JIM HARRISON: CALENDARIOS

 

De vuelta en la silla azul frente al estudio verde
ha pasado otro año, o eso dicen, pero los calendarios mienten.
Son una especie de máquina corporativa cósmica como
sus primos los relojes pero se rompen en los momentos más inoportunos.
Aunque hace cincuenta años que aprendí a apartarme del calendario,
acabé volviendo a él por razones
de codicia y mi imperecedera estupidez.
Últimamente he escapado durante más y más tiempo
de esos cuadrados funestos con sus números afilados como navajas.
Tuve que convertirme en el agua en movimiento que ya soy,
recuperando la forma humana para
no asustar a mis hijos, nietos, perros y amigos.
A nuestro viejo gato no le importa. Lame el agua donde solía estar mi cara.




















UN TRES POR UNO

No añoro los días de guardia. Es más, me dan por el culo los malditos días de guardia. Y me entra una pereza universal y volátil y a la vez, innombrable. Porque habría que ir entendiendo (digo yo) que yo voy avanzando y a pasos de gigante hacia la decrepitud casi total y casi absoluta y que poco a poco voy oliendo más a muerto que a vivo.
Que me caen trozos de mi viejo cuerpo,
que cada día tengo un nuevo dolor en mi historial delictivo,
que si me quejo es porque algo me duele y con más intensidad que antes,
y si me duele no es porque sí, ni por capricho
y será y es porque algo más se va pudriendo dentro de mi...
(Dice la canción que me acabo de inventar)
Los días de guardia se los regalo para quién los quiera y sus noches de puta tortura no se las deseo ni a mi peor enemigo. Bueno, seamos sensatos y valoremos todo en su grado más exacto: me cago en los días de guardia y en toda su parentela resacosa de duerme vela del día siguiente. Vale...hasta ahí vale. Pues los días que a continuación de las guardias tengo libres de todo pecado y que son para disfrutar hasta su último segundo, a esos no le pongo ningún pero, ni por supuesto me opongo a ellos. Porque suelen ser entres tres a cuatro días de libre asueto y por esa misma razón, sigo pringando las noches. Porque prefiero tener un ramillete de días libres. Porque además vamos a ver, si no hago noches tendré que hacer más días y para poder cubrir las mismas horas de curre (eso es matemática pura y dura). Así curro un día de 24 horas con su correspondiente noche y después libro tres días. Un tres por uno, se llama. Aunque en realidad, a veces eran 4 o 5 días de libranza.
Ahora, a mis cerca de 70 años, ya no tengo ese problema y porque a los 69 años y medio, me he jubilado y me he jubilado con todas las consecuencias y los libros de medicina han desaparecido del mapa por arte de mi magia, también han desaparecido el fonendo, el martillo de los reflejos y creo que nunca lo usé en mi vida y poco más y porque nunca tuve mucho más. Ahora alguien puede entrar en mi casa y lo último que se le ocurriría y ¿éste tío fue médico?. Y yo le diría que no y porque no soportaría tener que soportar la tortura de que me contaran todos sus males físicos. A lo largo de mi vida ya he escuchado demasiados malos y peores rollos.

Y SINO AL TIEMPO...

Claro que ahora andan lo chinos exhibiendo imágenes de la cara oculta de la Luna. Y bueno y nos jodieron el invento o por lo menos a mí me lo jodieron. Antes, me imaginaba la cara oculta como yo quería o mejor dicho, como a mí me daba la gana. A veces era un reino de bamboleantes y flotantes sombras. Otras veces, era la misma sombra de una higuera...siempre fresca y siempre agradecida. Había días en que le pintaba flores y la adornaba con guirnaldas de todos los colores. Algunas veces, le metía un perro en el medio, un perro lunar y no un perro con un lunar, que también podía ser el caso, pero no era así en mi sueño. Los perros lunares no ladran ni muerden y solo mueven su rabo cuando se sienten contentos. Ahora ya sabemos que la cara oculta de la luna tiene cráteres infames, tierra seca y el polvo lunático que lleva magnesio, antracita y restos de polvo de ángel y 0,1% de agua y otro tanto o menos, de partículas de oxígeno. El polvo de ángel se lo esnifan los lunáticos y hay algunos otros (pocos, de momento) que se lo fuman o se lo pinchan. Dicen que la belleza de la Luna está sobre todo, en su misterio. Y ahora van los chinos y se hacen unos selfis con la cara oculta de la Luna de fondo. Tienen a un robot "feito en China" allá arriba y va sacando fotos a todo lo que se menea. Pero en la cara oculta de la Luna hay poco meneo y lo que hay es mucho trapicheo.
Pues nos iremos a Marte o a Saturno o a Júpiter con sus divinos anillos todos locos. Siempre habrá nuevos misterios por contemplar y por suponer y también por inventar. En Marte, ya están diciendo que hay algo de oxígeno ambiente, pero que no es suficiente para que el ser humano pueda respirar cómodamente. Por otra parte, ser un marciano tiene su aquél. Soy de Marte y no lo niego. ¿Conoces Marte?, pues sino lo conoces no puedes hablar de él, nos diría un marciano de andar por casa. Pobre Marte si el hombre consigue poner un pie allí. Primero, empezarían a parcelar Marte y ésta parcela será para mi (por supuesto, la más grande y con mejores vistas) que tengo más dinero en el banco marciano. Y aquí voy a colocar un polígono industrial. Y también, una fábrica de gas marciano. ¿Habrá mar y ríos en Marte? o todo será de cauce seco y polvoriento y en ese mismo momento, pasa un rulo de paja seca dando vueltas. ¿Habrá vaqueros e indios? o todos tendrán la denominación de origen marciana y andarán por la vida sin armas, sin machetes y sin largos cuchillos. Viento habrá, eso seguro. Y por la mierda no preocuparos. De ese se encargan los humanos. Son grandes expertos en crear mierda y después, en no saber que pueden hacer con ella. Aunque yo sí lo sé. Apuesto que directamente irá al espacio y como pasa con esa isla de plásticos y mierda que circula y a su libre albedrío por el océano Pacífico, pues lo mismo va a pasar en el espacio...Y sino al tiempo...

CUENTO DE HERMANN HESSE: "LA FABULA DE LOS CIEGOS"


Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dio el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esta manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.
Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.
Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.
Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.

LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...