Los ROLLING STONES le dicen no a Elon Musk
"NUNCA me comprarán multimillonarios como tú. El Rock and Roll no está en venta.
Yo estoy del lado de la gente y en contra de la avaricia, el racismo y la explotación corporativa"
Este hubiera sido el contrato más grande entre una empresa y un artista por un patrocinio.
Anteriormente, Paul McCartney tambien se había negado a cederle los derechos a Musk, por el uso de su tema "Drive My car": No, gracias, no necesito tu dinero.
Siempre has dicho
Siempre has dicho
que esto no daba para más
y la fuerza se te escapaba por la boca
pues al día siguiente decías
que me querías y que esto, lo nuestro, iba a durar
y yo te miraba sin ninguna convicción
y si lo nuestro no iba a durar
yo tampoco lo dudaba
y lo que más dudaba
era que aquello fuera a durar.
Y así fue
y lo nuestro duró lo que duró
unos días, unos meses, unos años
o lo que dura una canción de amor y desamor.
UN PASO MÁS HACIA EL AUTORITARISMO EN EE.UU.
Esto no es un trámite técnico, es un golpe a la democracia. El gerrymandering suele hacerse tras el censo (cada 10 años). Ahora, se rompe esa regla para asegurar el poder de una minoría que teme perder las próximas elecciones de 2026.
La ofensiva no se queda ahí.
Durante semanas, legisladores demócratas huyeron del estado para frenar la votación. La respuesta de sus colegas republicanos fue pedir al FBI que los rastreara y obligara a regresar bajo escolta policial.
El caso más grave es el de Nicole Collier, legisladora negra, que fue forzada a dormir dentro del Capitolio bajo vigilancia policial. Una imagen escalofriante: representantes electos tratados como delincuentes por defender el derecho al voto.
Las voces críticas lo definen sin rodeos:
“Autoritario, antidemocrático y la señal más clara de un aspirante a dictador” (Public Citizen).
“Un ataque directo contra el poder político negro y latino” (Dēmos Action).
Texas es solo el principio. Florida, Indiana, Misuri y Ohio preparan movimientos similares. En respuesta, estados demócratas como California o Nueva York ya hablan de redistritaciones de compensación. Una carrera armamentística del gerrymandering que reduce la democracia a un juego sucio de mapas manipulados.
Lo que pasa hoy en Texas no es local, es global. Es el autoritarismo de traje y corbata, el que no necesita tanques ni golpes militares. Basta con lápices y mapas amañados para secuestrar la soberanía popular.
Empty Mind
—María, tendremos que prescindir de ti —dijo don Ramón con esa voz melosa que siempre usaba cuando venía una puñalada disfrazada de cariño.
Se acomodó en su sillón de cuero, entrelazó los dedos sobre la barriga y añadió:
—La empresa necesita aire nuevo, sangre fresca. Tú lo comprendes, ¿verdad?
Lo miré fijamente: rostro bien cuidado, la corbata costosa que yo misma lo había ayudado a elegir en la última cena corporativa. ¿Entender? Claro que entendía. Los accionistas estaban reclamando una auditoría independiente, y él necesitaba apartar de su camino a la única persona que conocía a fondo la verdad: yo.
—Entiendo —contesté serena—. ¿Ese aire fresco es Lucía, la recepcionista que confunde el debe con el haber, pero tiene 22 años y celebra todas tus bromas?
Su gesto se endureció.
—No es cuestión de edad, María. Es tu método… ya está pasado. Necesitamos un “salto”.
Esa palabra llevaba repitiéndola meses. Yo había construido esa empresa junto a él, desde los días en que trabajábamos en una oficina húmeda con paredes desconchadas. Y ahora, que todo brillaba, yo ya no combinaba con la decoración.
—Está bien —me levanté con calma, aunque por dentro me helaba—. ¿Cuándo debo dejar mi mesa?
No era la escena que esperaba. Quería lágrimas, súplicas, algún escándalo. Algo que lo hiciera sentir vencedor.
—Hoy mismo, si deseas. Recursos humanos ya prepara los documentos. Todo legal, tu indemnización incluida.
Me dirigí hacia la puerta, y antes de salir dije:
—Tienes razón, Ramón. La empresa necesita un salto. Y yo seré quien lo dé.
No lo entendió. Sonrió con suficiencia.
En la oficina nadie me miraba de frente. Tomé la caja de cartón ya lista en mi escritorio y empecé a guardar mis cosas: mi taza preferida, fotos de mis hijos, papeles. Al fondo puse el ramo de margaritas que mi hijo universitario me había dado la noche anterior.
Luego saqué lo que había preparado: doce rosas rojas —una por cada colega con el que trabajé todos esos años— y una carpeta negra atada con lazos.
