Ahora me acuerdo de cuando el mes de Septiembre era un mes precioso de necesidad. Era cuando se daba por finiquitado el caluroso verano 8 aunque de aquellos tiempos en mi tierra gallega, no eran tan calurosos) y el sentir como poco a poco y al lento paso de los días de Septiembre, nos iba envolviendo la mano húmeda del dulce y suave otoño. Volvía la adorable lluvia después de un seco y siempre agresivo verano. Eran Septiembres de vendimias y siempre me acompañará ese olor a uva fermentada de la vendimia y al mismo tiempo, el intenso olor de la tierra mojada. Yo tengo un hermoso jardín lleno de olores, algunos son olores ancestrales cosechados hace mucho tiempo (infancia, niñez, pubertad), otros son más recientes en el tiempo (estudiante, adulto y hasta pasado de rosca) y por fin, otros son actuales y a los que intento, darles forma y contenido con plantas y flores aromáticas (los aromas me inundan de recuerdos y suelen adornar los más bellos momentos). Y digo, lo intento y porque no siempre consigo. Yo guardo en mi empobrecida memoria de viejo ya medio caduco y medio decrépito, el olor a la Naftalina que tenían forma de pequeñas bolas blancas escondidas en los cajones de mi infancia. De vez en cuando me viene un agradable olor a Hierba Luisa que encandila mi pituitaria y me ayuda aa viajar en el tiempo. O a Manzanilla. O a café de pota. Y en los Septiembres me penetra ese olor a tierra mojada y a uva fermentada, aparte del suave aroma de la paja humedecida en los pajares y a maíz recién cortado y a punto de ser desmigado.
Septiembre también es mes de grandes y profundas mareas vivas y todo el mar subía más que nunca y todo el mar bajaba hasta dejar la playa casi desnuda de agua. Claro que ahora vivo rodeado de mar Mediterráneo y el bajar y el subir de las mareas, es mínimo y hasta a veces pienso que es, ridículo. Yo quiero morir mirando al Océano Atlántico (me gustaría) e ir poco a poco apagando mis cansados ojos al mismo tiempo que iría bajando la marea y el momento más sublime de mi muerte coincidiría con el máximo punto de bajada. Bueno también, querría sonidos naturales y que se escuchara al mar en su batir de olas y al viento, levantar arena y escupir espuma. Y en esa cadencia casi perfecta y casi sublime, ir apagando mis velas vitales. En mi tierra gallega se prefiere morir como sea (supongo que siempre será lo mejor posible y sin dolor ninguno) y que después te entierren mirando al mar. Es decir, lo que realmente importa a mis paisanos y a mí en concreto, es que nos entierren mirando al mar. Y yo como no creo en la vida después de la muerte, pues pido y ruego que cuando esté en mis últimos estertores, que alguien me acerque hasta mi Océano Atlántico y que allí me deje morir en paz.
Mi visión del mundo y de las cosas la quiero tener y retener antes de picar billete para el otro barrio. Después de muerto, me da igual que me incineren, que me entierren o que me den y me rompan el culo. Quién sabe, a lo mejor al otro lado se encuentra la felicidad ideal que muy pocas veces hemos podido tener en ésta vida. Pero yo expongo mis dudas al respeto, pues yo me reafirmo en que si hemos tenido momentos felices, esos son los que tenemos que retener y nunca jamás olvidar. Y yo nunca fuí más feliz en mi vida, que cuando viví en mi tierna y a veces sufrida infancia, pegado al Océano Atlántico y todas las noches escuchaba su maravilloso concierto de olas y como al oírlo me entraban unas inmensas ganas de ponerme a volar. Y por supuesto, que nadie se olvide de ponerme a mi lado o encima de mí, todos los colores otoñales de Septiembre: el sol tangencial dando en mi rostro (color ocre con hermosas sombras oscuras otoñales). Las hojas entre verdes, marrones y amarillas. El mar azul pero mucho más oscuro que en verano. La lluvia llenando los charcos. El suave gris del cielo. Los reflejos en la arena mojada de la playa. La luz lejana de aquél lejano faro. El cielo pintado de estrellas fugaces. La luna de septiembre, dando muestras de que está más hermosa que nunca. Y yo de pie y apoyado en mi ventana y percibiendo cada sonido del viento que hace que toda esa maquinaria se mueva.



