciones familiares. Había como un descanso en la batalla, como un pacto de no agresión y que duraba poco, pero que lo había. Mi madre que era de puro acero frío, parecía que se transformaba en otra persona, tampoco mucho no le duraba, pues eso solo pasaba al principio del verano. A las dos semanas ya empezaba a tensarse, pero nunca llegaba al punto de tensión que cogía en el invierno. Venía una camioneta toda destartalada y se metían todos los enseres necesarios y hasta las gallinas y los patos se iban de viaje con nosotros.
Tampoco el viaje era tan largo, pues la casa de verano estaba a apenas 7 kilómetros, pero de chaval ya se sabe como se ven las cosas y parecía que nos íbamos al otro lado del mundo. Y era llegar y respirar a fondo, pues tocaban tres meses de vivir a tope. Y es que además la casa era preciosa, tenía una gran finca de 8.000 metros y rodeada por un muro alto de granito y siguiendo la estela del muro había una parra de uvas y de la que más tarde sacaríamos un rico vino. La vista que tenía era a las islas Cíes, una islas situadas en la bocana de la ría de Vigo y las puestas de sol sobre ellas, son una imagen que nunca se borrará de mi cerebro y menos de mi memoria. Además que a nuestra llegada coincidían las fiestas del pequeño pueblo y eso relajaba aún más el ambiente. Así y no exagero si digo que éstas fechas eran para mi lo mejor de todo el año. Por eso de San Juan tengo los mejores recuerdos, los recuerdos del comienzo del verano.
De chaval en esa fechas era la preparación del veraneo. Y esa era de la mejores sensaciones que tuve en mi vida, la de cambiar de mundo y en cierta forma, también se relajaban las tensas relaciones familiares. Había como un descanso en la batalla, como un pacto de no agresión y que duraba poco, pero que lo había. Mi madre que era de puro acero frío, parecía que se transformaba en otra persona, tampoco mucho no le duraba, pues eso solo pasaba al principio del verano. A las dos semanas ya empezaba a tensarse, pero nunca llegaba al punto de tensión que cogía en el invierno. Venía una camioneta toda destartalada y se metían todos los enseres necesarios y hasta las gallinas y los patos se iban de viaje con nosotros.Tampoco el viaje era tan largo, pues la casa de verano estaba a apenas 7 kilómetros, pero de chaval ya se sabe como se ven las cosas y parecía que nos íbamos al otro lado del mundo. Y era llegar y respirar a fondo, pues tocaban tres meses de vivir a tope. Y es que además la casa era preciosa, tenía una gran finca de 8.000 metros y rodeada por un muro alto de granito y siguiendo la estela del muro había una parra de uvas y de la que más tarde sacaríamos un rico vino. La vista que tenía era a las islas Cíes, una islas situadas en la bocana de la ría de Vigo y las puestas de sol sobre ellas, son una imagen que nunca se borrará de mi cerebro y menos de mi memoria. Además que a nuestra llegada coincidían las fiestas del pequeño pueblo y eso relajaba aún más el ambiente. Así y no exagero si digo que éstas fechas eran para mi lo mejor de todo el año. Por eso de San Juan tengo los mejores recuerdos, los recuerdos del comienzo del verano.
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