DESEÉ ALGUNA VEZ QUE UN POETA ME AMASE. Chantal Maillard


Deseé alguna vez que un poeta me amase.
Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.

OTOÑO...


Yo soy más de Invierno, mejor dicho y concretando un poco mejor, soy más Otoñal que otra cosa y porque llegado el otoño (del cual solamente llevamos un día) poco a poco va cambiando mi filosofía vital y si ya antes era un ser solitario, pues ahora es como si viviera en una isla desierta dentro de ésta misma isla en la que estoy viviendo. Del Otoño me gusta todo o casi todo. Me gustan sus olores a tierra mojada o a tierra húmeda después de la lluvia y además, me encanta como se viste con esa inmensa variedad de tonos de musgos, de setas y de helechos y para que hablar de sus colores...sus colores son hechos por los dedos de los dioses, esa marrón suave y tierno, ese amarillo pajizo que parece que vive dentro del fuego, ese verde oliva recién mojado, ese azul cielo o ese gris amenazante. Y además, llueve o suele llover y todo se limpia y hasta mi alma se limpia de malos pensamientos y peores presagios, aunque es verdad que algunos no se le limpia ni lloviendo lejía, pero por suerte y de momento, entran dentro de las excepciones o casos raros.
Me gusta el calor de mi estufa de leña y su aroma a madera quemada y hay quien dice que el inconveniente que tienen las chimeneas y estufas de leña es que la leña ensucia. Y yo les digo, que si se ensucia habrá que limpiarla y porque no hay mejor calor en el mundo, no hay calor más entrañable y confortable. En otoño mis grandes ilusiones son:
- Encender la estufa de leña.
- Ir a por setas (antes iba y aunque ahora, no voy, vivo dentro de ese entrañable recuerdo).
- Y podía añadir un tercer deseo: escribir con su tenue luz otoñal.
Creo que yo me haría de la secta del otoño perpetuo o bueno y para no pasarme dos o tres pueblos en mis deseos, erradicaría de la faz de la tierra al Verano y simplemente se lo añadiría al Otoño y por tanto serían 6 largos meses de Otoño y los otros 6 se los dejaría al Invierno y a la Primavera, que también tienen su miga y su propio encanto. Yo, a éstas alturas de mi vida, no puedo con el Sol y sus ardentías y sudores, vamos a ver...yo puedo con el Sol cuando está suave y tierno, cuando te acaricia con sus dedos templados la piel. Y cada año que pasa me es más difícil de aguantar su calor veraniego y pegajoso. Y quién sabe y quién sabe si dentro de 3 o 4 años, uno será capaz de reproducir con una impresora 3D las estaciones que uno quiere y así meto en la impresora algunas setas, un poco de musgo verde y amarillo, unas cuantas hojas secas y marrones, unos trocitos de leña (no muchos, no vaya a ser que se joda la impresora) y ¡zasca! y ya tenemos un lindo y maravilloso Otoño.






















