
Amigo mío, tengo tantas cosas que contarte, que al intentar hacerlo me quedo como un folio en blanco. Seco y sin ideas. Anodino y vacío. Y eso que no paro de darle vueltas al tema y cada mañana me lleno de intentos. No sé, tantos años suspirando por saber de ti y que nos contáramos mutuamente que ha sido de nuestras vidas después de 20 años de sequía sin saber nada de ti. Nada es gratis y todo ese largo e inmenso silencio ha hecho mella dentro de mi y es fácil de suponer que también lo ha hecho dentro de tí. Ahora y respeto a nosotros, vivimos de lo que fuímos y de ese poso se pueden extraer cosas y entre ellas está que de alguna manera siempre estarás presente en mi vida. Yo a lo largo de mi vida, he hecho cantidad de cosas mal, pero ya no vivo dentro del lodazal del negativismo y de la autoflagelación y ahora lo que recuerdo de tí, mi querido X..., es la gran persona que has sido y supongo que seguirás siendo (aunque más que una suposición es una certeza). Yo sé lo que me digo (bueno, a veces ni yo me entiendo), pero si sé que has sido el mejor y más grande amigo que he tenido a lo largo de mi vida y ese es un hecho que está dentro de mis sentimientos y pensamientos y quizás por eso, me cuesta tanto encontrar las palabras adecuadas y precisas hacia lo que pretendo describirte. Vamos, que me exijo tanto que al final me quedo en blanco. Además 20 años sin saber de tí, al final se pagan y pasan factura. Pero te puedo jurar que he hecho lo imposible y más, por saber algo de tí. Y en esas vivía así hasta ahora. Y joder, nos va quedando menos años de vida y ésta vida ha pasado como un suspiro y todo lo que hemos hecho y por todas las fases por las que hemos pasado, parecen hechos realizados ayer o como mucho, anteayer y como si nos quedara otro siglo por delante. Pero no y la secuencia del día a día ahora va mucho más rápida y pasan los meses y las estaciones a la velocidad del sonido y por eso tenemos la necesidad de anclarnos al pasado (o por lo menos, es lo que a mí me pasa). Curisamente con el paso de los años, yo me he vuelto más primario que antes y quiero conservar cuatro cosas conmigo y poco más. He sido muchas cosas en ésta vida y no todas han sido malas ni perversas, pero a la vez disfruto mucho más con ir al grano o al meollo de las cosas. Ahora lo nítido y claro, lo valoro mucho más que antes y porque de cada vez me gusta menos perder tiempo.
Pero mi vida, no es sólo una burda y simple suma de hechos y porque si así fuera, sería más máquina que persona humana. Ver el lado humano de las personas, sentirse parte de ellas, manifestarse tal y como eres y proclamarse como un ser viviente que lucha contra el desaliento al que al final te quiere conducir la vida...pues todo ese panorama no es igual al de hace 30 o 50 años y porque poco a poco y lo queramos o no, te va acechando el cerco que delimita nuestros cuerpos desgastados por el paso de los años. De ahí, la importancia de mantener en pie nuestros principios y porque a éstas alturas esos principios ya son y forman parte de nosotros mismos. Por eso cuando digo no, es no y cuando digo sí, pasa lo mismo y por eso expreso todo mi apoyo a ese lema que dice: "para lo que me queda en el convento me cago dentro". En toda mi vida una de mis ilusiones principales, era el ser claro y el no amilanarme ante todo tipo de desafíos en esa carrera de obstáculos que es la vida. Está claro que no siempre lo he conseguido, pero me tengo que reconocer a mi mismo, que nunca he dejado de luchar por esa causa justa. Como nunca he dejado de querer y aún estando en el fondo más oscuro y con el agua hasta el cuello. Querer, amar, sentir, disfrutar del momento y del todo lo que hemos vivido y desguazarse y recomponerse y de nuevo, seguir adelante y hacia el abismo o hacia donde sea que tengamos que ir. Nadie me podrá arrebatar todo lo que he sentido y siento y lo que soy y he sido y el recorrido que he hecho y para llegar hasta donde ahora estoy. Casi 70 años y me faltan dos meses, para declarame oficialmente como viejo o eso dice mi querido hijo Miguel. La vejez es otro estado totalmente nuevo y que seguro que será el último que podré vivir. Y eso duele y duele mucho y porque sabes que lo hecho echo está y que ya no hay vuelta atrás y lo que está por hacer algo se hará...pero nunca será el todo. Y todas aquellas milongas que nos contábamos para reafirmarnos en que todos somos susceptibles de poder cambiar, pues es una cosa que ahora nos ahorramos dentro de nuestro espacio vital del día a día. Y en fin, somos como somos y nada ni nadie nos podrá decir que en otra etapa, que en otra vida o que en otro espacio sideral, seremos totalmente distintos a lo que ahora somos. La vejez te hace valorar todo lo que has vivido desde un un punto de vista más flexible y porque llegaste a entender que tu existencia ni siquiera ha ocupado un mínimo espacio y todo aquello que era más grandilocuente que otra cosa, de que a lo mejor más adelante podías llegar a ser mucho mejor persona, pues pasa que se van acortando los plazos y en definitiva ahora, eres o no eres y en ese eres cuenta y mucho lo que realmente has sido. La perspectiva cambia, el espacio de tiempo se estrecha y te ves obligado a relativizarlo todo y porque en fin, la vida te enseña a relativizarlo todo. No sé quién decia, que en la vejez te vuelves más primario y das un inmenso giro hacia tu infancia y te acuerdas de cosas que jamás hasta ahora nunca te habías acordado y porque de alguna manera sabes que tu infancia era el principio del fin y ahora resulta que ese fin está demasiado cerca y una forma de rebelarte ante semejante destino, es volver a tu querida niñez. Y esto no es un consuelo de nada y porque es una evidencia en tu existencia.