JUEVES, MÁS CERCA DEL FINAL (2.019)


A Jueves...estamos a Jueves y a punto estoy de tocar la otra orilla de mi vida. Día 08 de Agosto el 2019 y el 13, ya pico billete. Y de momento señores y señoras, no muerdo. Yo pensaba que a éstas alturas de la semana estaría convertido en un perro rabioso (que para ser del todo sincero, algo lo estoy) pero desde luego no tanto como cabía suponer. De momento aún me tiran un hueso y voy a por él y moviendo el rabo de contento que voy. Bueno, contento porque el día 13 cierro el chiringuito del trabajo y abro otro en las antípodas da miña terriña. Tengo ganas de visitar de nuevo a miña terra galega y volver al verano fresquito, que creo que ya no lo es tanto y retozar por las prados verdes y sobre todo, volver a visitar al gran e impresionante océano atlántico.

Se nota que se acerca el fin de mi condena, ya hablo de las vacaciones y del esplendor en la hierba (que no de la mierda). Y hablando de mi trabajo de médico de urgencias, la cosa funciona como debe funcionar en el mes de Agosto, noches sudorosas y atropelladas, es decir, si te salvas de una gran marrón de accidente de tráfico te obsequiarán con una gran chorrada y cuando no, lo hacen con dos o tres chorradas de casi llorar por las esquinas. Decía no sé quién...pues para eso te pagan. Y es cierto me pagan para eso y más...y más...y más. Cada curre tiene sus particularidades y el mío como va del tema del sufrimiento humano tiene una gran manga ancha y a veces, te toca tratar la miseria humana. Mira que caben cosas dentro del sufrimiento humano, cosas físicas, psíquicas, paranormales (de éstas hay muchas más de las que os suponéis), místicas y algunas veces, hasta muy entrañables (pocas, pero como las meigas...habélas hainas).

Bueno ya me hice mis 30 minutos de bici estática y hoy vuelve a hacer un calor de cojones y estoy sudando hasta por dentro y en plan cataratas. Tengo que ponerme en forma y bajar de peso, estoy gordo como un zollo y falto y muy falto de forma (y de otras cosas que ahora mismo no voy a contar). Bueno, ya estoy en ello. Pero claro y como me pasó siempre a lo largo de mi azorosa vida de superhéroe, tiene que llegar el mes de Agosto con sus excesos de calorifícos y yo como un puto campeón que soy de los imbéciles, me pongo a hacer bici estática y a toda máquina. Como sino hubiera tenido todo el resto del año para empezar con el tema. Pero sino, no sería yo y sería otro o el otro o el que te vende la moto. Y yo quiero seguir siendo yo. "Mens sana in corpore sano" y me acuerdo mucho de ésta frase que estaba pintada en el frontón de mi Colegio de cuando era niño y además, era un buen chaval y debía tener un culito precioso y porque algunos curitas sentían debilidad por él. No como ahora, que soy un tío perverso y bastante maleducado. Yo en general me voy defendiendo bastante bien y sólo rompo mi tranquilidad cotidiana para hacer algún contra ataque mortal de necesidad, que no de gusto. No me gusta tener que matar a nadie (digo, paradójicamente), no disfruto con ello aunque hay veces que lo parezca.

No me gusta que la sangre llegue al río y que lo ensucie y que lo manche. Yo soy de los que prefiero meter el cadáver del enemigo dentro de un congelador y que una vez congelado y bien congelado, seguir educadamente las pautas de mi querido Jack el destripador, que decía "vayamos por partes", además no me gusta mezclar los hígados con los riñones. Cada uno debe tener su propio compartimento estanco y que no sé contamine por órganos y vísceras vecinas. Resulta feo mezclar los ojos con los huevos y los intestinos con la tráquea. Todo debe hacerse por partes y cada parte debe tener su determinado lugar y sitio. Salvo cuando tienes que mandar a alguien a la mierda y porque si lo mandas no lo vas a mandar con remilgos y ésta parte sí y ésta parte no y aquí no hay vuelta de hoja. Bueno, hay muchas más cosas en que las decisiones tienen que ser categóricas. Pero como no soy psicólogo ni psiquiatra, tampoco me voy a extender demasiado en éste tema tan específico. Yo por la vida voy por partes, pero de vez en cuando me como las partes y las cago como hechos que fueron y que ya no están...y que a su vez demuestran que la evidencia es la reina de la ciencia y que yo en el contexto del espacio tiempo...soy una simple y diminuta consecuencia de mis propios actos...