Karmelo C. Iribarren

«Yo también, como Baroja,
hubiese preferido
ser un hombre de acción.
no sé...
pilotar un mercante,
por ejemplo,
o atracar bancos,
o montar una guerrilla en algún sitio,
o, en fin, cualquier cosa,
salir en la tele
con el 𝘞𝘢𝘯𝘵𝘦𝘥 debajo.
Pero no:
ni guerrillas ni bancos
ni mercantes ni guantes ni hostias.
Padre de familia, camarero y poeta.
Así es la puta vida».
Karmelo C. Iribarren, 𝘖𝘵𝘳𝘢 𝘤𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥, 𝘰𝘵𝘳𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 - 2011
Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 19 de septiembre de 1959) es un escritor y poeta español.
Empieza a leer muy pronto y vorazmente ("sobre todo novelitas de aventuras" según confiesa) y también empieza a trabajar pronto "de vendedor, de albañil, de encuestador, en fin, de todo". Y finalmente de camarero durante más de veinte años, aunque es a los trece cuando se pone por primera vez detrás de una barra "en una especie de residencia de ancianos".
Ni va a la universidad ni forma parte de ningún tipo de círculo o conventículo literario. "Eso sí, me he leído la Biblia en verso. Miles de libros".
Durante mucho tiempo no se decide a reunir en un volumen sus primeros versos, aunque aparecen poemas sueltos en distintos fanzines ya a partir de los últimos setenta. Sin embargo, una noche de 1989, destruye todo lo escrito hasta ese momento, con excepción de unos cuantos poemas de 1985 y 1986, que integra más tarde en sus libros.
En 1993, el Ateneo Obrero de Gijón incluye su plaquette Bares y noches en la colección de poesía Máquina de Sueños, dedicada a difundir la obra temprana de autores poco conocidos, lo que le anima a enviar el original de su primer libro, La condición urbana, al editor y también poeta Abelardo Linares. La sevillana editorial Renacimiento, de la que este es responsable, lo publica en 1995 y se convierte en su casa habitual en adelante.
Serie B y Desde el fondo de la barra, en 1998 y 1999, confirman que ha encontrado una voz propia. La crítica se apresura a catalogarlo junto a los representantes del realismo sucio, y es cierto que tanto Bukowski como Carver figuran entre sus referentes, pero es Luis Antonio de Villena quien subraya que ninguno de ellos lleva tan lejos como Iribarren la austeridad formal que conduce a una literatura casi desnuda, por lo que propone los términos minimalismo y realismo limpio como más adecuados a su caso. Claro que muchos también le cuentan entre los cultivadores de la poesía de la experiencia, grupo formado por autores de su generación al fin y al cabo, pero de quienes le alejan determinados aspectos como el apego de éstos a la métrica tradicional.
Con el nuevo siglo la poesía de Iribarren empieza a ser más conocida y apreciada, como prueban la antología de poemas traducidos al euskera Gainontzekoa, kontuak dira en 2000, y sobre todo La ciudad en 2002, que contiene una selección personal de su obra entre 1985 y 2001, incluyendo dieciséis inéditos. Este libro es el número dos de la popular colección Antologías de Renacimiento, que acaba de inaugaurarse con el de Luis García Montero y dedica los siguientes a la obra de, entre otros, Carlos Marzal, Juan Luis Panero, Claudio Rodríguez, Agustín de Foxá, Félix Grande, Andrés Trapiello o Roger Wolfe en 2007, volumen de cuya selección se ocupa el propio Iribarren y prologa Luis Alberto de Cuenca.
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La tragedia
Karmelo C. Iribarren
No se quieren,
pero apenas se les nota.
Han hecho de ello,
de ocultar su tragedia,
la razón de su vida.
Son unos profesionales
de la desdicha.
Cuando se mueran
—y se despierten en el infierno—,
les parecerá un día normal.
―Karmelo C. Iribarren
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Los bares
Karmelo C. Iribarren
Las ciudades se han puesto difíciles
últimamente,
son frías
y solitarias,
han perdido calidez,
pero aún nos quedan los bares,
esos sitios
oscuros
que se encienden
cuando se apaga todo lo demás,
esos rincones con alma,
con auténtico calor,
quién sabe
si ya el último refugio
desde el que abrir fuego otra vez.
―Karmelo C. Iribarren
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Lo difícil
Karmelo C. Iribarren
Enamorarse es fácil.
Uno puede enamorarse
-sin demasiado esfuerzo-
varias veces al día,
a nada
que se lo proponga
y se mueva un poco por ahí;
y si es verano,
ni te cuento.
Enamorarse no tiene
mayor mérito.
Lo realmente difícil
-no conozco
ningún caso-
es salir entero
de una historia de amor.
— Karmelo C. Iribarren
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En el último bar
Karmelo C. Iribarren
Y qué pasó
entonces.
Pasó una mujer.
Pero qué pasó.
Que era
de las que nunca
terminan
de pasar.

 

Leonard Cohen

“El viaje no se trata de llegar, sino de descubrir quién eres en el viaje... La soledad no es un castigo. Es el mar en el que nadas para encontrarte a ti mismo...
La oscuridad no es un enemigo, sino la condición para el nacimiento de la luz...

DÍME ALGO...


 Si de verdad me quieres,

díme algo,

algo que no me suene a hueco

o que no me huela a algo muerto,

algo que signifique algo o mucho,

pero algo que no sepa a miedo o a perdona...

pero de una puta vez te vas a enterar.

LOS MIEDOS...


 

LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...