Recorrí el piso entregando las flores, agradeciendo en voz baja. Hubo abrazos y lágrimas. Era como despedirse de una familia.
La carpeta era para él. Entré en su despacho sin llamar y la dejé encima de sus documentos.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Mi obsequio de despedida. Ahí tienes todos tus “saltos” de los últimos dos años: cifras, facturas, fechas. Seguro te parecerá… interesante.
Salí sin volver la vista.
Esa noche, casi a las once, mi teléfono sonó. Era él, con la voz alterada:
—María… He revisado la carpeta… ¿comprendes lo que significa?
—Perfectamente. No son sospechas: son pruebas. Firmas, transferencias, contratos.
—Si esto sale a la luz, la empresa se vendrá abajo…
—¿La empresa? ¿O tú?
Intentó convencerme, ofreció devolverme el cargo, incluso ascenderme. Solo sonreí:
—No, Ramón. Ya no hay vuelta atrás.
Colgué.
Al día siguiente llegó Álvaro, el chico de sistemas.
—María, él entró anoche a los servidores para borrar evidencias. Pero hice copias espejo. Lo tenemos todo. Incluso correos con sobornos y transferencias a cuentas en paraísos fiscales.
Me llevé la mano a la frente. Era el golpe definitivo.
Y entonces apareció Lucía, la “nueva energía”, en mi casa. Traía una de las rosas ya marchita y lágrimas en los ojos.
—Perdóneme, María. Yo no sabía nada… Hoy me quiso obligar a firmar un informe falso para los inversores. No puedo hacerlo. Ayúdeme.
La abracé y lo entendí: incluso en su supuesto “nuevo comienzo” ya había fisuras.
Dos días después, don Ramón presentó su dimisión “por motivos personales”. Los accionistas no se dejaron engañar. Una semana más tarde, me ofrecieron la dirección.
Entré de nuevo a la oficina. En todas las mesas aún estaban mis rosas, marchitas, pero presentes. Los compañeros aplaudieron. Yo levanté la mano:
—Basta. Tenemos trabajo. El verdadero futuro empieza ahora.
Ese día comprendí: me echaron por tener 55 años. Pero esos mismos 55 me habían dado la experiencia, la paciencia y la fortaleza para resistir, enfrentar y vencer. Ahora la juventud trabajaba a mi lado, aprendiendo de mí lo más valioso: cómo transformar una derrota en victoria.
Cuéntamelo otra vez. Amalia Bautista.
Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso
que no me canso nunca de escucharlo.
Repíteme otra vez que la pareja
del cuento fue feliz hasta la muerte,
que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
se le ocurrió engañarla. Y no te olvides
de que, a pesar de los problemas,
se seguían besando cada noche.
Cuéntamelo mil veces, por favor:
es la historia más bella que conozco.
Gabriel García Márquez.
Nada vuelve
a ser lo mismo
dos veces.
Ni el amor, ni
las personas.
Ni la Vida ...
"Con el tiempo todo pasa.
He visto, con algo de paciencia, a lo inolvidable volverse olvido, y a lo
imprescindible sobrar".
LLORAR
Se dice que el que escribe es un ególatra y porque para escribir tienes que soportar soledad a raudales y como decirlo y tener especial cuidado para que no hacer daño a nadie de los que escriben tal y como lo haces tú... y hay que pasar por momentos patéticos que si no lloras es porque ya no te quedan lágrimas en la glándula lagrimal y porque muchas veces el pozo está seco y como es mi caso, desde hace mucho tiempo.
Yo, no soy de llorar a destajo. Tuve una época, quizá fueron dos o tres años de esa etapa llorona y en la que me salían las lágrimas de cocodrilo a la mínima en que me dijeran algo en contra de mí o a la mínima que me dijeran lo que no me gustaba o no quería escuchar u oír. Bueno, lloraba por todo, a veces por una simple opinión en contra de mí y en otras, por algo que me dijeran a favor y hasta lloraba en mis momentos más neutros y en donde no tenía ningún motivo por el que llorar, pero tampoco por el que reír. Pienso que lloraba porque me sobraban las lágrimas y por eso la mínima historia desbordaba mis reservas de lágrimas.
Llorar está muy bien, pero llorar en demasía y por cualquier cosa...puede resultar como demasiado triste sin un porqué y al mismo tiempo, como demasiado empalagoso y meloso y porque a cambio puede ser que estés pidiendo un abrazo comprensivo y que yo sería el primero que lo daría (pero esa es mi contradicción), pero al mismo tiempo y esto lo digo por encima de todo lo demás, no me gusta que me quieran por dar lástima y por dar pena. Pido tener un poco de orgullo dentro de la misma pena y un poco de dignidad cuando uno siente jodido.
