Elena Poe
"No pretendo curarme de nadie,
ni olvidar, ni negar lo que ame.
Tendría que perder una parte de mi,
y no pienso andar por la vida en pedazos."
ALLENDE (Eduardo Galeano) . 11 de SEPTIEMBRE.
Por valija diplomática llegan los verdes billetes que financian huelgas y sabotajes y cataratas de mentiras. Los empresarios paralizan a Chile y le niegan alimentos. No hay más mercado que el mercado negro. Largas colas hace la gente en busca de un paquete de cigarrillos o un kilo de azúcar; conseguir carne o aceite requiere un milagro de la Virgen María Santísima.
La Democracia Cristiana y el diario «El Mercurio» dicen pestes del gobierno y exigen a gritos el cuartelazo redentor, que ya es hora de acabar con esta tiranía roja; les hacen eco otros diarios y revistas y radios y canales de televisión. Al gobierno le cuesta moverse; jueces y parlamentarios le ponen palos en las ruedas, mientras conspiran en los cuarteles los jefes militares que Allende cree leales.
En estos tiempos difíciles, los trabajadores están descubriendo los secretos de la economía. Están aprendiendo que no es imposible producir sin patrones, ni abastecerse sin mercaderes. Pero la multitud obrera marcha sin armas, vacías las manos, por este camino de su libertad. Desde el horizonte vienen unos cuantos buques de guerra de los Estados Unidos, y se exhiben ante las costas chilenas. Y el golpe militar, tan anunciado, ocurre.
Le gusta la buena vida. Varias veces ha dicho que no tiene pasta de apóstol ni condiciones para mártir. Pero también ha dicho que vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir.
Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen un avión para que se vaya de Chile. Le advierten que el palacio presidencial será bombardeado por tierra y aire. Junto a un puñado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el país. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla por radio, por última vez:
—Yo no voy a renunciar…
SOMOS DE PIEDRA
Tú,
no me entiendes,
yo soy de piedra granítica
además tengo hongos en la cara y cuello
y llevo siglos mirando tu rostro de piedra caliza.
Nunca has respondido a mi mirada,
has permanecido impasible, frío y pétreo
siempre mirando el suelo
y recelando de la dulzura de mi mirar.
Yo te digo
que si rascas dos piedras y una contra la otra,
pueden salir chispas
que quizá, pueden iluminarnos durante un rato
o darnos calor de fuego enamorado.
Y eso es lo que debimos hacer:
prendernos chispas
y como si fueran fuegos de artificio en la fiesta del pueblo,
y encender nuestra hoguera siempre aplazada
y porque siempre uno de nosotros ha llegado tarde,
iluminarnos como dos faros que se desean
y al mismo tiempo
bailar desnudos con nuestros cuerpos de lava volcánica.
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