Cuando uno escribe puede ser por dos cosas, una, para ordenar tus pensamientos y tus ideas y después, ya verás tú mismo que coño haces con ellas y otra, para que los demás seres humanos te lean y porque valoras que tus ideas y pensamientos, merecen la pena que sean leídos, pero que merezcan la pena no significa venirse arriba del todo y porque si te subes a la parra, primero no habrá quién te baje y menos, que te aguante y segundo que la vista que tenías cuando estabas abajo y a ras del suelo, no es la misma vista que cuando estás arriba y casi tocando el cielo (o eso piensas en esos momentos). Yo de subirse a la parra sé mucho y porque en mi infancia tenía que vendimiar cada Septiembre de cada año, y una buena parte de la parra que recorría todo el contorno de la finca, estaba en alto y había que subirse varios escalones de unas escaleras, para poder cortar los racimos de uva y además, había otra parte de la parra que estaba casi tocando el suelo y había que agacharse o tumbarse en el suelo y os puedo jurar que la vista no es la misma. Y cada postura tiene su parte mala y su parte buena. Desde arriba siempre se ven mejor las cosas y porque la perspectiva es más amplia y te hace ver por ejemplo que un saltamontes es una minucia que casi ni puedes ver y lo que no puedes ver seguro, es una fila de hormigas que van cargadas hasta los topes y en cambio cuando estás abajo y a ras del suelo, puedes ves perfectamente como las hormigas caminan sobrecargadas y van alineadas en una perfecta fila india, es decir puedes ver mucho mejor el detalle de las pequeñas cosas. ¿Y con cual de ellas uno debe quedarse?. Pues es de suponer que con las dos y porque una visión global de la vida y del mundo y una visión mucho más concreta de tus pequeños y diminutos hechos y detalles, deberían servirte para tomar de la manera más acertada todas tus decisiones.
Pero aún así y todo muchas veces no aciertas y metes la pata y te equivocas y a veces hasta te equivocas de tal manera, que te gustaría poder desaparecer del mapa y de una puta vez por todas. Y no nos equivoquemos de nuevo y que lleguemos a pensar que siempre podemos empezar de nuevo y ese siempre es una equivocación fatal y peligrosa y porque ese siempre te hace ser una persona obsesiva y en cierta manera peligrosa y que gracias a tu constancia y ambición ciega, tarde o temprano vas a conseguir lo que en principio querías, que es el maor de la otra persona. Y no es así, ni debía ser así y porque siempre y digo siempre, hay que tener en cuenta la opinión y la decisión de la otra persona. No vale, el como yo te quiero tanto y nadie en el mundo te va a querer más que yo y ensecuencia yo decido por los dos. Eso no es querer y eso es apropiarse de la otra persona y para que haga lo que tú le digas. Y desde luego amor no es. El amor debe ser libre por ambas partes y debe estar limpio de desconfianzas, celos y malos rollos de que yo te quiero más y por lo tanto, tú menos. Y es que coño me puede importar donde estés y con quién estés, si tengo toda mi confianza depositada en tí. Y si la otra persona está haciendo algo inesperado y que te va a afectar a tí y a tu relación con ella y porque te está haciendo daño, pues ¿que le vamos hacer? y si esa es su decisión sí o sí tendrás que respetarla y aceptarla. Y porque en el amor no hay razonamientos posibles que puedan convencer a alguien que de alguna manera te ha dejado de querer, no es argumento el que te tiene que querer porque tú la quieres demasiado o porque tenemos muchas cosas en común. El amor no es una suma de gustos parecidos, ni de costumbres comunes ni que nos gusten el mismo tipo de películas que vemos después de cenar. En el amor también entran estas cosas anteriores, pero si falta la magia y esa ilusión desbordante que sale por todos tus poros y que ilumina tus ojos de tal manera que saltan chispas, el amor se queda cojo y poco a poco se va apagando su fuego o es que a lo mejor, nunca lo hubo (por lo menos por su parte).