Dignidad ante todo y yo no quiero ser un paño de lágrimas ante nadie y menos serlo de uno mismo. Me gusta más ser un poco de todo, a veces triste y que me caigan las penas como peras maduras y otras veces, verme el ser más feliz de la tierra y aunque nadie entienda porque estoy así. Toda felicidad tiene su punto de locura. Y de vez en cuando (y no muchas) sentirme un ser neutro que disfruta flotando y de paso y si me dejan, salir volando y a toda vela y con el viento de popa.
JEAN COCTEAU
(Hubo un tiempo
ser ave de mal agüero).
Aquí un ejemplo:
"- Si tu casa se incendiase,
¿qué te llevarías?
- Me llevaría el fuego."
IDEA VILARIÑO - JUAN CARLOS ONETTI. "HISTORIA DE UN AMOR DESESPERADO"...
"Estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré". Así describió Idea Vilariño (1920 Mont.-2009 Mont.) el día que conoció a Juan Carlos Onetti (1909 Montevideo-1994 Madrid) a principios de la década de los 50.
"Burro, perro, bestia", añadiría después.
Porque la poeta quedó atrapada en ese encuentro, seducida por el escritor, "el último hombre" del que debió enamorarse. Tras ese primer encuentro comenzaron a cartearse, al principio se escribían tratándose de usted, con el miedo de no saber qué sentiría el receptor. Pero ella no tardó en dejar entrever sus ganas. “Pasó el verano y no viniste”, le reprochó. Y él no tardó en llegar.
Idea era hija de un poeta anarquista, escritora y eximia profesora de Literatura, poeta multipremiada. Fue una de las poetas que formó parte de la generación del 45, de uno de los grupos de intelectuales de esa Latinoamérica efervescente.
Y la historia de amor
Idea fue una mujer furiosamente enamorada que se dejó encandilar por el gran prosista.
Vilariño y Onetti se recordaban por las noches y se olvidaban durante el día, y así por años. Ella pensaba que él no la quería, él, pese a todos los poemas, pensaba que el amor de ella era sólo "intelectual".
Se quisieron y odiaron en partes iguales. Rompieron y se reconciliaron muchas veces. Les dio igual estar casados, con pareja, en países distintos. Les dio igual no ser felices. Aunque el delirio duró poco.
El escritor dejó a Idea por Dorothea Muhr, para casarse con ella. Para hacer, según parecía, bien las cosas por una vez. A la uruguaya le dedicó "Los adioses" en 1954, ella le respondió cuando él ya estaba felizmente casado, en 1957, con "Poemas de amor", a los que añadió en la segunda edición, un año más tarde, uno de sus más bellos poemas:
"Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volverá a tocarte.
No te veré morir".
Pero resultó no ser su último adiós. Después de sendos libros dedicados, volvieron a verse. Como imanes, se buscaban y se embestían. Hasta que terminaron por destruirse en 1961. Estaban juntos cuando Idea Vilariño recibió una llamada. Ella era profesora de un liceo y acababan de asesinar a uno de sus compañeros: Arbelio Ramírez. Le pidieron a Idea que acudiera rápido a una asamblea.
"Si te vas no me encontrarás a tu regreso", le dijo Onetti. "No me vas a encontrar", insistió. Ella, pensando que era uno de sus enfados, que se le pasaría, se fue. Volvió rápido a su casa después de la reunión pero allí ya no había nadie.
"Cuando abrí la puerta sentí como si me golpearan en el pecho. Había dejado una nota insultándome y diciéndome un montón de barbaridades. Y mis poemas, unos poemas de amor que le había dado, estaban arrugados y tirados a los pies de la cama”, contó en una entrevista que concediera a María Esther Gilio y Carlos M. Domínguez para una biografía sobre Onetti: "Construcción de la noche".
Recién volvieron a verse el 15 de marzo de 1974. Onetti estaba en el hospital acompañado por su mujer, Dorothea Muhr, la misma que había tenido que soportar que un año después de su boda Vilariño le dedicase a su marido un poemario. Idea entró en la habitación y Dorothea los dejó solos. Pensaban que Onetti se moría.
“Me levanté y quise tocarlo, tocar su mejilla con la mía. Apenas me acerqué a él cuando me agarró con un vigor desesperado y me besó con el beso más grande, más tremendo que me hayan dado, que me vayan a dar nunca, y apenas comenzó su beso, sollozó, empezó a sollozar por detrás de aquel beso, después del cual debí morirme”, recordaba.
Luego Onetti se fue a España y no volvieron a verse. A ella le preguntaron siempre por él, y a él siempre por ella. Los dos aseguraban quererse y no sentirse queridos.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
LA PUNTA DE UN ICEBERG
Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...