IRENE VALLEJO ("Visión de los vencidos")


Cuando la realidad se tambalea, nos formamos una opinión sólida refugiándonos en los —imparciales— análisis de quienes piensan como nosotros. Sospechosamente, las versiones que coinciden con nuestros prejuicios nos resultan más verosímiles. Las redes y los buscadores de internet alimentan ese sesgo de confirmación: cada día más cómodos y convencidos dentro de nuestra burbuja, observamos a los discrepantes como gente malintencionada que sólo busca su provecho. Censuramos los intereses ilegítimos del prójimo, mientras encontramos en los nuestros pura lógica y sentido común. Rara vez hacemos el esfuerzo de entender las razones del otro, y eliminamos cualquier matiz intermedio entre atacar y acatar. La literatura occidental empieza a sangre y fuego: la primera palabra de la Ilíada es “cólera”. Sin embargo, el poema ofrece rostros más amables. Es insólito que los enemigos troyanos aparezcan representados con la misma dignidad que los griegos victoriosos. Los hexámetros ceden la palabra también a los adversarios, escuchamos sus miedos y sus dilemas; el aedo parece incluso simpatizar más con el fiable Héctor que con el inflamable Aquiles.
Cuenta la leyenda que, en la “operación retorno” tras la guerra, los dioses castigaron a los vencedores por sus fechorías en el saqueo y su crueldad con los derrotados. Tras los cortinajes de los desfiles y la fiesta, el triunfo siempre oculta la oscuridad de la barbarie. Como también haría Clint Eastwood en Cartas desde Iwo Jima, Homero evita la caricatura del enemigo pérfido e incluye la mirada del adversario. Lee más: Cristina Rivera Garza: “En México hay un grado macabro de impunidad”‘Bobi’, un texto póstumo de Roberto Calasso. Somos seres de memoria y, desde que empezamos a contarnos el pasado, hemos escuchado sobre todo la voz engolada de los ganadores. Sin embargo, a veces, algunos textos salvados sacan a la luz los relatos del bando olvidado. Durante un verano de hace cinco siglos, Tenochtitlan se convirtió en una ciudad sitiada. En una recopilación de crónicas indígenas editada por Miguel León-Portilla, encontramos fuentes poco atendidas, como los Cantos tristes. Fueron compuestos a la antigua usanza por poetas nahuas supervivientes ante los escombros del mundo que habían conocido. Allí se narra cómo los españoles, por orden de Alvarado, atacaron a los mexicas “mientras se gozaba de la fiesta, y se enlazaba un canto con otro, como una algarabía de olas. Los soldados, con sus escudos de metal y sus espadas, rodearon a los que bailaban y dieron un tajo al que estaba tañendo. Lejos fue a caer su cabeza cercenada”. Todo desembocó en un largo asedio y una epidemia de viruela que hizo estragos. Tras tres meses de contagio y cerco, cayó la capital de México.
Los cantares recordarían durante mucho tiempo, como Ilíadas indígenas, el drama y el trauma de aquellos días: “Gusanos pululan por calles y plazas, en las paredes están salpicados los sesos, y era nuestra herencia una red de agujeros. Se nos puso precio. Precio del joven, el sacerdote, el niño y la doncella”. Sólo unos pocos españoles, como Bernardino de Sahagún, trataron de conservar el eco de aquellas voces heridas. También Troya fue atacada en el transcurso de una fiesta. El relato es conocido: un grupo de guerreros griegos se escondió en el vientre del famoso caballo. Los troyanos lo introdujeron en la ciudad para celebrar la paz, creyendo que los enemigos habían huido. Mientras danzaban indefensos, los soldados emboscados salieron a través de la escotilla de madera, y empezó la masacre.
Siglos más tarde, el dramaturgo griego Eurípides escribió una tragedia, Troyanas, donde las mujeres esclavizadas por los vencedores hablan, lamentan y recuerdan. La anciana reina de Troya dice: “¿Qué debo silenciar? ¿Qué he de llorar? No hay otra musa para los desventurados que la de clamar sus desgracias sin la compañía de los coros”. La historia es un tapiz entretejido de civilización y brutalidad, pero no olvidemos que entre nuestras tradiciones más antiguas late la mirada de quienes dieron la palabra al bando contrario sin encubrir la barbarie propia. Si no escuchamos la versión del otro, del adversario, incluso del derrotado, nosotros también perdemos: el rumbo y el humanismo.

AMAPOLA


"
Ojalá se llamara amapola
y me durmiera y solo como ella sabe
en éstas largas tardes de verano".































ANTONIO VEGA


 

LA PUNTA DE UN ICEBERG

 Ahora todo es más difícil los reflejos van pidiendo un descanso los tendones se relajan y contraen menos y peor que antes la vista pide aux...